C a p i t u l o 1 3

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Romina tenía entreabierta su boca, dejando que las manos pálidas de la súcubo pasaran pinceladas suaves sobre aquellos voluptuosos labios.  Las manos de ella eran sujetas por otra súcubo, quien deslizaba con delicadeza los anillos. La cinta que rodeaba su perfecta cintura estaba siendo atada por una tercera súcubo. Habían pasado semanas preparando esa noche y al fin había llegado. Este año era especial, ya que presentarían a sus ángeles ante los habitantes. Se había corrido el rumor en la ciudad y los demás territorios que los pecados habían poseído unos cuantos ángeles, pero hasta la fecha nadie los había visto.

Los demonios solo habían visto a un ángel y era Hoseok. Había sido la novedad que la soberbia fuese representada en un ángel oscuro. Un ángel que había quedado en la línea media por las acciones que había cometido en su vida. Hoseok solía ocultar sus alas tras una capa oscura y pesada. Sus alas nunca habían tenido la misma pureza que el resto de los ángeles. Y se reflejaba en la oscuridad de sus plumas.

Hoseok tenia extendida sus alas oscuras, miraba su reflejo en el enorme espejo. Detalló la magnitud de aquellas alas con completa seriedad. Paso mucho tiempo para que entendiera su naturalidad, el echo de pertenecer a ambos reinos resulto beneficioso al principio, pero descubrió que su lugar era en aquel trono gris aperlado. Su color había sido seleccionado por su naturalidad, reflejando la combinación de la pureza y el pecado.

Su torso desnudo fue acariciado por una súcubo, para después abotonar la primera prenda. El sabía que el tacto era a propósito, habían días que lo dejaba pasar y otros en el que no.

La pesada capa fue levantada por dos íncubos. Hoseok encogió sus alas. Dejó que fueran cubiertas por esa pesada prenda. Se había acostumbrado al pesor.

A Yoongi no le gustaba el contacto físico. Detestaba que lo tocaran. Evitaba que los íncubos e incluso bellas formas que tomaban las súcubos le pusieran las manos encima. A menos que fuese necesario.

Estaba de pie frente al gran espejo de tres paredes, de pie frente a una tarima, colocando el ultimo anillo oscuro. Peinando su flequillo y abotonando los botones de su manga. Carraspeó dando media vuelta y levantó discretamente un pie, una súcubo se acerco arrodillándose frente a él para colocarle el calzado seleccionado. Terminando un íncubo se acerco entregándole la ultima prenda que era un gran saco oscuro. Yoongi se giró, quedando de nuevo frente al espejo y extendió sus brazos como señal para que el íncubo de cabello negro y ojos claros se lo colocara.

Jimin tenía sus ojos cerrados, dejando que aquella súcubo le diera algo de color a sus parpados. Los abrió cuando dejó de sentir el tacto y admiró el buen trabajo que había realizado aquella chica bronceada. Asintió y dejó que continuara. La súcubo se giró tomando un pequeño pincel y seleccionó el color perfecto para aquellos labios esponjosos. Una vez en mano acerco la punta del pincel a los labios del pecado. Sus toques eran delicados y suaves, asegurándose de no correr el labial o pintar más de lo adecuado. La súcubo había cortado su respiración, lo hacía cuando se acercaba a los pecados. Algunas súcubos intentaban mantenerse al marguen ante la belleza que irradiaban los pecados. Temían caer en la tentación y no tener quien las sujete.

Jimena tenia sus manos unidas en su regazo. Observaba con detalle las acciones de las súcubos. La rubia le colocaba el colgante con sumo cuidado, dejando la pequeña piedra preciosa en medio; una segunda súcubo cepillaba su cabello como si se tratase de una muñeca de porcelana y la ultima ajustaba el vestido en la cintura. Un íncubo entró con la caja en manos. Se arrodillo frente a su majestad y Jimena ofreció su pie para que continuara. El íncubo de cabello oscuro y ojos verdes abrió la caja y mostro los tacones negros con esmeraldas incrustadas. Sería una noche perfecta.

Taehyung no dejaba de admirar el buen trabajo que había realizado la súcubo en sus parpados. Detuvo al íncubo cuando le estaba colocando el colgante, señaló otro con una amatista mas grande. Extendió su mano, separando sus dedos, para que la súcubo le colocara los anillos. Miró cada uno y negó volviendo a extenderla. La súcubo le colocó otro mas. Dos anillos adornaban su dedo índice, uno en el dedo medio y otro en el anular. Repitió la misma acción con la mano contraría y la misma cantidad de anillos colocó la súcubo en cada uno.

Fall into temptationDonde viven las historias. Descúbrelo ahora