A las tres en punto, Naruto salió de su casa. Se había levantado desde muy temprano para asearse, cumplir sus deberes escolares, tomar la merienda, realizar actividades que él mismo se había impuesto, además de tener una charla breve con Iruka.
Naruto había escuchado con atención todo lo que el adulto tenía para decirle, desde la planificación del viaje que expuso imprudencialmente la vida de Jiraiya, hasta el momento exacto en que Iruka recibió la noticia y, sin esperar demasiado tiempo, decidió marchar para estar a su lado.
Juntos habían puesto un improvisado altar cerca de las fotografías de sus padres, solo que este incluía un retrato de Jiraiya.
A Naruto le había resultado un acto innecesario, pues aún mantenía firmes las esperanzas de que su padrino se encontrara con vida en algún sitio. Tenía que estar bien. Su mente se había forjado este pensamiento con tanta entereza, que no pudo pensar en que no fuera de ese modo.
Tomaron la merienda abtraídos en el mutismo, hasta que Iruka lo incentivó a hablar sobre el colegio. Naruto había estado a nada de atragantarse con un trozo de tostada ante la repentina e inesperada pregunta. Había dado por sentado que no tendrían aquella charla, al menos no en ese momento. Tuvo que mentir en preguntas específicas que involucraban directa o indirectamente a sus "amigos", a Toneri, y todo lo referente a su desenvolvimiento dentro del instituto.
No quería angustiar más a Iruka. Contrario a ello, Naruto deseaba traer pronto la primicia de que Jiraiya estaba bien, a salvo. Aún había salvación entre tanto caos que se había cernido en su vida los últimos meses. Y Naruto anhelaba con todas sus fuerzas la llegada de ese momento.
Se despidió de su tutor con un beso en la mejilla, dándole las gracias por el desayuno antes de tomar de la silla la bolsa plástica negra, en cuyo interior yacía una caja forrada en papel lustre metálico para acudir a su primer destino.
Ya había pedido permiso a Iruka de regresar un poco tarde. Por supuesto no le había comentado que pensaba asistir a una fiesta, ni mucho menos. Se suponía que estaban en pleno duelo por lo de Jiraiya. Asi que se inventó una salida de estudios por los próximos exámenes, y para añadir mayor realismo a sus palabras, se vistió con un sencillo pantalón oscuro y playera a juego. El único cambio palpable que se hizo fue el cabello, el cual había fijado con algo de cera hacia atrás, dándole un aspecto mucho más elegante y refinado, ganándose unas cuantas adulaciones de parte del adulto sobre lo bien que se le veía.
Claro que el cambio solo era físico. Por dentro Naruto era un manojo de nervios, y por si fuera poco, seguía atormentado interiormente de que algo pudiera salir mal.
A las tres con cinco minutos se situó momentaneamente frente a la puerta. Suspiró pesadamente para darse ánimos y, tras dejar la bolsa en la alfombrilla de bienvenida, tocó el timbre una sola vez.
Luego de eso se alejó rápidamente, limpiándose en el proceso las lágrimas traicioneras que abandonaban sus ojos a cada paso que daba.
***
Para Sasuke, el día en sí, no tenía nada de trascendente. El día anterior había intentado quedar con Naruto para una salida juntos, como el fin de semana anterior. Sin embargo, no esperó obtener una respuesta negativa a cambio. Naruto había declinado la invitación, justificandose con la reciente visita de su tutor. Y Sasuke lo comprendía en el fondo. Tampoco era como si quisiera obligarlo. A Naruto le hacía falta pasar tiempo de caridad con su tutor. Ya podrían salir en otra oportunidad. Tenían tiempo de sobra para eso.
Al salir de la ducha, oyó la voz de su hermano por el pasillo. Los pasos de Itachi resonaban de derecha a izquierda, como si se tratara de un león enjaulado. Tras vestirse, la parafernalia aún continuaba en el cuarto aledaño, y aunque Sasuke no era adepto a entrometerse en otros asuntos, decidió salir para ver qué era lo que pasaba, por qué la voz de su hermano tenía cierto matiz reprobatorio al articular cada incomprensible palabra.