31 de Octubre, noche de brujas

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Halloween siempre había sido una fecha muy especial en el mundo mágico, era incluso más significativa que la navidad, ya que se celebraba la magia en todo su apogeo,

las mujeres solían ser las protagonistas por excelencia, puesto que habían sido pioneras en el enigmático arte de hacer posible lo que para las leyes de la naturaleza y de la lógica, era imposible, razón por la que solía ser llamado también la noche de brujas.

Como todos los años, se organizaban por doquier, innumerables fiestas y banquetes, las familias y los amigos se reunían para compartir ese día maravilloso y en todas las casas se compraban enormes cantidades de dulces y juguetes para repartir a los niños de cada distrito.

Los Malfoy no eran la excepción, llevaban semanas preparando ese día, toda la mansión estaba decorada para la ocasión desde las primeras luces del alba, y habían deshecho los fuertes hechizos de invisibilidad que protegían la antigua morada, con el fin de que los dignos hijos sangre pura de sus vecinos, tocaran sus puertas y recitaran en corrillo el típico "truco o trato".

En el interior del castillo el ambiente era alegre y alborotado, entre la servidumbre había un continuo trajín, un ir y venir sin descanso, cumpliendo con las obligaciones de tenerlo todo limpio y preparado, para la llegada de las numerosas visitas que tendrían en ese día.

Deliciosos manjares se preparaban en las cocinas, y otras doncellas se ocupaban de envolver cuidadosamente los paquetes con regalos y golosinas para los niños.

Nadie se imaginó lo que estaba por suceder ni cómo terminaría aquella tradicional jornada de festejos.

Hacia la una de la tarde, llegaron los padres de Astoria, su hermana Daphne, su cuñado y su sobrino, y casi de inmediato, se anunció que estaba servido en el gran comedor, un suculento y lujoso almuerzo.

Todos charlaban entretenidos y contentos gozando de aquel entorno agradable y caldeado. A través de las ventanas se podía observar la débil luz solar opacada por un denso manto de brumas, a pesar de las constantes celebraciones en todo el mundo mágico, el tiempo era horroroso, no había dejado de llover, y un viento fuerte azotaba inclemente las copas de los árboles, pero eso no había impedido que cientos de brujas y magos, surcaran los cielos con sus escobas y danzaran desafiando una posible tormenta, entre gritos y risas maquiavélicas y dominados por la euforia del momento.

Era lo normal, sobre todo para ellas, era su día, y en pocas horas también sería su noche, "la noche de brujas".

La que no se había levantado con muy buen pie, era Astoria, llevaba todo el mes con un humor de perros, se sentía agotada todo el tiempo, dormía mal y se cansaba tanto de estar sentada como de caminar.

Empezaba a desesperarse, tenía fuertes dolores de espalda y las piernas le pesaban, por no hablar de su abultado vientre con el que ya no se sentía cómoda de ninguna de las maneras, pero lo que más la irritaba, lo que más la alteraba, era la constante indiferencia de Draco hacia ella,

él la evitaba todo lo que podía, no le dirigía la palabra cuando por obligación estaban juntos, ni siquiera la miraba, y ella odiaba su comportamiento, sentía una ira descomunal que la hacía arder de rabia y querer destruirlo todo a su paso, sobre todo porque no podía hacer nada para cambiarlo, podía cambiar muchas cosas, incluso ya lo había hecho, pero no podía cambiar la voluntad de Draco, no podía doblegarlo, y ella lo sabía.

Después del almuerzo comenzó a sentirse peor. Pansy declinó la invitación que varios magos de la universidad le habían hecho, para dar una vuelta en la escoba, solo para quedarse con ella, al principio, no dieron mucha importancia a las quejas de Astoria, pero cuando su rostro empezó a demacrarse y sintió las punzadas de las primeras contracciones, todos en la casa se tensaron y se preocuparon hasta el punto de suspender la fiesta de Halloween, preparada para esa noche.

Enamorarse del enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora