Capítulo 29

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Mía

Toda la luna de miel viajamos por un jet privado, no me lo había imaginado, pero con la fortuna de Renzo como no hacerlo de esa manera. Paramos en Budapest, Dublín, Lisboa, Estocolmo y finalmente Paris, donde nos quedaríamos por tres días.

Me encantaba la idea de conocer Europa, de caminar por lugares totalmente desconocido, probar platos, olores, visitar arquitecturas y observar obras de arte. Era como un sueño hecho realidad, era perfecto. Claro que mi emoción no era como la de Renzo, él ya había viajado a todos estos países antes, hace muchos años acompañado con amigos.

Aterrizamos como hace media hora, y en estos momentos nos dirigíamos al hotel, en el centro de la ciudad. París era mucho más que lo que te mostraban las fotografías, era moda, olor a pan recién horneado en las calles, flores por todos lados y personas sentadas frente a un caballete pintado el paisaje.

Pero, aunque me encantaba la idea de estar en París, no dejaba de pensar en Renzo y sus extrañas pesadillas. Me preocupaba. Él se despertaba a media noche, sudado y con el rostro pálido, torturado en sueños. Y tal vez Renzo no se daba cuanta que cuando él se levantaba de la cama y se iba al baño, yo me quedaba echaba sobre la cama esperando a que llegue, fingiendo estar dormirá. Un día se lo pregunte, de forma indirecta, pero supo cual era mi trasfondo y supo evitarlo.

Si quería conocer el motivo de sus pesadillas él tendría que abrirse primero, porque yo lo había hecho con una cena en Budapest, y no era justo que Renzo conociera más de mi que yo de él.

Las noches en cada país eran igual, pero eso no significaba que fueran aburridas o monótonas.

En Dublín nos dimos un baño de espuma que duró horas, con dos botellas de champán tiradas al piso y mucha comida tradicional. Recuerdo que un día salimos a la deriva, sin mapa o Simón, él nos acompañaba a cada lugar. Y terminamos adentrándonos en Temple bar, una zona con muchas ventas de cerveza negra. Llegamos al hotel un poco ebrios, con las mejillas rojas y una que otra raspadura porque caímos al suelo después de descubrir que no era buena idea besarnos cerca de una reja.

En Lisboa, una ciudad donde se respiraba flores de primavera, te subías al tranvía y quedabas maravillada por lo colorida que pueden ser las calles. Era hermosa, y mientras caminábamos por el barrio La Alfama me prometí volver.

Cuando la noche caía entramos a una caverna para cenar, pedimos bacalao, el plato típico de Lisboa. En ese lugar tan cerrado, llena de gente por el fin de semana y decoración vintage pudimos hablar de cosas sin sentido, era como la conversación de dos buenos amigos que no se veían en años.

- ¿Canción favorita de Green Day? – preguntó Renzo cuando le daba una mordida a mis papas.

- Boulevard of Broken Dreams, sin duda es la mejor. – Había pasado la adolescencia escuchando sus canciones, viviendo en cada una de ellas. – Ahora tú, ¿canción favorita de The Beatles?

Mientras Renzo conducía, o al menos cuando yo era su copiloto, por el parlante siempre sonaba alguna canción de la banda británica. Me gustaba volver a escucharlos porque era como recordar a mi padre, en la casa él nunca se separaba de su tocadiscos y disco de vinilo.

- I Want To Hold Your Hand. – dijo sin resto de duda.

- Estoy en total acuerdo.

Y entre todas estas preguntas musicales, mi interés por sus noches de desvelo salía al frente. Meticulosamente empecé a hablar de sus pesadillas, haciendo hincapié en una pregunta que me llevaría a la verdad.

- ¿Dormiste bien? – pregunte con una sonrisa.

No sabía si fuera buena mintiendo, tal vez sí lo era, porque muchas personas me veían enamorada y no podían estar más equivocados.

Una Boda Por Un Contrato [Completo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora