Las elecciones generales italianas se celebraban en pocos meses por lo que, cada uno de los partidos candidatos, planificaban sus campañas electorales con la finalidad de influenciar a la población para conseguir sus votos.
Una de las razones del gran poder que llegaban a albergar las mafias era su unión con el mundo político, sea cual fuere el país, el estado o el continente, así pues, les permitía expandir sus negocios a cambio de su protección.
Todo esto se conseguía si el partido político estaba dispuesto a aceptar sus condiciones y así, ambas partes, salían beneficiándose mutuamente. No obstante, el papel de los clanes sopesaba tanto en el acuerdo, que el propio político acababa cumpliendo la misma función de un títere guiado bajo las cuerdas.
A muchos de ellos les interesaba librarse del trabajo sucio y conseguían financiación buscando los favores de los clanes y, esta lo permitía, ya que así conseguía más poder e infiltración en asuntos del estado además de contar con suprema impunidad hacia sus actos.
El presidente italiano, Enrico, celebraba su quincuagésimo aniversario, organizando una fiesta conmemorativa en la recta final de su mandato antes de presentar nuevamente su candidatura.
Aquí, ningún partido se había aliado con mafia alguna pues la unión suponía un ataque directo al orgullo de la nación italiana que siempre presumían de estar libres de corrupción. Algo totalmente incierto. Sin embargo, él sabia que sin ayuda externa, estas elecciones sería sustituido por otro partido más joven y progresista.
Por esa misma razón, todos los clanes italianos nos encontrábamos en la celebración con la estrategia de negociar un acuerdo a cambio de asegurar su permanencia como presidente. Una competición que nombraría al ganador como la familia más importante entre las mafias.
Era la primera vez que asistía a una celebración tan importante como miembro de la familia Messina, según Giorgio, estaba más que preparada para mostrar mis aptitudes fuera del club donde había estado bailando y cerrando negocios, echo que no aprobaba nada Ivano.
Si conseguía un buen trato con Enrico, mis días como peón de campo acabarían y le sería más difícil hacer conmigo lo que quisiese.
Así pues, después de dos años de arduo trabajo en manos de gente desalmada, no iba a dejar escapar la oportunidad de posicionarme por encima o igual que todos aquellos que me habían tratado como pura mierda durante este largo tiempo.
-No creía que te dignaras a venir. Desde que tienes pareja no sales de tu habitación.-Dije cuando Alice se acercó a mi sosteniendo dos copas. Entendía por que en América prohibieron una bebida así.
Me bebí de un trago la que tenía en la mano y cogí sin vacilar la que me ofrecía. Esa era la cuarta que tomaba en lo poco que llevábamos de fiesta, y sabia que ella llevaría mas o menos las mismas. No quería admitirlo, pero ambas teníamos un problema con el alcohol.
Durante estos dos años, me di cuenta que Alice era igual de manipulada y maltratada, las dos nos sentíamos prisioneras y no teníamos otra opción que aguantar los golpes que venían. No obstante, me brindó el estimulo que hacia más llevadero toda la situación, por lo que, escondidas en su habitación, bebíamos hasta no sentir nada teniendo la esperanza de que esos momentos de insensibilidad duraran indefinidamente. Pero la realidad volvía, tan dura como siempre así que incrementamos la dosis hasta tal punto de no recordar cuando fue la ultima vez que estaba sobria.
No me importaba, pues los acechos nocturnos de Ivano eran más llevaderos. A pesar de eso, la vida me dejó bien claro que el exceso del alcohol podía acabar conmigo, algo que deseaba pero, ante todo, mi afán por repartir venganza a aquellos que nos hacían daño, incrementaba cada día y decidí reducir la cantidad.

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Di Fiore
RomanceEra insegura y era buena, con ética y moral, con unos principios como los del resto de la gente. Era una joven que intentaba cumplir los arduos estereotipos que marcaban la sociedad, llena de castillos en la cabeza y odiando un futuro al que creía t...