Feliz cumpleaños, Hermione

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Hacia finales de marzo dejó de nevar por completo, el helado y crudo invierno estaba llegando a su fin, por suerte la temperatura había subido considerablemente, y el paisaje había cambiado bastante, la vegetación comenzaba a renacer y se preparaba poco a poco para la esperada entrada de la primavera.

Draco y Hermione terminaron ese segundo trimestre con mejores notas que el anterior, el castigo impuesto por el profesor Dawson dio buenos resultados, ya que ambos se aplicaron más y aprobaron con notas altas cada examen de cada asignatura, y como el tiempo había mejorado mucho, Draco siempre le proponía a Hermione salir cada fin de semana para relajarse y divertirse, obviamente tenía que comportarse con ella como un buen amigo y nada más, y aunque se moría de ganas por tenerla nueva mente en sus brazos y besarla, no había tenido más remedio que hacer el máximo esfuerzo por contenerse y no volver a tocarla ni hablarle de amor.

Para Draco estaba siendo una etapa terriblemente dura, pues él nunca había estado tantísimo tiempo sin una mujer, y ya habían pasado cinco meses desde la última vez que la había hecho suya, ese hecho lo estaba matando, él siempre tenía cientos de chicas a su alrededor para saciarse dispuestas a mimarlo y consentirlo a su antojo, de hecho muchas llegaban a pelearse por entrar en su cama, pero él sólo la quería a ella, estaba dolorosamente enamorado de ella, y no se la podía sacar de su alma ni de su mente,

Draco no quería acostarse con ninguna otra mujer que no fuera Hermione, no quería besar a otras, no podía, su amor por ella lo atormentaba día y noche, pero la verdadera tortura era desearla como nunca en su vida había deseado a ninguna otra hasta arderle el corazón, la deseaba con locura, casi rozaba la obsesión, todo de ella le parecía hermoso, su cabello color caramelo, las delicadas ondas de su espesa melena que se enroscaban en las puntas, sus enormes pestañas negras, esos ojazos color miel que evocaban su profunda mirada,

Draco se derretía con una mirada suya, no lo podía evitar, sus labios lo habían embrujado con cada beso, eran cálida seda, se estremecía al recordarlos, mil veces los había saboreado y se había deleitado con el fogoso recuerdo del contacto de su cremosa piel, pensaba en ella todo el tiempo, en sus abrazos, en sus caricias, en la veces que le había hecho el amor,

todo aquello era desesperante, cada noche la tenía dormida junto a él con esos coquetos camisones que realzaban aún más su femenina figura, tenía a esa belleza a su lado y no la podía tocar, era suya pero no la podía tener, era su mujer pero no la podía poseer, y ese hecho lo mortificaba de una manera pasmosa, él, que era un gran amante, estaba acostumbrado a tener sexo sino cada día, bastante a menudo, y llevaba cinco mese ya de abstinencia, que lo estaban haciendo pedazos.

Ese fin de semana estaban en la casa de su amigo Blaise, los había invitado a los dos a comer y a pasar el día, a Hermione no le caía mal, incluso se había dado cuenta de que era de lo más sincero con ella, pero con Pansy y Astoria era otra cosa, las dos sabían que no podían insultarla ni maltratarla en ningún momento, y no sólo porque las leyes lo penaran, principalmente le mostraban respeto sólo por ser la esposa de Draco, y porque sabían que él la defendería de cualquier ataque como era su deber.

Ellas no creían que Draco realmente la quisiera, pensaban que él solo fingía para poder quitarse de encima a las inspecciones del ministerio que eran muy frecuentes en matrimonios mixtos, por lo que las indirectas e insinuaciones volaban a diestra y siniestra como puñales, y Hermione que quería llevar una actitud sosegada y tranquila en casa de su anfitrión, trataba con mucho esfuerzo y paciencia de sobrellevarlas, y mientras los chicos jugaban al billar, las chicas estaban sentadas a un lado tomando una copa y fingiéndose descaradamente una cuestionable cortesía,

—Draco, amigo mío..., tienes que admitir que ya no estas a mi altura, jajajaj, te he superado..., ¡vas a perder!,

—la partida aún no ha terminado Blaise, no alardees de lo que no has conseguido,

Enamorarse del enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora