Horas previas a la boda

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Diana despertó a las seis de la mañana a Hermione, se le había olvidado que tenían que coger el primer tren de la mañana, y éste salía a las siete.

Mientras Hermione se duchaba y se arreglaba, ella hechizaba toda la casa para que nadie pudiese entrar, pues iba a estar cerrada durante los siguientes tres años.

A Hermione no le costó nada despertarse, había dormido bastante bien, y estaba algo nerviosa, Diana le dijo que no hacía falta que corrieran, pero que no debían entretenerse, sólo les quedaban cuarenta y cinco minutos para llegar a la estación.

Hermione salió de la ducha y comenzó a vestirse, mientras Diana se bañaba rápidamente, se puso unos vaqueros, una camiseta de mangas largas y una chaqueta azul marino de pana, se enfundó unos tupidos calcetines y se colocó unos botines de otoño muy prácticos. Se peinó el cabello lo mejor que pudo y se lo secó con el secador, sólo le hicieron falta diez minutos, entonces se hizo una coleta alta y ya estaba lista.

Revisó por ultima vez su neceser y su baúl por si se había olvidado de algo, no le faltaba nada. Quiso llevarse algún recuerdo, pero cambió de opinión, no se lo perdonaría si llegaba a perderlo en aquella mansión. Se sentó en la cama y cogió el portarretratos con la foto de sus padres, la besó y la apretó contra su pecho en gesto de despedida.

Diana que ya estaba completamente lista fue a buscarla a su habitación, le echó un vistazo de arriba a abajo y se sorprendió de lo tremendamente casual que iba, —pensaba que este día te vestiría con más elegancia. —le comentó, a lo que ella le respondió que ya tendría los próximos tres años para eso, Diana le sonrió y le dijo que debían irse ya, se colocó su bolso y ayudó a Hermione con su baúl, ambas agarrándolo, bajaron la escalera y salieron de la casa, Hermione quiso pararse un segundo a mirarla, pero Diana le dijo que ya la había hechizado bien, y que no debían retrasarse o perderían el tren.

Cogieron un taxi y en quince minutos las dejó en la estación. Con el tiempo justo compraron los billetes y se sentaron en uno de los bancos después de haber cruzado el muro del anden nueve y tres cuartos, aunque solo estuvieron unos segundos sentadas pues el tren apareció casi al instante. Subieron a él y se acomodaron en uno de los vagones, estte no era muy espacioso, pero era suficiente para dos personas.

Estaban las dos sentadas la una frente a la otra al lado de la ventana, y en medio de ellas había una mesa de madera, arriba en uno de los compartimentos estaba bien atado el baúl. Con el tren ya en marcha y algo de camino recorrido, pronto llegó una de las camareras a preguntar si necesitaban algo, Diana, que estaba bastante hambrienta, ya que habían salido de la casa sin siquiera haber tomado un té, pidió el desayuno para las dos, la camarera posó su varita sobre la mesa y apareció un mantel, sobre él, una tetera con dos platitos y las tazas encima, el azucarero y la pequeña lechera, luego aparecieron dos juegos de cubiertos y dos platos medianos con una generosa porción de bizcocho blanco, relleno con una gran variedad de frutos secos y confitura de arándanos rojos.

...

Diana me insiste una y otra vez para que coma, el viaje será largo y pesado y no hemos bebido ni siquiera agua antes de salir de casa, pero tengo el estómago cerrado, soy incapaz de probar bocado, creo que estoy nerviosa, siento un nudo en el estomago.

Me regaña, me dice que no me puedo pasar la mañana con el estomago vacío, llena mi taza con un poco de té y bastante más leche, me acerca el plato y me vuelve a insistir algo molesta, cree que estoy demasiado delgada y que no me preocupo por mi salud, quizá en parte tenga razón.

Me acerco la taza los labios y soplo, está demasiado caliente, soplo otra vez y bebo un poco, no tiene sabor, no le he puesto azúcar, y me da igual. Dejo la taza en la mesa mientras se enfría, Diana casi se ha terminado el bizcocho, tiene buena pinta, pero la verdad es que no soy capaz de comer nada, le digo que me entienda.

Las dos estamos en silencio mirando por la ventana el paisaje, el día está nublado y comienza a llover, se ven campos de trigo, y a lo lejos un lago, la hierba se mueve por la brisa y la lluvia. Empieza a llover más fuerte, teníamos que haber cogido los paraguas.

La camarera entra y con dos toques de varita hace desaparecer lo que queda de desayuno. Mi desayuno intacto.

Llevamos media hora de camino, todavía quedan cuatro horas y media. Ahora se ve un bonito prado y al fondo lo que parece ganado, y un pequeño establo. Hay un molino de viento y un viejo puente de piedra, una carretilla que parece ir sola va por el puente cargada de quesos de todos los tamaños, seguro que se dirige hacia la aldea que se ve al lado.

No puedo evitar pensar que voy de camino a mi desgracia, cada vez me acerco más.

Flashes..., visualizo la altiva cara de Narcissa, la cara impasible y fría de Lucius, la llorosa cara de Draco, me visualizo a mi misma tirada sobre el duro suelo de piedra de aquella oscura mansión, la misma a la que estoy condenada a vivir en unas horas.

Veo la cara de la terrible Bellatrix a centímetros de la mía, su mirada demente y cargada de crueldad, su mano apretando mi cuello. Por un segundo vuelvo a sentir su cuchillo atravesando mi piel.

Mi corazón empieza a latir verdaderamente deprisa, creo que estoy algo asustada, mis perturbados pensamientos son interrumpidos por la mano de Diana que acaricia suavemente mi mejilla, se ve preocupada, me dice que estoy pálida y fría.

Sale del vagón y vuelve enseguida con la camarera, que posa nuevamente la varita sobre la mesa. Aparecen otra vez la tetera con el pequeño plato y la taza, en lugar del azucarero aparece una jarrita con miel de moras silvestres, Diana lo endulza bien y me obliga a tomármelo, no acepta ninguna negativa, me dice que haga un esfuerzo, yo le hago caso.

Me sonríe, me dice que tengo mejor aspecto.

Parece que está dejando de llover, caen pequeñas gotas que chocan contra el cristal de la ventana, ya está terminando el otoño, pronto empezaremos a usar bufandas. Me llega a la mente la cara de Brian, él y su manía a las bufandas... Sonrío por su recuerdo, es un gran hombre, ella se lo merece.

Diana se está quedando dormida, lucha contra el sueño, trata de evitar que se le cierren los ojos pero no lo logra, apoya su cabeza en el respaldo del asiento. Está dormida.

Miro mi reloj de pulsera, han pasado dos horas y media, el viaje se esta haciendo largo. Ojalá no llegáramos nunca...

¿Cómo será mi nueva vida...?, yo sé que siguen odiándome en secreto, ¿volverán a maltratarme?, ¿intentaran hacerme daño otra vez?, ¿qué debo hacer si lo hacen...?, ¿a quién acudo?, ¿dónde?. Diana dice que no se atreverán...

Diosa fortuna... no me abandones...

Solo espero tener un mínimo de paz, es lo único que deseo, quisiera olvidar el pasado pero... ¿cómo? no puedo, no puedo dejar de pensar que me estoy aliando con el enemigo de la forma más rastrera que existe.

¿Qué estarán diciendo mis amigos de mi...?, Ron ya debe de haber leído la noticia en el profeta, y su familia... Harry... Si me odian por esto me lo merezco. Pobre Ron... dijo que me esperaría mil años... cuánto daño le he hecho. Cuando me divorcie de Draco iré a buscarle y le contaré toda la verdad, lucharé por nuestra relación con todas mis fuerzas, me entregaré a ella por completo, y terminaré enamorándome de él, le prometeré hacerle el hombre más feliz del mundo, nos casaremos y seremos felices, él siempre lo ha dado todo por mi.

Seremos felices.

No se ve casi nada, estamos atravesando una espesa niebla, me pregunto cómo el maquinista puede conducir el tren con tan poca visibilidad, pero qué tontería estoy pensando, es un tren mágico, no necesita que lo conduzcan.

Diana está profundamente dormida, parece que su familia y ella conocen bien a los Malfoy, ¿qué clase de relación tendrán?, ella dice que se llevan muy bien, Brian conoce a Draco desde pequeño, ha dado a entender que le van los excesos, me importa bien poco lo que haga, por mí como si se dedica únicamente a satisfacer sus caprichos, sólo pido que no se me acerque para nada.

Diana se mueve, se despierta, me mira y me pregunta qué hora es, le digo que son las diez y media, todavía nos queda una hora y media de trayecto, parece que llevamos viajando cien años...

Diana me dice que duerma un rato, que lo intente, pero no puedo dormir, estoy nerviosa, le digo que tengo que estirar las piernas. Me levanto y me desperezo, salgo del vagón a caminar un rato por el pasillo. La mayoría de los vagones están ocupados, en algunos hay familias, en otros personas solas. Llego hasta un rellano con grandes ventanas, no logro ver nada con la niebla, es espesa. Justo en frente veo otro vagón, dentro hay una pareja, están sentados juntos, el chico la tiene abrazada, ella está leyendo lo que parece el profeta.

Pasa la señora del carrito de tentempiés, me pregunta si quiero algo, le digo que no y pasa de largo. El muchacho es pelirrojo, pienso en Ron, su tierna mirada... su voz.

La besa, ella acaricia su pelo, es bonita la intimidad que tienen, la besa otra vez. cuando regrese con Ron no le volveré a negar ningún beso.

Algo me hace mirar a la izquierda, hay otro vagón con un hombre sólo, no deja de mirarme, seguramente me ha visto observar todo el rato a esa pareja. Aparto la vista y la dirijo al paisaje, sólo niebla, a través del cristal me doy cuenta de que el tipo ése no deja de mirarme un segundo, me molesta, a lo mejor piensa que soy una descarada por haber estado todo el tiempo viendo como se besaban. Me voy de allí y regreso a mi vagón.

Son las once, ya sólo queda una hora, Diana me mira sonriente, me tiende el periódico, es El profeta, en primera página está la foto de Draco y una mía justo debajo de la suya, y encima de las dos imágenes, los titulares:

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¡La boda sorpresa de éste año!.

Draco Malfoy, El heredero del magnate y exmortifago de noble casta y alta cuna, Lucius Malfoy, contraerá matrimonio ésta tarde con la jovencísima Hermione Jane Granger, mejor alumna de séptimo curso de Hogwarts, Hija de muggles y exnovia del conocido mago Harry Potter, con quien ella y su amigo Ronald Weasley, ayudaron al ministerio a derrotar al Señor Tenebroso.

La joven pareja aún no ha hecho declaraciones, pero se cree que ambos, antiguos rivales, han enterrado el hacha de guerra y se casan verdaderamente enamorados el uno del otro.

¿Será verdad eso de que los que se pelean se desean?, ¿será cierto que los polos opuestos se atraen?.

Les dejo este análisis y reflexión para sus ratos libres.

Atentamente les saluda: Rita Skeetter.

.

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—No me lo puedo creer —le comento a Diana. Ella me dice que me alegre de que no hayan mencionado que podríamos estar engañando al departamento de Alianzas de Paz, al menos están ocupados con estúpidos rumores y no con lo más serio.

Le digo lo mal que me sienta que metan las narices tan descaradamente en mi vida, y ella me responde que voy a tener que acostumbrarme a salir en la prensa y a estar continuamente vigilada, me dice que no tengo más remedio que convertirme en una actriz de primera, es de lo único que me tengo que preocupar, de eso y de no descuidar mis estudios, y tiene razón, para mi es lo mas importante, y parece que lo he dejado un poco de lado —volveré a retomarlos enseguida —le comento, y ella me contesta que no lo haga hasta después de mi luna de miel, para guardar las apariencias, yo le pregunto que qué voy a hacer con toda esa semana libre, y ella me responde que no me aparte de Draco, y que una buena idea, sería ir escribiendo un diario, e ir viendo los problemas y progresos que voy teniendo, para aprender poco a poco de los errores.

A mi no me parece tan mala idea, puede que sea lo mejor, así puedo ir viendo cómo actuar según me equivoque o acierte en todas las situaciones.

La niebla empieza a desaparecer, cada vez se ve con más claridad, me fijo en que atravesamos lo que parece el centro de una ciudad, se ve llena de vida, y el ajetreo de la gente, que fácil sería para mi poder perderme entre esa multitud, y desaparecer, si hiciéramos una parada aquí puede que lo intentara, no sería mala idea... podría esconderme en una de estas ciudades o en alguna de las aldeas que hemos pasado, puede que los Malfoy no me encontrasen. Podría trabajar a cambio de estar escondida y lo justo para alimentarme. Sí... no sería mala idea, ¿cuánto tiempo podría estar así?, tendría que ser mínimo dos años hasta que fuera mayor de edad, así el departamento de menores no podría obligarme a depender de una familia, así sería dueña de mi destino y podría trabajar ya libremente y sin esconderme, y ellos no me podrían hacer nada, no podrían tomar represalias contra mi, los denunciaría e irían a Azkaban.

Dos años escondida y en secreto vería a Ron, a Harry y a toda su familia. Ron y yo retomaríamos nuestro noviazgo, yo me comprometería a luchar por conservarlo, él ha luchado mucho por mi, y yo le he decepcionado... pero lo arreglaré, ésto nos fortalecerá.

—Media hora —me dice Diana.

—¿cómo? —le pregunto, saliendo de mis pensamientos.

—Para que lleguemos —me responde. Mi cara pierde su sosiego, vuelve a reflejar el nerviosismo que siento, no puede ser... hasta hace unos segundos he estado planeando mi huída, y ahora falta sólo media hora... Dios... necesito más tiempo.

Me agarra la mano con firmeza, me sonríe transmitiéndome valor —por tus padres —afirma. Suspiro... «por mis padres... ».

Diana trata de distraerme contándome que Brian le ha comprado un hermoso vestido para el convite, y que tiene muchas ganas de volver a verme. Sonrío, me alegra oír eso, la verdad es que yo también tengo mucha ganas de verlo, quiero volver a reírme como lo hice, es maravilloso sentirse tan bien. Ella me cuenta que cuando fueron a comprarlo, casi los echan de la tienda, la dependienta les enseñó un traje que estaba hecho de autentica piel de elfa joven, y Brian le preguntó que si no tendría uno de autentica piel de su abuela, que lo prefería porque la arruga era muy bella, salió de no se dónde un guardia de seguridad lanzándoles reductus a diestra y siniestra y Brian le pegó en la cara con una bolsita llena de Galeones, de inmediato salieron corriendo con el vestido en las manos.

Nos reímos. Brian... allí donde esté ha logrado arrancarme una risa.

Le pregunto que si vendrán pronto a visitarme, y ella me dice que lo antes posible, no cree que halla problemas pues conoce a Narcissa y se lleva bien con ella, me dice que si yo quiero puedo pedirle que me deje dar más clases de baile con Brian, y así tendrían la excusa perfecta para verme a menudo, aunque... yo preferiría no pedirle nada a esa mujer.

Me recuerda que necesito tener actividades, entretenerme en algo más que mis estudios, que piense en actividades provechosas y que me valgan para el futuro, no sé... puede que tenga razón, pero es que no quiero deberles absolutamente nada, es más, cuando me divorcie no pienso aceptar que me paguen los estudios, pediré ayuda al ministerio si hace falta, trabajaré arduamente en lo que sea y yo misma me los pagaré, si, está decidido, eso es lo que haré.

De repente noto que estamos quietas, el tren no se mueve, ¿porqué?, ¿porqué nos paramos?, miro por la ventana, la gente viene y va rápidamente por la acera, veo un oficial, o eso creo..., hay mucha gente con maletas, algunos parecen tener prisa.

—¿Porqué nos paramos? —le pregunto a Diana.

—Hemos llegado —me responde con cara seria. Mi rostro se ensombrece, me entristezco, hemos llegado ya... al final no se ha hecho tan largo. Ella se levanta y desata mi baúl, me mira y me sonríe, aunque su seriedad regresa enseguida.

Lo baja, me pongo de pie para ayudarla pero me dice que no, le da tres toques de varita y le dice —al maletero —veo cómo sale volando del vagón. Cojo mi neceser y me pongo la chaqueta, ya no llueve pero el día sigue nublado y hace frío. Salgo detrás de ella, todo el mundo está saliendo. Vuelvo a ver a la pareja de antes salir abrazados, ella le da un tierno beso en el cuello, él parece regalarle palabras de amor al oído, es bonito...

Veo también, ya fuera del tren, al hombre que no paraba de mirarme, saluda a la que parece su mujer que lleva en brazos a un niño pequeño, lo coge y le da un beso, gira la cabeza y su mirada se cruza con la mía sólo un segundo, se me queda mirando largo rato, ella parece preguntarle algo y recibe un comentario al oído, los dos se me quedan mirando, leen los dos lo que parece el periódico, El profeta y me miran otra vez diciendo algo, que descaro...

—Parece que te han reconocido —me comenta Diana, es molesto. Las dos nos ponemos en marcha y yo le pregunto si la señora Malfoy se encuentra aquí.

—Tienes que empezar a llamarla Narcissa, y no, no está aquí, ella te está esperando en el Palacio de las Novias —me responde. Yo noto un alivio, respiro profundamente y suelto el aire, me alegro de no encontrármela tan de sopetón.

Cruzamos la estación que está abarrotada de gente, Diana me explica que ella pactó con Narcissa acompañarme hasta la estación de Hellindrom, después me subiría yo sola en el carruaje y ella me esperaría en el palacio, me parece extraño, yo prefiero que me acompañe Diana y se lo digo, pero me responde que las ordenes son las ordenes, de todas formas sólo me queda una hora más de camino en carruaje, me explica. ¡Uf...! una hora más... ¿pero dónde se encuentra ese sitio?, ¿en el fin del mundo?.

—No te quejes, de allí al templo donde se celebra la ceremonia hay otra hora, y del templo a la mansión hay como otras dos más —me suelta tan tranquilamente.

—Que desesperación... —digo en voz alta, y ella me recuerda haberme dicho que el viaje se me haría pesado, que debí descansar lo suficiente.

Salimos por los amplios portones de hierro, corre una fría brisa que me encanta, se ven algunas hojas secas volar, el viento alborota mi pelo, bajamos las escaleras y hay una hilera de taxi-escobas esperando para llevar a sus clientes, doblamos la empedrada esquina y veo otra hilera, esta vez de carruajes personales tirados por caballos, nos acercamos a uno de ellos, el cochero montado arriba en su asiento, se gira y nos saluda:

—Hola Alberth, ésta es la señorita Granger, llévala a su destino —le indica Diana. Él asiente y se apea de su montura, abre la puerta y baja el peldaño de madera invitándome a entrar en el carruaje, me asusto, vuelven los nervios, no quiero subir, no quiero irme, no quiero alejarme de Diana. Ella ve el miedo en mi cara y me abraza fuertemente, no me suelta, nos abrazamos largamente, se aparta un poco de mí y me mira acariciándome la revuelta coleta.

—Tienes que irte cielo, te están esperando.

—Pero... yo...

—Es solo una hora de camino... y Alberth es de confianza, lleva sirviendo a los Malfoy desde que tenía diez años, te cuidara, no te preocupes... además justo en la puerta habrá alguien esperándote para llevarte al lado de Narcissa. Y yo tengo que apresurarme si no quiero llegar tarde a tu boda —me dice sonriéndome y guiñándome un ojo.

No puedo evitar que se me llenen los ojos de lagrimas, bajo la cabeza para que no lo note, y ella me da un beso en la frente. Me abraza por última vez.

Ayudada por la mano del cochero Alberth, subo al carruaje, este cierra la puerta y la hechiza para que no se abra, ese gesto me desagrada, él me mira y me dice que es por si se abre y salgo despedida por el camino, —mejor prevenir que curar... —suelta subiéndose a su asiento. Con un gesto de sombrero se despide de Diana, que me dice adiós con la mano desde fuera, yo soy incapaz de hacer lo mismo.

Alberth arrea los caballos y nos ponemos en marcha, extrañamente miro mi reloj, ya son las doce en punto, me espera otra hora más de camino...

Enamorarse del enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora