Gardenia roja

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Gilbert.

Me desperté como de costumbre a las cuatro y media de la madrugada, odiando al universo por tener que levantarme tan temprano, para alcanzar a tomar el primer bus de la parada de autobuses.

Me gustaría quejarme sobre como esto afecta a mi horario de sueño, excepto que no sería muy adecuado, teniendo en cuenta que él que decidió inscribirse en el club de natación a las seis de la mañana fui yo.

Pero claro, todo mi malhumor mañanero desaparecía cuando mi cuerpo entraba en contacto con el agua helada de la piscina. Era una sensación tan tranquilizadora la que invadía cada poro de mi piel al estar en el agua.

Lo disfrutaba desde que era niño y aun ahora con mis dieciocho años, seguía siendo igual: un eufórico niño que gastaba toda su energía en la piscina.

Ingresé a paso lento al pasillo principal de Avonlea High, la secundaria del pueblo donde estudiaban desde los hijos de los empresarios más adinerados hasta los que tenían que trabajar en la noche para llevarles el bocado de comida a sus familias.

Me detuve enfrente del casillero gris perteneciente a una joven de pecas y cabello de fuego, mejor conocida para mis adentros como la dueña eterna de mi corazón, saqué la nota y la flor de mi mochila, pegando ambos objetos con un trozo de cinta adhesiva en el locker.

Observé la bella gardenia roja por una última vez, esperando que nadie se atreviera a quitarla y leer la nota, para luego dirigirme a la enorme piscina, ubicada en el coliseo, en el bloque Este.

—Llegas tarde.— musitó Winifred, saliendo de los vestidores con su bañador azul rey puesto.

Asentí, apenado.— Lo siento, me quedé dormido mientras esperaba las tostadas.

Ella alzo una de sus perfectas cejas rubias depiladas.— Por favor dime que no quemaste tu casa.

Al verme soltar una carcajada, suspiró aliviada, en tanto yo jalaba uno de sus rizos dorados.— ¿Me esperas?

Winnie sonríe, mostrando su hermosa dentadura.— Te espero, tonto.

Correspondí a su sonrisa y me dirigí al vestidor de hombres, comenzando a quitarme la camiseta negra, jean gris y mis botas, quedando solamente con el bañador azul rey, que cubría desde mi cintura hasta antes de la rodilla.

Era una fortuna tener las piernas cubiertas, ya tenía suficiente con que al entrenador le fastidiara ver los tatuajes en mis brazos. No necesitaba un regaño extra por el tatuaje nuevo en el muslo.

Cuando salí a la piscina, estaban llegando los demás miembros del equipo, siendo encabezados por Royal Gardner, seguido de él estaba su hermana Aline, detrás iba Ronald y Christine Stuart.

Así es, había dos pares de hermanos en el equipo.

—¿Ya llegó el entrenador?— cuestiona el castaño, pasando por al pie de mi amiga.

Los dos negamos al instante.

—Maldito viejo, debe seguir desayunando bien cómodo en su casa.— espeta Ronald, somnoliento.

Aline soltó un bostezo, recostándose en el hombro de su hermano.— De seguro su esposa Rachel le debe estar contando los chismes del fin de semana.

Nadie pensó en contradecirla, porque seguramente sería cierto, el entrenador Thomas ya era un hombre de edad, cuya mujer era fanática de averiguarse todos los escándalos que sucedían en Avonlea.

Se dice que en su juventud ella sola redactaba el periódico local y lo repartía de casa en casa.

—Como sea, podemos hacer el estiramiento mientras él llega.— sugerí, recibiendo asentimientos de cabeza en tanto caminaban a los vestidores.

Flowers[1] | Shirbert.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora