Capítulo VI

38 1 0
                                    


Uniendo pistas 

   —Tal vez, todo no estaba perdido.

   Despues de presenciar lo ocurrido, y caer en la cuenta de que por más que lo intente, no podria hacerlo sola. Quitarme todas las dudas que tengo, hallar las respuestas correctas.
Pero lo que más quisiera es encontrar mi hijo, saber que este bien, si a crecido unos centimetros, si me recuerda, ¿y si no es así?.

Incluso tengo miedo de hacerme una idea equivocada.  Lo que necesito saber es ¿qué es lo que me lleva hasta ese lugar?

   Aunque me resulta imposible de creerlo, por el momento nadie más que ese tipo puede verme. Sin embargo lo de esta tarde hace que crea en tantas cosas, y a la vez no saber diferenciar lo que es real o no. 

  Y si estaba metida en una especie de limbo. Entre la realidad y lo espiritual, ves Siena "ya estas pensando pavadas". Me faltaria prender un saumerio y estaria genial. Aunque ahora me encantaria contarle mis ideas al chofer, a Joel, lo más seguro es que sale apuntandome con uno de sus rosarios como esa vez, y ya no estoy para eso, no sabría como reanimarlo si se desmaya de nuevo.

   Para concluir con mis hipótesis y pensamientos divagantes.

   ¿Joel era de confianza?

   Ni siquiera sé su apellido, solamente su nombre. Suponiendo que no me haya mentido, o haya querido tomarme el pelo.

  Además no estaba segura de nada, lo único que sé con seguridad es que no pondría las manos en el fuego y diría: "Si, puedo confiar en él al 100%", era como el resto de las personas, tendria miedo, pánico, estaría asustado de la primera cosa o evento "extraño" que ocurriera en su vida. Y era lo de esperarse, pensándolo bien en su caso seguramente reaccionaría de esa manera.  Pero lo del rosario, en serio lo dudaria bastante.


Más bien lo que me preocupa, es que  no pueda lograrlo sin su ayuda, quizás debería dejar de ser tan orgullosa.

Comencé a caminar, iba y venia de un lado hacía otro, tenía algo en mente y para ser sincera me parecía un poco arriesgado.  Si bien ese tipo, bueno lo voy a llamar por su nombre, Joel no estaba en este  momento para quitarme las dudas, que mejor intentarlo por mi cuenta.

Esta bien respira hondo, inhalando y exhalando, creo que hacía esto seguido en clases de prenatal, no estoy segura.

   Sos una mujer, adulta, capaz de acercarte a cualquier persona y intentar por lo menos que te vean.

Así que manos a la obra:

En el metrobus habian pocas personas, sin embargo entre ese reducido grupo, unas que parecian ser una familia me llamaron la atención. Los observe un poco mejor
eran dos adultos y su hija, él hombre estaba al telefono, mientras que la mujer abotonaba el abrigo de la niña, quien sostenía un globo en la mano, se veía feliz admirandolo con sonrisa.

Me hubiera encantado ver a mi hijo divirtiendose así, con globos o más juguetes, de repente una ráfaga de viento hizo que el globo empezara a moverse, hasta el polvo de las baldosas se levanto. En cuanto a los escasos arboles en las esquinas se sacudian por la gran cantidad de viento, y  fue entonces que vi en momento el globo por los aires.
Sin pensarlo di un paso adelante, tenía la intencion de agarrarlo para luego alcansarselo, pero en el momento que trate de sujetar el hilo entre las manos, realmente fue como si no hubiese hecho nada.

Había llegado la medianoche, y sin darme cuenta estaba una vez más en el transporte de la línea 106, para ser más exactos. Me sostenía de uno de los pasamanos a mitad del pasillo, y una leve sonrisa se me escapo sin pensar, lo que si sé, es que estaba ansiosa por contarle lo sucedido a Joel.

Camine con tranquilidad hacía el asiento del conductor, y carraspie diciendo.

-Intente que me vieran más personas -permanecio en silencio, le reste importancia y me aclare la garganta.
—Pero no salio como pense ¿Te conte que pudo verme un bebe?

Seguía callado, si tenía la intención de irritarme poco a poco lo estaba logrando. Sin embargo, me asome para ver más de cerca al conductor.

—¿Joel? —arrugue la frente, y preste más atención a sus rasgos, pelo castaño, un par de arrugas notables, y ojos cafés, quien se hayaba conduciendo el coche no era él, si no una persona diferente.

La Pasajera de la medíanocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora