Enamorarse del enemigo

El secreto

Draco despertó por el insistente picoteo de una lechuza en la ventana de su habitación, Hermione seguía profundamente dormida y abrazada a él, se movió con cuidado para no despertarla y salió de la cama. Recibió la carta del ave y le indicó que se pusiera cómoda y esperase.

Rolf los invitaba a Hermione y a él a cenar, quería hablarle de negocios, de asociarse y trabajar en conjunto, Rolf había decidido trasladarse de Estados Unidos a Reino Unido, y tenía mucho interés en trabajar con Draco, confiaba en él y sabía que era un buen estratega. Sin embargo, ahora que Draco se iba a incorporar de nuevo a la universidad, no iba a tener tiempo para nada más que para sus estudios, pero no quería ser descortés, quería al menos escuchar su propuesta. Se sentó en la mesa de la cocina que también era salón y comedor, a escribir la respuesta. Buscó algo de frutos secos para recompensarla y miró a su alrededor, pero recordó que aún no habían comprado nada para ellas, se rascó la cabeza y la observó encogiendo los hombros. El animal lo miró de reojo y con mala cara, le estaba dejando muy en claro lo que pensaba de él, “¿pero qué te has creído tacaño irresponsable…, que trabajo gratis?” parecía que le estuviera diciendo.

—Está bien, está bien…, espera un momento, te pagaré.

Buscó un pequeño saquito para el oro, que tenía en el cajón de su mesa de noche, y le metió tres galeones.

—Gracias por el servicio, te prometo que la próxima vez, habrá frutos secos y también algo de pollo.

Le entregó la carta a la lechuza y ató a su pata la bolsita con los galeones. Salió volando rápidamente en cuanto abrió la ventana. Empezaba a tener bastante hambre, así que decidió que despertaría a Hermione con el desayuno ya preparado, intentó recordar algunas de las recetas que le había enseñado ella y trató de ponerlas en práctica, hacía mucho que no preparaba nada él solo, pero le agradaba la idea y quería hacer algo para ella. Quitó el caldero de la chimenea, colocó una sartén en el soporte, y añadió aceite, cuatro huevos, y cuatro salchichas gordas y ahumadas.

Mientras se hacían, en el hueco que quedaba junto a la sartén, colocó la tetera para que hirviera el agua, y una placa pequeña de hierro, en la que puso cuatro tostadas de rústico pan de centeno. Cuando estuvo listo, llevó a la mesa dos platos con los huevos fritos, las salchichas, las tostadas con mantequilla, y al lado un par de tazas con el humeante café. “Perfecto, no se me ha quedado nada”, pensó sintiéndose orgulloso de haber preparado un buen desayuno con éxito, al darse la vuelta para ir a despertar a Hermione, la encontró observándolo recostada en el umbral, y con una sonrisa de oreja a oreja. Para Draco estaba encantadora, recién levantada, con la melena revuelta y sólo la camisa del pijama.

—Creí que dormías.

—El olor de la comida me ha despertado. Huele genial.

—Me alegro de que te guste, espero que te guste más cómo sabe. Ven siéntate conmigo —le hizo caso dándole un beso en los labios y sentándose junto a él—. Por cierto, hace un rato llegó la lechuza de Rolf, le di tres galeones y me miró como si fuera una rata… ¿sabes?, y tampoco había nada para brindarle de comer.

—Le hubieras preparado a ella también, el desayuno, jajajaja.

—¡Ja!, hubieras visto la cara que me puso, ¡casi me pega!

—Tendremos que conseguir nuestra propia lechuza… la verdad es que la necesitamos —le comentó, tomando un buen sorbo de café—. ¿Y qué dice Rolf?