Dice ¹

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El dinero no compra la felicidad. Esa era una frase que comprobé a la mala.

Mis padres habían muerto y me quedé sola, heredando su fortuna y a parte, cobrando sus seguros de vida.

El dinero básicamente me alcanzaría para no tener que trabajar nunca más. Por lo menos no en mis próximas tres vidas. Ja, como si lo pudiera transferir a esas vidas.

Cuando era una adolecente era una chica horrible. Hablo en el sentido de que, era muy mimada y hacía escándalos si no me cumplían mis caprichos.

Ahora que estaba sola, realmente me arrepentía de haber sido así. De preferir lo material antes que el cariño de mis padres.

Me sentía sola. Tenía a mi disposición a más de 10 sirvientes, pero eso no eran suficiente.

Decidí entonces que quería una mascota. Dicen que estás son fieles y siempre estarán para ti así que, iría a buscar uno.

No me importó la hora a la que salí. Uno de los sirvientes me llevó por la ciudad en busca de algún animal que encontrara en la calle, pensaba que, si rescataba uno, este me querría más.

Decidi bajar en el parque más próximo y le pedi al actual chófer esperar. Me puse mi abrigo y salí en busca de ese pequeño perro o, lo primero que encontrara.

La noche era fría y me abrazaba a mi misma.

A lo lejos vi en una banca un bulto que se movía. Pensé que sería un perro pero, al acercarme pude ver a un sujeto acostado en esta. Estaba temblando. Me sorprendía que siguiera vivo con este frío.

Me quité mi abrigo y lo puse sobre él. Llamé al chófer y acercó el auto. Metió al sujeto dentro del auto y nos dirigimos a casa.

Con ayuda de los demás sirvientes lo subieron hasta el piso de arriba donde se encontraban las recámaras y lo metieron a una. Al dejarlo sobre la cama este despierto algo asustado.

—¿Q-quienes son ustedes? Yo no los conozco. Y seguramente tampoco les debo nada.

—Tranquilo. Yo tampoco te conozco— intervine —. Pero, estabas en el parque temblando de frio. Podías haber muerto. ¿Quieres bañarte? ¿Comer algo? Puedes quedarte a dormir si gustas.

—Eh... ¿En serio?— asentí.

El sonrió y aceptó.

Los sirvientes le proporcionaron toallas, los jabones más finos y le prepararon una cena deliciosa. Más tarde terminó rendido durmiendo.

A la mañana siguiente, me encontraba en su habitación sólo esperando a que despertara para hacerle una propuesta.

—¡Ah! ¡No fue un sueño!— brincó gritando en cuanto me vio. —¿Por qué me escogiste? ¿Qué quieres de mí?

—Esa es una buena pregunta. Yo estaba buscando algún perrito que adoptar pero, por cosas del destino tú te cruzarte en mi camino.

—¿Me estás diciendo perro?

—No. Yo... estoy sola en el mundo, ¿sabes? Y me hace falta la compañía de alguien. Si tu te atravesaste en mi camino debe ser por algo. Sólo quiero... tener un amigo, alguien con quien hablar.

—¿No tienes sirvientes que hagan eso?

Eso lo interprete como un "no quiero ser tu amigo". Cosa que causó llanto.

—Así siempre ha sido mi vida. Quiero relacionarme con la gente, pero ellos huyen. Los sirvientes están aquí simplemente porque les pago... ¿Es eso? ¿Quieres que te pague?

—Yo no...

—¿Cuanto quieres? No importa el precio, puedo pagarlo. Sólo quiero que vivas aquí y que hables conmigo. Quiero un amigo, y si comprandolo es la única manera de tenerlo, está bien.

SHIBUYA DIVISION | ONE SHOTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora