La despedida

720 53 19
                                    

Hermione se quedó paralizada unos segundos sin saber qué hacer, nunca se esperó verlo con ella en la estación, preparados para viajar juntos. Sabía que no debía sorprenderse por eso, llevaba varios días escuchando rumores de que Draco tenía una nueva conquista, y que se exhibían con total naturalidad, pero ella no podía hacerse a la idea de haberlo perdido tan fácilmente, no de esa manera, no sin darse una última oportunidad. Su esperanza seguía viva y más fuerte que nunca.

Intentaba tranquilizarse pensando que no era posible que Draco la hubiera olvidado de la noche a la mañana, sería incomprensible, demasiado cínico analizando todo lo que estuvieron sintiendo el uno por el otro durante tres años, sobre todo teniendo en cuenta que él casi se obsesionó de manera irracional con ella, con la idea de conseguir que lo aceptara a toda costa.

Él dio siempre el primer paso para un acercamiento, fue él quien utilizó todo lo que estuvo en sus manos para seducirla, quien la hizo descubrir sentimientos y sensaciones que nunca antes había experimentado. La incitó a despertarse y a abrirse a la idea de conocer sus facetas más ocultas. Draco aumentó en ella el ansia por explorarse a sí misma y desear más. A su lado pasó de ser una adolescente inexperta, cerrada y tímida, a convertirse en una mujer resuelta, y segura.

No podía negar el hecho de que fue Draco quien se encargó durante mucho más tiempo que ella, de tirar de la relación e intentar hacer que funcionara, siempre tan convencido de lo que hacía, tan firme en su decisión de llevar a un terreno sólido y real su matrimonio, nunca tuvo miedo de las duras consecuencias que les iba a acarrear la gracia de amarse. Lo cierto era que Draco en ningún momento se dio por vencido, tampoco quiso escuchar a nadie, ni a sus amigos ni a su familia, era impresionante la forma en la que luchó contra el mundo hasta extenuarse por conservar a Hermione a su lado.

A ella no le cabía ninguna duda de que la peor batalla y las más cruenta que Draco tuvo que librar, había sido consigo mismo, hasta que llegó a la conclusión de que lo más sano para su cordura era aceptar las cosas tal como se presentaran. Con una nueva disposición incontrolable, dejó de engañarse de una vez por todas y admitió asustado y preocupado que se había enamorado de ella como un estúpido, contra todo pronóstico.

Draco aceptó estoicamente sus sentimientos de la manera más valiente que pudo y centró su única meta en dedicarse a cumplir sus sueños, y dedicarse a convencer a Hermione de que compartir mutuamente sus vidas no era tan imposible como creían.

Ahora ella sentía una culpa terrible, era muy consciente de el daño amargo y frustrante que le ocasionaron a Draco sus reiterados desplantes, reconocía la dureza con la que lo estuvo tratando siempre en incontables ocasiones, recordaba a menudo con lacerante remordimiento, que siempre terminaba siendo ella y solo ella, la que empujase por el abismo con la intención de destruir y que no quedara nada, el amor que él le ofreció una y otra vez. Pero a pesar de eso Draco siguió mostrándole su perseverancia y su paciencia.

Durante tres largos años lo vio lidiar no solo con sus rechazos frecuentes, si no con el temor abrumador e intrínseco que sentía cada vez que sospechaba angustiado, una separación definitiva. Ella estaba siendo espectadora involuntaria de cómo en un abrir y cerrar de ojos se esfumaba por completo lo que con tanta dificultad y esmero fueron capaces de construir juntos. Hermione podía contemplar cómo desaparecía con la rapidez de un soplo de brisa aquel inmenso esfuerzo que hicieron una vez, por mantener vivo el brote de un amor imposible. Éste, ahora resultaba haberse podrido hasta la raíz, y Draco no pareció tardar mucho en arrancárselo del alma con gran facilidad.

El comportamiento de Draco era lógico y normal. Después de una larga lucha infructuosa en la que solo recibió una negativa tras otra, ya no quería seguir insistiendo en algo que no llegaría a pasar nunca, estaba cansado de perder, se había hartado de esperarla. No volvería a intentar nada con ella.

Enamorarse del enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora