🥀43🥀 Arma

87 4 2
                                    

ARMA


Los tipos se encargaron de golpearnos en la cabeza hasta dejarnos inconscientes antes de que pudiéramos intentar defendernos. El entrenamiento militar que hemos recibido desde niños no sirvió gracias a lo que sea que nos inyectaron.

Estaba sentada en el suelo, con mis manos atadas a mi espalda. Desperté no gracias a que alguien quito la bolsa de mi cabeza de una manera muy agresiva sino que votaron algo a mi espalda.

―¿Trev?

―¿Si?

―¿Te hicieron algo?

―Si consideras que el golpearme con un bate y agarrarme a patadas es hacerme algo, entonces sí ―respondió seguido de un quejido de dolor.

―¿Cuánto tiempo llevas despierto?

―Deja miro la hora en mi celular. Ah, mira. Dice que hoy habrá un día lluvioso con posibilidad de que te secuestren ―respondió sarcástico.

Puse los ojos en blanco, ―Ya entendí.

Empece a sentir la cuerda que ataba mis muñecas, la dirección en donde iban me serviría para saber cómo desatarme. No logre desatarme, pero si pude aflojar un poco los amarres.

¡Ja! ¿Quién dice que no pongo atención en clase?

―¿Qué haces?

―Preparo la hora del té, el sombrerero me ayudara y la reina roja traerá galletas ―respondí sarcástica.

―Bien, me lo merecía ―hizo una pausa―. Tengo una idea. Intentare desatarte y cuando lo logre tú me desataras a mí. Acércate.

Nos acercamos unos centímetros. Su mano buscaba la mía e intentaba desatarme sin logro alguno. Fueron minutos de intentar y fracasar hasta que sentí su mano tocar mi trasero.

―¿Qué hace tu mano ahí? ―pregunté entre dientes.

―Perdón, no tengo ojos en la espalda.

Siguió intentando desatar, pero siguió sin conseguir resultados. Unos segundos después consiguió desatarme. Me voltee y lo desate lo más rápido que pude.


―Hora de correr.

Tomamos un par de tubos que encontramos tirados y nos alistamos para abrir la puerta y huir. El pasillo estaba solo, las voces se escuchaban por todo el lugar, solo que no lográbamos descubrir de donde eran.

Alguien venia, veíamos su sombra por uno de los pasillos a nuestro costado. Él hombre pasó mientras nosotros nos ocultamos en un pequeño pasillo. Corrimos siendo lo más silenciosos que nos fue posible.

―¡Los prisioneros huyeron! ―gritó el hombre que acabábamos ver pasar alertándonos y haciéndonos correr más rápido.

Logramos salir por una puerta corrediza y corrimos hasta llegar cerca de dos camionetas. Había personas armadas y vestidas como militares solo que no lo eran, aquello solamente era un camuflaje, un simple engaño.

Carmesí [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora