Lavanda

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Gilbert.

¿Casi fui expulsado por romperle la mandíbula y dejarle un ojo morado a Mccarty? Sí, en efecto.

Es un alivio que la palabra casi estaba en el inicio de ese interrogante, de no ser así, ya sería hombre muerto. Más porque Mary no me habría perdonado el arruinar de tal forma mi oportunidad de entrar a la UoT.

Sí, decidí postularme luego de recibir la recomendación por parte de Miss Stacy. Había tenido una entrevista virtual por Zoom, en donde por poco y no me preguntan si había estado en la luna, sin embargo, creo que lo hice muy bien.

—Estoy segura que serás aceptado.— dijo Mary, preparando un ajiaco, receta proporcionada por la familia de Minerva cuando los conocieron en Alberta.

—Y ojalá sea pronto.— murmura Bash, sentado en el comedor y dándole papilla de mango a Delphi.— O si no dejará un hueco en el suelo.

No mentía. Desde que me desperté, llevaba caminando por la sala de estar de un lado al otro, como si me fuesen a dar respuesta tan pronto.

Ni siquiera me había graduado aún y ya estaba pensando en mi posible carta de suicido si no lograba conseguir la beca.

Tal vez la comenzaría con una mención al centro de admisiones de la UoT, podría ser algo como:

Estimados colegas... ah no, verdad que no me aceptaron y por ende motivo, es que les redactó esta carta de suicidio...

¿O quedaría muy exagerado?

Mis divagues tuvieron que ser pausados al escuchar el timbre de la puerta, me dirigí a ella para encontrarme con mis tres amigos.

—¡Buenos días por la mañana!— saludó de primeras el joven Spurgeon, entrando con propiedad a MI casa.

La rubia y el francés le siguieron el paso.

—¿Qué hacen aquí?— cuestioné, cruzando mis brazos al verlos tomar asiento en el comedor.

—¿Tú qué crees? ¡Vinimos a desayunar ajiaco!— contesta Jerry, arremangándose la camisa en tanto Mary deja un plato de sopa frente a él.

—¿Mi casa tiene pinta de restaurante o qué?— seguí molestándolos, sentándome al pie de la ojiazul y jalando su oreja juguetonamente.

Moody dejó de comerse un trozo de pan.— ¡Tía Mary, Gilbert nos está echando!

Las risas por parte de ella y Sebastián no se hacen esperar, recordándome así la calidez que sentía en mi corazón cada vez que estoy con ellos aquí, en mi hogar.

El frío y la soledad que llegué a sentir cuando papá me dejó, ya no estaban más. Ya no había espacio para esa tristeza y ese dolor. Las heridas se habían sanado y ahora solo reinaba el amor y la buena compañía.

—¡Ah! ¡quema, quema!— exclamó el hijo de los Spurgeon al haberse quemado la lengua con la sopa.

Definitivamente no podría pedir nada más.

Horas más tarde, nos estamos dirigiendo a Avonlea High, dispuestos a tener nuestra habitual jornada escolar, para llegada la hora del almuerzo, encerrarnos en el teatro a terminar de arreglar los preparativos para la obra.

Sí, el día de presentar la obra finalmente llegó y estoy más muerto de los nervios de lo que creí posible.

¿Por qué demonios acepté hacer esto?

—Hola tú.— escuché la voz de Anne a mi espalda, sentándose a mi lado en la tarima, con las piernas cruzadas.

Ah sí, ya me acordé.

Flowers[1] | Shirbert.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora