Capítulo 64

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Renzo

Son tres semanas, veintidós días sin verla, sin tocarla, sin escucharsu voz, sin saber si esta bien, sin saber... si aún vive. Es que me vuelve loco, me tortura, no tenerla a mi lado. Y Mario con sus juegos, era como la inyección perfecta de desesperación por llegar a ella.

La primera pista que tuvimos del paradero de Mía llegó gracias a las investigaciones que hizo el agente Peral, y es que pudiera estar en uno de las casas que manejaba Mario, ya que últimamente había mucho movimiento en ellas. Pero no, Mía no estaba ahí, y esa decepción cayó como un balde de ladrillos sobre mi cuerpo. Y seguimos desmantelando muchas casas más, pero en ninguna la encontramos.

Después de días llego a casa, y sí, aún me sentía extraño al entrar por esa puerta y no escuchar la voz de Mía, o verla correr a la sala por mi llegada, o esperarme con la comida hecha, o subir a nuestra habitación y verla en el tocador retocándose lo hermosa que es. Sí, aún me sorprendía lo rápido que desapareció de mi vida.

Me meto bajo la ducha, y dejo que por mi cuerpo corra el agua fría, helada, que no revive ningún sentido en mi interior. Unos minutos después salgo del baño, afeitado y con el cuerpo agarrotado. Pero antes observo mi reflejo en el espejo, y ahí veo a un hombre pálido, sombrío, con grandes ojeras y un poco más delgado.

-Señor Ferran, lo busca un hombre llamado Luis Morgan. – dice Martina tras la puerta de la habitación.

No reconozco el nombre, ni el apellido, y no tenía ganas de bajar a la sala he intentar mantener una conversación formal, pero algo dentro de mi pecho me gritaba que aceptara hablar con ese hombre.

-¡Esta bien, Martina! ¡Ahora bajo! – grité caminando al closet, evitando posar la mirada en las ropas de Mía.

Me vestí con unos jeans y una camiseta blanca básica, sequé mi cabello con una toalla, y cuando estaba listo bajé a la sala. El hombre se levantó de golpe cuando vio que bajaba las escaleras. Él lleva un sobre amarillo entre manos.

-Buenas tardes, Señor Ferran. – dice nervioso estirando la mano, la cojo por cortesía.

Nunca he visto a este hombre en mi vida, pero al parecer él sí a mí.

-Disculpa, ¿nos conocemos? – pregunte impaciente.

-No. – bajó la mirada al suelo por un segundo, y después la levantó a la altura de mi rostro. – Mi padre fue policía, y él estuvo a cargo del caso de Alison Hamilton, su exnovia.

¡¿Qué?!

¿Por qué es que el hijo del policía que llevó el caso de Alison estaba ahora parado delante de mí? No lo sabía, pero muy pronto lo averiguaría.

-No te estoy entendiendo. – dije confundido.

El hombre, que tal vez tendría unos veintiséis años, bajo la mirada al sobre y suspiro antes de seguir.

-Mi padre es el comandante Jason Morgan de la estación 41, él llevó el caso de su exnovia. – repitió. – Él murió hace unos días por una bala en el pecho, pero antes de irse me dijo que le entregara este sobre. – Luis estiró el sobre amarillo, y de inmediato lo cogí entre manos. – Me dijo que espera que un día lo perdone, y que lo que hizo fue por salvar a mi madre. Que cometió un error, y que no pudo vivir con la conciencia tranquila desde ese día.

Me costaba seguir la ilación de sus pensamientos, en parte porque no entendía, y en parte porque cuando lo hacía me costaba digerirlo.

El caso de Alison, ni siquiera hubo uno, se determinó suicidio, y ahí todo quedó. No había culpables, solo malas elecciones. Así que, que Luis Morgan esté enfrente, no decía nada bueno del pasado.

Una Boda Por Un Contrato [Completo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora