Capítulo 6: Arrepentimientos...

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     Los recuerdos son fragmentos de nuestras almas, son pequeños logros, metas, caminos, decisiones y aventuras que guardamos dentro de nuestra memoria; la memoria es lo que realmente alimenta el alma; tratar de negar el pasado es únicamente huir de tus decisiones o tus acciones por el miedo a volver a cometerla, pero si no aprendes del pasado, como esperas ver el futuro, vivir una vida sin arrepentimientos eso lo que ayuda a las almas a renacer, quienes son nuevas y quienes ya han vivido, pero cuando esta pequeña esfera de luz a la cual se le conoce como alma, que habita dentro de nuestro cuerpo; tiene o conserva arrepentimiento de su vida, fácilmente se encadena a ellos hasta lograr cumplirlos o desecharlos, muchas personas viven arrepintiéndose de algo. Quizás una acción, una conversación, una decisión o un simple error que desean remediar, todos tenemos arrepentimientos...

     — ¡Mama! —la risa suave de un niño, llamando a su madre me nubla la mente, por instantes, me veo a mi mismo junto a mi pequeño; su cabello, piel y kimono blancos se perdían entre la nieve y el frio aire de la montaña, aquella noche solo sus ojos mostraban la calidez de su suave sonrisa, mientras corría a abrazar mis piernas —Mama te quiero... —sus palabras provocan mi sonrisa, mientras que yo simplemente lo abraza y alza entre mis brazos, para evitar que su pequeño cuerpo adquiriera el frio de la noche de tormenta.

     —Vamos a casa mi pequeño... —la voz de aquella mujer cargando a su hijo, provoca que me salga de mis recuerdos, un suspiro deja mis labios, mientras limpio aquellas lagrimas escurridiza que escapan de mis ojos.

     —Rui, si tan solo hubiera tenido el valor para detenerlo, la fuerza para defenderte —niego, todas mis palabras son mentiras —Tenia todo eso y aun así no hice nada, no lo detuve... —otro suspiro escapa de mis labios mientras toco mi vientre —Al menos pude hacer que te reunieras con tus verdaderos padres, mi pequeño copo de nieve.

Es uno de mis mayores arrepentimientos, pero no es el primero; el primero fue esa noche de luna llena, con el cielo despejado y el silencio reinado el lugar, había caído profundamente dormido, sin predecir lo que esa noche pasaría.

Los gritos me despertaron, las danzas de las flamas del fuego me dieron la bienvenida al infierno, que se desataba en mi propio pueblo; la sangre y el olor a carne quemada me dan ganas de vomitar, mi alrededor ardía y solo logro ver el cuerpo de mi padre que trataba de protegerme, siendo chamuscado por las llamas juntos a los esposos de varias mujeres; mis músculos se tensan busco con la mirada a mi madre tratando de encontrarla entre tantos cuerpos y entre los gritos de las mujeres siendo violadas, niñas y niños gritando y llorando por sus padres, mientras mis pequeños pies solo logran correr por la aldea buscando a... —Mama... —mis labios se abren en horror, a ver como ese hombre golpeaba a mi madre, aquellos bellos ojos marrones que antes me miraban con adoración, ahora solo me miraba con preocupación, sus labios pidieron que me fuera, pero al ver que no me movía de la impresión, ella misma golpe al hombre que la tenía prisionera, corrió como pudo a pesar del dolor que sentía su cuerpo, tomo mi mano y tratamos de huir de aquella pesadilla, mujeres y niños todos corríamos a al bosque con la esperanza de salvarnos, pero "ellos" nos siguieron y nos encarcelaron. Día con día violaban y asesinaban a una de las mujeres que había sobrevivo al primer ataque; la comida que ellos nos entregaban, la carne asada, todos sabíamos que aquella carne pertenecía a la mujer que se habían llevado, pero resignados tuvimos que comer con la única idea de sobrevivir un día más; mi madre fue la última mujer, llorando no paraba de repetirme que me amaba, que cuidara a los niños que aún quedaban, que dejaba en mis manos los fragmentos de su pueblo, todas las noches de tormento pedía a los dioses una salvación para nosotros, pero cuando ellos llegaron y abrieron la celda en donde nos encontrábamos, mis pequeñas manos se aferraban a la sucia ropa de mi madre, los gritos de mis amigos, mis hermanos pueblerinos, quedaron grabados en mi memoria, igual que aquellos ojos marrones de mi madre.

Porque un para siempre, no es eterno Muzan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora