Hogar, dulce hogar

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Lucius terminaba de abotonarse la camisa con aire satisfecho y relajado, Narcissa seguía tumbada en la cama, tapando su completa desnudez con las sábanas, muerta de la vergüenza y de la indignación, dolida con su marido en lo más profundo de su ser, pero con el férreo autocontrol digno de una Black.

No lloraba, no le mostraba su desprecio ni su odio, no le dejaría ver lo terriblemente humillada que se sentía, no le daría ese gusto, ya le había dado bastantes.

Permanecía muda y estática, conservando la tranquilidad y repitiéndose mentalmente a sí misma, que tarde o temprano se lo haría pagar, no sabía cómo lo haría, ni cuándo, solo estaba segura de algo, se lo haría pagar muy bien pagado, y disfrutaría como nunca de aquella pequeña venganza. Lo único que tenía que hacer, era esperar al momento adecuado.

Él se puso su chaqueta y se acercó a ella, besó su frente y su mejilla, ella quiso apartar la cara para evitar su contacto, pero cuando lo hizo, pudo dejarle ver el moratón que le había hecho en su blanquísima y perfecta piel, entonces le agarró la barbilla con delicadeza y se la giró para poder examinar su rostro,

-anda tesoro..., vístete y sal con Ágatha y con Pansy al centro, ve de boutiques y cómprate algo bonito -le dijo sacando de su bolsillo, su billetera de cuero negro, y depositando en sus piernas un buen fajo de billetes- id a despilfarrar mi dinero a vuestro antojo y traedle a Astoria y la princesita de mi nieta, cosas lindas -con un rápido movimiento de su mano y un chasquido de sus dedos, Lucius hizo desaparecer, la herida que le había ocasionado a su mujer en la mejilla, y terminó de acomodarse la corbata, observándola detalladamente y analizando su expresión- olvidar..., y perdonar Cissy..., todas las parejas discuten de vez en cuando querida..., no es nada nuevo -ella respiraba profundamente intentando controlar con todas sus fuerzas, las ganas que tenía de llorar y de agarrar su varita y lanzarle un cruccio a su marido- anda cariño..., aprovecha lo que queda de día y disfruta de una de esas jornadas de belleza, que soléis tener las mujeres. Si queréis..., podéis cenar fuera, yo tengo que marcharme a las oficinas, y no regresaré en todo lo que queda de día, se me olvidaba que tenía un asunto muy importante que resolver, y me llevará bastante tiempo -cogió de su mesa de noche unos documentos, y quiso despedirse de ella, besando brevemente sus labios, sin obtener respuesta alguna, por su parte.

Se quedó quieto un instante mirándola y se sentó en la cama, con su cara muy cerca de la de ella, clavó fijamente su mirada en sus ojos enrojecidos e irritados, y le dijo las últimas palabras, con un poco de sequedad, pero sin perder la calma- no ha sido para tanto Narcissa, no es necesario que hagas un drama de lo que ha pasado, que por cierto..., por lo que a mí respecta, no ha tenido nada de particular -sacó un poco más de dinero, y se lo tendió- las mujeres os desahogáis comprando y gastando dinero, te aconsejo, que te des un homenaje con las chicas, te quitará esa tensión que tienes... -y sin más, se colocó su largo chaquetón, y se marchó.

-algún día Lucius... -murmuró Narcissa, para sí misma, una vez se hubo cerrado la puerta, y dejando correr por fin, libremente sus lágrimas- algún día..., me las pagarás todas, una..., por una...

....

Draco cogió a Hermione en brazos y la levantó del suelo, la metió en la cama y la arropó, tocó la campanilla y le pidió a una de las doncellas, que prepararan una infusión de adormidera con melisa, y una sopa de verduras con avena, muy ligera.

Mientras estaba la comida, comenzó a pensar, tenía que prepararlo todo, estaba dispuesto a marcharse de la mansión en ese mismo instante, y estaba deseando hacerlo, pero tenía que actuar con responsabilidad, y sobre todo, tenía que pensar en ella, Draco no la veía muy bien, por sus rojizas mejillas, y el rastro de sudor que empezaba a formarse en su frente, en su nuca y en sus muñecas, estaba seguro de que la fiebre la atacaría pronto, aunque esperaba que la sopa rica en hierro y vitaminas y la infusión calmante, la pudieran ayudar y devolverle las defensas.

Enamorarse del enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora