Nomeolvides

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Gilbert.

Querida princesa Cordelia.

No es muy difícil comprender el significado que tiene una nomeolvides, ya que literalmente, su nombre te lo dice.

El bello azul de las nomeolvides me trae la misma calma que trascienden los irises oceánicos, de los cuales, eres dueña única e irrepetible.

Entre más tiempo pasa, más soy consciente de que todo este misterio debe terminar, pido que me excuses por tardarme tanto, es solo que me estoy preparando psicológicamente para tu reacción.

Pero independientemente de cuál sea tu decisión respecto a nosotros cuando finalmente me conozcas, solo te pido una cosa.

No me olvides.

Att: tu admirador de las flores.

No, no, no, no. Todo había salido mal. Terriblemente mal. Y ya no había forma de repararlo porque ya había dejado aquella nota en su casillero junto a la flor.

Fui el único responsable de cavar mi tumba antes de tiempo.

El plan que tenía fríamente calculado desde un inicio se había visto arruinado ante una leve torpeza de mi parte.

La había llamado princesa Cordelia en la última nota.

¿Así o más obvio no podía ser?

Soy el único que sabe de la existencia de ese apodo. Soy el único que le ha dicho así desde que llego aquí. Soy el único que volvió a llamarle de esa forma desde que todo este asunto de las flores comenzó.

En estos momentos ella ya lo sabía. Ya sabe que soy su admirador de las flores y aun no estoy listo para enfrentarla.

—Con qué aquí estás.— exclama Winifred, entrando al coliseo y observándome mientras estoy en la piscina, flotando en el agua y tratando de ahogar mis problemas.

Está usando un crop top de encaje color vino tinto, un short de tela negro y unas botas a juego.

Su mirada se suaviza en cuanto ve que, por primera vez en toda mi vida, no estoy relajado al estar en mi sitio favorito.

—Vas a decirme qué pasó o tendré que adivinarlo.— espeta, sentándose al estilo indio en el borde de la piscina.

Nadó con lentitud hacia ella, colocando solamente mis brazos en la grava y dejando mi cabeza sobre ellos.— No hay nada que adivinar, estoy seguro que ya lo sabes.

Ella simplemente asiente.— Bueno, es que no tengo todos los días a Anne y a sus amigas encima mío, preguntándome dónde está Gilbert y por qué parece que la estás evitando a toda costa.

Solté un suspiro, agobiado. No estaba orgulloso de haber evadido olímpicamente a Anne durante toda la mañana. Pero no se me ocurría que otra cosa hacer.

Tampoco puedo darme tanto crédito. Me fue muy fácil esquivarla muchas veces en el pasillo, debido a la noticia que había llegado a oídos de todos, en el transcurso de la jornada.

El equipo de natación logró llegar a las internacionales, según el entrenador Thomas, gracias a mí.

Sentía que era muy exagerado darme el crédito de todo, como si los demás no hubiesen puesto de su parte también. Pero desistí de explicar aquello, cuando cualquier compañero me detenía para felicitarme.

Flowers[1] | Shirbert.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora