Capítulo 10

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De un portazo abrí la puerta situada a la izquierda de mi despacho la cual unía a la de Fiorenzo.

Mientras crucé el campo de entrenamiento, ya me había asegurado de preguntar a los miembros donde se encontraba Nereo.

-¡Querida! Esta misma noche iba a ir personalmente a ver como te encontrabas si no acudías a la cena. -Exclamó un sorprendido Fiorenzo ante la abrupta entrada.- Hablemos joven, he añorado nuestras conversa...

¡Plas!

Nereo me miró petrificado desde su sillón sin comprender el motivo de dicha agresión. La estancia continuó sigilosa mientras nos dedicábamos miradas furiosas, el padre tampoco se atrevió a mover ni un solo pelo.

Había cruzado el despacho en dos zancadas al ubicarlo, sentado al otro extremo de la habitación, cerca de la puerta oficial mientras ojeaba los informes que redactados esa misma madrugada.

Mi mano escocía fuertemente a causa de la bofetada pero debía inmutarme por lo que cerré el puño con fuerza evadiendo cualquier resquemor.

-¡Madre mía que tarde se ha hecho! La abuela debe de estar esperándome -Alegó el jefe mientras se dirigía hacia la puerta de mi despacho. Era la salida mas cercana.- y nunca sacas nada bueno enfadando a una mujer, ¿verdad hijo?

Nereo lo fulminó con la mirada.

Cuando oyó el ruido de la puerta cerrarse se levantó furioso, así y todo, encajé mis piernas en el sitio y le empujé tambaleándolo un poco.

-¿No ha tenido suficiente, verdad? -Acusé rabiosa.- Obliga mi unión en matrimonio, me insulta, prejuzga, miente y ahora también decide a quien debo unirme. Eso si que no lo acepto.

-¿Cuando le he mentido?

-"Déjame ayudarla, conozcamos el uno al otro para así poder trabajar juntos." -Dije gesticulando los brazos con aires de grandeza.- Oh, por Dios. ¡Nunca fue su intención, solo lo quiere hacer para arreglar el regalito de su amigo!

-Eso no es mentirle. Puedo querer ayudarla y desear que se una a mi amigo en matrimonio. -Concluyó indiferente.

-Menudo cabronazo está hecho.

Impresionado y colérico Nereo me siguió hacia la otra estancia observando como cogía una de las botellas, la descorchaba con la boca y daba un buen trago.

Estaba claro que no estaba acostumbrado que las mujeres le le trataran de la forma en que lo hacía.

-¡Esto es gloria! -Había sido un señor trago- Debería de probarlo, curaría su amargura -otro trago- llenaría el agujero que esa mujer dejó en su corazón -otro trago- así dejaría de joderle la vida a los demás.

Procuró quitarme la botella de las manos, no obstante, fui más ágil y, antes de intentarlo una segunda, vez metí en mi pantalones donde solo sobresalía el cuello de la botella.

Si abría un poco más los ojos le darían la vuelta a la cabeza.

-No veo que sea un comportamiento adecuado para una señorita. -Bufó Nereo cruzándose de brazos.

-Usted ya recalcó que no lo soy. -Contesté apuntándole con un dedo.- No sabe cuanto lo aborrezco ahora mismo.

-Suerte la mía que no sea una razón que me quite el sueño. -Lo fulminé entrecerrando los ojos.- No comprendo su enfado, Carlo es un buen partido, podría incentivar a un desconocido.

Saqué la botella de entre mis pantalones y volví a dar un trago. Estaba siendo intenso el día de hoy.

-Pero no es un "partido" que haya elegido. La cuestión es que no nos has dejado decidir a ninguno de los dos. Ese es el problema.

Di FioreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora