Caminos frágiles

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Hermione se despertó al posar la mano a su lado, y notar que Draco no estaba en la cama, se desperezó y se incorporó frotándose los ojos, los acontecimientos del día anterior habían sido muy intensos, pero a pesar de eso había logrado dormir toda la noche de un tirón. Draco no estaba en la habitación, así que supuso que había bajado a por algo de desayuno. Se levantó y se metió en la ducha, al salir de ella, Draco la esperaba en la pequeña mesa junto a la ventana, con una jarra de café y bollos recién hechos. Leía el profeta muy concentrado, a ella le encantó la expresión de su cara, sonrió aceptando lo atractivo que era, y el hecho de que era todo para ella, de la cabeza a los pies. Al momento Draco levantó la vista del periódico y la observó con su albornoz, y su melena aún mojada.

—He traído el desayuno hasta aquí porque necesito que hablemos —. Hermione se sentó frente a él, muy expectante. Se sirvió café en su taza, lo endulzó y agarró un croissant.

—Te escucho —respondió, mordiendo el croissant con hambre.

—Bueno, veras… —Draco suspiró nervioso, tratando de encontrar las palabras— Cuando fui a ver a mi madre a Azkaban, me confesó un secreto que lleva gran parte de su vida ocultando —Hermione dejó de comer y lo miró fijamente—, Ésto es algo que nadie sabe. Quiero decir… muy pocas personas lo saben, desde luego nadie de nuestro entorno. Es muy importante que se guarde el secreto, que siga siendo un secreto hasta que…

—Draco, lo entiendo —interrumpió ella para que se sintiera seguro—, no diré nada a nadie de lo que tú me cuentes. Guardaré el secreto yo también todo el tiempo que me digas y que sea necesario.

—Gracias —. Lo que te voy a contar no es nada fácil para mí, no sé muy bien cómo sentirme al respecto, nunca me lo habría imaginado… —Draco miró por la ventana fijándose en un par de niños que iban de la mano y reían, saltando y jugando al lado de sus padres, un niño y una niña que se llevaban poca edad. Por un segundo imaginó cuán diferente habría sido su infancia, teniendo hermanos con quien compartir una importante etapa de su vida—, resulta que… —su mirada había quedado clavada en aquel punto en el que los niños habían pasado, parecía estar ausente. Hermione agarró su mano con cariño, y el giró la cara mirándola, saliendo de su ensimismamiento —. Hermione…, mi madre dio a luz una hija, antes de tenerme a mí.

—¿Cómo? —ella se había quedado con la boca abierta, estuvo a punto de decirle que le repitiera lo que le había dicho, por si había oído mal.

—Sí, yo estoy aún más sorprendido que tú, todavía lo estoy asimilando. De hecho me está costando horrores asimilarlo, pero es cierto, ella nació un año antes que yo.

—¿Pero cómo es eso posible?, quiero decir… ¿cómo es que tienes una hermana?, ¿por qué no conocemos su existencia?, ¿dónde está?, ¿¡quién es!?, y lo más importante de todo… ¿¡por qué es un secreto el importantísimo hecho de que tienes una hermana!? —sin darse cuenta, estaba empezando a levantar la voz y a alterarse, pero la mirada preocupada y triste de Draco, la devolvieron a la calma—. Por Merlín Draco… yo…, siento haberte interrumpido es que ésto… ¡es increíble!, lo siento, por favor sigue.

—Lucius no sabe nada —Hermione frunció el ceño extrañada —, no debía. Según la tradición de los Malfoy y también de los Black, el primer heredero debía ser un varón. Cuando mis padres se casaron, toda nuestra familia esperaba que el primer hijo que tuvieran fuera un varón. En especial, mi padre no aceptaba una niña, y en aquella época era conocida cierta “practica” en algunos círculos sociales, con respecto a asegurar la continuidad del apellido...

—La selección del futuro hijo, por sexo —añadió ella, indignada.

—Exacto, era fácil saberlo y mi madre era consciente de que Lucius estaba empeñado en que su primer hijo fuera un niño. Era lo que deseaba y no permitiría otra cosa.

Enamorarse del enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora