Mía
Odiaba los hospitales, el olor a pino de los pisos, las paredes y camas tan blancas y a las personas corriendo y llorando por todo lado. Si hubiese un lugar que pudiera evitar pisar a toda costa, en definitiva, seria los hospitales.
Un día, o noche, mientras aún estaba secuestrada, me dije a mi misma que el exterior estaba muy lejos, impalpable, y ahora que lo tengo tan cerca, no estaba dispuesta a dejarlo ir tan rápido. Extrañé tanto, a Lina, a Emma, a Axel, a Laura y Gabriel y a Renzo, extrañé a mi familia, sus olores, sus voces, la forma en la que sonreían, la manera en la que me miraban, los extrañé tanto como las mariposas a la primavera. Hoy todo cabía en su lugar.
-Tengo algo que decirte. – digo cuando las manos de Renzo y las mías se enredan.
Antes de abrir los ojos y ver a Renzo, bueno, antes de despertarme de esa pesadilla que era más realidad que sueño, recordé perfectamente como Mario se suicidio. Jodía a mil tener ese recuerdo incrustado en mi mente como una espina en la piel. Pero... Tengo las palabras de Mario grabadas en la mente, en el corazón y en ese extraño nudo que se forma en mi garganta cuando intento hablar. Aún sigo impresionada por su confesión, pero sé que si no saco todo lo que llevo dentro un día la culpa me terminará matando.
Debo decirle a Renzo que Alison no se suicidó, que Mario la asesino.
- ¿Qué? – insiste con una media sonrisa.
Uf. Esto sí que será realmente duro de decir.
Suspiré, le di un beso casto en los labios y él sonrió con la mirada llena de brillo. Esta confesión lo destruiría. Incluso Mario estando muerto seguía haciendo daño.
-Antes de que Mario se disparara me confesó que él asesino a Alison. – solté de golpe.
Esperaba que Renzo se exaltara, que tuviera el rostro en blanco y que saliera de la habitación gritando tacos, pero la única expresión que vi en su rostro fue un pequeño fruncido en gesto de dolor. Está bien, ¿qué tan loco se convirtió el mundo en mi ausencia?
- ¿Por qué no te sorprendes? – pregunté bajando la altura de mi rostro para ver esos ojos azules que tanto había extrañado. Azul como el mar. Mi azul.
Renzo se muerde la mejilla y me deja un suave beso en la frente.
-Unas semanas después de que Mario te secuestrara llego un hombre a casa, era el hijo del comandante que llevó el caso de Alison, acaba de morir, y supongo que por el arrepentido de su alma me dejó una carta revelando la verdad del pasado. – explicó viéndome a los ojos. – Entregue esa carta, con la verdadera acta de defunción y una evidencia que implicaba directamente a que Mario fue su asesino. Hace unos días el juez lo dicto de esa manera. – Sí que el mundo había cambiado en mi ausencia, aparte de que seguir, la verdad se fue revelando. – Todos estos años... - Renzo coge un pedazo de sábana y la arruga con fuerza. Tiene que sacarlo, gritar, llorar, de cualquier forma, no es que me fuera a algún lado muy pronto que digamos. - No fue mi culpa, Mía. Nada fue mi culpa. Mario... él me arrebató mucho, me cargo su propia culpa por años. ¿Y por qué?... ¿Egoísmo? ¿Miedo? ¿Interés? Porque amor no, Mario nunca pudo amar a alguien, uno no asesina a quien dice tanto amar. Nos destruyó a los tres.
Renzo inspira hondo, aún tenemos las manos entrelazadas, y quiero creer que nuestro tacto es lo único que no le permite derrumbarse por completo.
-Mario no te odiaba, solo sentía envidia. – lo cojo de la barbilla y lo direcciono a mi mirada. – Él no pudo soportar la idea que de estuvieran juntos, de que se amaban, porque cada vez que sentía que se hundía, veía a Alison, y la veía como su única salvación. Solo quería ser feliz. Quería poseer la felicidad que tu tenías. Te quiso como un hermano, pero no fue lo suficientemente fuerte como para forjar su propia felicidad. Mario nunca se perdonó haber asesinado a Alison, y con su muerte pagó su culpa. Me pidió perdón antes de apretar el gatillo, y yo lo perdoné. Te pido perdón.
Renzo me observaba inexpresivo, con los labios semiabiertos y temblando. De pronto, como si estuviera poseído, suelta mi mano y grita desesperado hacia la pared. Ahí esta ese Renzo tan dolido y agrietado.
- ¡Ahhhhh! – grita y se jala los pelos. – ¡No es justo! Mario no pude pedirme perdón y esperar a que lo perdone. Él no pude porque esta muerto.
¿Las etapas de romper una relación, negación, ira, negociación, depresión y aceptación, también podrían aplicarse a al caso de Renzo? Sí, porque él estaba rompiendo con su pasado.
-Necesitas sacarlo. Ya que sabes toda la verdad, no sigas mirando al pasado con resentimiento, con dudas. Tienes que perdonar.
Él se muerde el labio, quizás en un intento por no seguir gritando.
- ¿Por qué? – Renzo levanta los brazos. – Yo nunca asesinaría a una persona que amo. Nunca. Su egoísmo me destruyó la vida, Mía. Y ahora, ¿solo porque él se metió un balazo en la cabeza, y me pido perdón, debería yo perdonarlo? No. No es tan fácil.
Estando secuestrada sentía muy lejos a Renzo, como de un planeta a otro, y justo ahora, volvía a sentir lo mismo. Pongo los pies en el suelo, está frío, me levanto de la cama y me jalo la intravenosa, grito cuando la aguja, con un poco de sangre, sale de mi cuerpo. Renzo está de espaladas, así que voltea y llega a mi lado con dos pasos cuando mi grito se hace escuchar.
Renzo necesita entender que, por más ira y dolor que carguemos, perdonar a veces significa dejar ir y sanar. Y él tiene mucho por sanar. Y lo tiene que hacer solo.
Observo por un momento sus ojos azules antes de suspirar y decir, tal vez, lo más difícil que he dicho en mi vida.
-Nos tenemos que separar. – digo tomando una de sus manos.
Renzo abre los ojos de par en par.
- ¿Qué? – se acunclilla a mi delante.
-Necesitas estar solo para poder asimilar lo que ha ocurrido, tu mundo ha dado un gran giro, y debes sanar esas heridas que aún sangran. – le sonrió. – No te preocupes, porque cuando estés listo para seguir, yo estaré ahí dándote la mano.
Él negó con la cabeza y los ojos cerrados.
-No necesito tiempo, te necesito a ti. A mi lado. – sentencio.
¨Sí, es lo que yo también necesito¨ - quise decir.
-Lo harás, por ti, por mí, por... - omití a la, tal vez, pequeña lenteja que crecía en mi vientre. Aún no estaba segura del embarazo. – Tienes que aprender a vivir, Renzo, sin culpas, sin odio. ¿Qué clase de futuro te espera si siempre estas enganchado al pasado?
Renzo volvió a sacudir la cabeza en negación, pero cuando lo miré a los ojos todo estaba dicho. Nos separaríamos. Su corazón y su mente debían sanarse.
- ¿Y qué sucederá después? – sisea.
-Te esperaré.
- ¿Así demore una eternidad?
Sonrió y borro con mi dedo las pequeñas arruguitas que se le forman en la frente.
-Así demores una eternidad.
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Una Boda Por Un Contrato [Completo]
Romance¨Una firma puede cambiarlo todo¨ Renzo tiene una herencia que poseer y una cláusula que cumplir para que esta esté en sus manos. Mía es una chica dulce, amable y protectora, y no imaginó que estaría a punto de perder al ser que más quiere y que toda...