Capítulo 37

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Mía

En tres días se abrirá el testamento del abuelo de Renzo, solo tres días y todo por lo que él había engañado estaría en sus manos. Renzo no dejaba ir a los nervios, en especial, cuando Mario lo visitaba. Pero, aunque entendía su preocupación, su miedo a que su primo nos describiera y decidiera tomar venganza, se me era casi imposible visualizar de que modo Mario nos haría daño. Y por otro lado, estaban las mentiras que se estaban volviendo realidad, de pronto fingir amor no era agotador ni un secreto.

Giro la manivela de la puerta, después de una cita con una clienta por fin estoy en casa, o, mejor dicho, en la de Renzo. Me agrada vivir con él, pero al mínimo recordatorio de que todo acabara pronto se me pone los pelos de punta. Descubrir estar enamorada de Renzo no fue una sorpresa total, sino más bien, darle sentido al ritmo frenético de mi corazón cuando me besaba, tocaba y miraba con esos ojos azules.

Paso por la sala hacia el comedor para recoger unos papeles que dejé esta la mañana, pero me desvío de mi objetivo cuando veo un gran florero en la mesa, y me emociono aún más, cuando me acerco y veo una nota en el centro de las flores. ¿Acaso Renzo me ha podido enviar flores?

Lilas, peonias, petunias, orquídeas y algunas lavandas decoran el jarrón de cristal. Me apresuro a tomar la nota con el corazón en la mano, la garganta cerrada y un mundo en el pecho. Tomo el pequeño sobre blanco, pero antes de leerlo huelo las flores, un olor dulzón recibe a mi nariz.

Respiro profundamente antes de leer la nota.

¨ESPERO QUE ESTE RAMO DISCULPE QUE NO HAYA PODIDO ESTAR EN VUESTRA BODA. ESTO ES PARA TI, MÍA: HERMOSAS FLORES PARA UN MUJER HERMOSA.

SUERTE EN SU NUEVA VIDA.

CON CARIÑO, MARIO. ¨

La sonrisa, los latidos apresurados y la emoción caen al piso con un fuerte estruendo. Es Mario quien me envió flores, no Renzo, y eso lo enfurecerá. A pesar de que no me agrada que Mario me haya dado tal obsequio, y menos sabiendo que las envió únicamente para molestar a su primo, no las botaría a un tacho de basura. Eran hermosas, y las flores no tenían la culpa de ser intermediario entre el odio de dos primos, y yo tampoco tenía que serlo cuando Lexur abriera el testamento.

Decidida a quedarme con mi gran ramo de flores sin importar de quién venían, a que Renzo no supiera quién me las envío y a que rellenarlas con agua era mejor a esperar que se marchitaran. Las tomo con fuerza, por miedo a que se me caiga cuando lo levante, y camino en dirección a la cocina.

Solo doy unos pasos, ni siquiera los suficientes para cruzar la sala, cuando la puerta suena y escucho a Renzo entrar.

-Llegaste temprano. – digo con una sonrisa.

-Ya lo cojo yo. – dice mientras me quita el jarrón de las manos. – Tenía una cita, pero fue cancelada. Así que decidí pasa la tarde contigo, ¿quieres que hagamos algo especial? – pregunta caminando de regreso al comedor y dejando el jarrón encima de la mesa.

No sé si es bueno el hecho de que compartamos más tiempo juntos, conociéndonos, besándonos y acariciándonos. Todas esas experiencias, que eran fuera del radar de mentiras, no me servirían de nada cuando todo termine, es más, dolería recordarlo. Pero ya pensaría en eso después, ahora tenía que concentrarme en que Renzo no cogiera la nota de Mario que dejé olvidada en la mesa.

Y, sin embargo, el destino me odia, porque Renzo coge la nota antes de que yo estire el brazo y la tome con disimulo. Dejo que la lea, porque si algo había conocido de él, es que le gustaba guardar secretos, pero que no se los guardaran a él.

Observo como lee detenidamente, hasta podría jurar que lo lee cuatro veces. Espero a que llegue su ira, molestia, rabia, enojo, lo que sea que ese obsequio, que viene de Mario hacía mí, lo haga sentir.

Una Boda Por Un Contrato [Completo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora