Capítulo 22

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Renzo

Las últimas tres semanas han sido un caos, planeando una boda y manteniendo en pie tantas mentiras. En la mayoría de las cosas para el gran día se ha encargado Emma, aún me sorprende que dijera que sí cuando Mía le pidió que sea su dama de honor, ella prometió que ayudaría, y lo estaba haciendo. Por otro lado, era mejor que el secreto se quedara con solo nosotros cuatro. Ni siquiera le pregunté a Axel si sería el padrino, él lo dio por hecho.

Mi madre, Lina y Emma eran las más emocionadas con cada preparativo, mientras que a Mía la veía cansada cada día. Pero ella se mantuvo firme, no dejó duda de su tristeza ni de su cansancio, en suma, tenía que agradecérselo de alguna manera.

Enviamos invitaciones, firmamos cada una. Visitamos cada posible local para la boda, lo encontramos pronto. Caminamos por grandes hileras con muestras de flores, Mía ganó con las rosas blancas. Estuvimos horas en una pastelería, gane con la elección del pastel, tarta de arándanos bañada en chocolate blanco.

Mi prima se había pegado tanto a Mía que no la dejaba respirar, y aunque todo era una mentira, me hacía feliz que mi prima también disfrutara de nuestra farsa. ¿Qué tan mal se lo tomarían los demás cuando lleguemos al final? No importa, tenía nueve meses para lidiar con él.

Lina era como una hermana para mí, siempre con una sonrisa en el rostro que encantaba a cualquiera, y Mía no había sido la excepción. Mi prima la hacía reír, y después de semanas agotadores, agradecía la distracción. Parecía que Mía cada vez se recomponía  mejor de la muerte de su madre, ella ya no tenía un semblante triste ni las lágrimas llegaban en cualquier momento.

Un día estábamos cenando en la casa de mis padres, Lina se sentada al costado de Mía, y ellas dos no paraban de reír y cotillear. Esa misma noche, cuando la llevaba a casa, Mía dijo que Lina era como una picadura de abeja, veneno que te aceleraba el corazón, y como muestra de que estuvo allí, mancha roja que quedaba grabada en tu piel. Fue una metáfora que describía a mi prima perfectamente, latente y vivaz.

Estábamos probando los anillos de bodas.

- ¿Dorados o plateados? - preguntó la vendedora.

Mía observaba cada vitrina, cajas con almohadillas blancas y negras hacen lucir los brillantes anillos.

Lina nos iba a acompañar, con ella en el centro todo era más cómodo, mi prima le quitaba el peso a la ocasión. Cuando estábamos solos había un muro que nos separaba, éramos dos extraños, lo somos. ¿Los demás lo notaban? Ya tendríamos pruebas de eso. ¿Mía extrañaría que mi prima estuviera entre nosotros? ¿Cómo romperé este muro? Porque mi piel seguía ardiendo desde nuestro beso, y la deseaba, y quizás, con un poco de suerte, ella a mí también.

- ¿Cuál te gusta? – dice Mía. Se acerca y su hombro toca mi pecho, es cálida. Todas las veces en que la tocaba la sentía cálida, ni que decir del primer beso, ese era fuego traído del infierno.

- ¿Cuál te gusta a ti? – le respondo con una sonrisa.

Ella observa los escaparates una última vez, su mirada se detiene bajo un lámina que tiene como treinta anillos.

-El de aquí me gusta. – señala el anillo bajo el vidrio.

Es un anillo dorado con una espiga tallado alrededor del aro. Era sencillo, sin embargo, eso no le quitaba su belleza. Me fije en el precio, no costaba mucho. ¿Esa era la razón por la cual Mía había elegido ese anillo en especial, su precio?

- No prefieres algo mejor.

- ¿Importa mucho cual elija? – su tono era mordaz. La vendedora bajo la cabeza avergonzada por la voz de Mía, y yo fruncí el ceño preguntándome que había hecho mal en estos últimos minutos para que se molestara. – Es solo un anillo, no dice nada que el que lo lleva puesto no sepa. Puede significar que dos personas están unidas, que se aman, pero al final solo es un aro. Insignificante.

Una Boda Por Un Contrato [Completo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora