San Francisco

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Liliana siguió al capitán, cual porte y altura lo hacían ser intimidante a pesar de que su voz no era la de un hombre mayor a treinta años. Llevaba sujeto en la espalda un rifle de asalto, el cual sostuvo entre sus manos al salir de la habitación que era mucho más grande que el pasillo de minero por el que caminaban y el cual Lili iba a extrañar unos momentos después.

"Cuidado al bajar" indicó Gabriel a Liliana al alzar la tapa de una coladera, que daba a un túnel aún más estrecho y, además, estaba bajo tierra. La claustrofobia de Lili se incrementaba con cada paso que daba por las escaleras de mano, un tanto oxidadas y resbaladizas. Agradeció el momento en el que tocó tierra, pues lo que se abrió ante sus ojos era increíble de ver.

Un laberinto gigante de amplios túneles iluminados con luces rojas ya amarillentas que daban sensación de calidez. Una ligera ventisca corría de vez en vez entre los pasillos de hormigón y adobe; la gente caminaba por ellos sin fijarse en ella o el hombre uniformado que la acompañaba, pues varias de las personas que rondaban los pasillos iban vestidos igual que él, portando armas largas en sus brazos, atentos a su alrededor. Había también puestecitos con comida y arte hechos por la misma gente del lugar, y anunciaban sus productos gritando, como si fuera un mercado a las tres de la tarde de una rutina normal y corriente, pero la gente no daba dinero a cambio, el dinero ya no tenía valor estos días, lo moderno eran los trueques. Lili estaba fascinada con todo lo que veían sus ojos y lo que podía escuchar. Todos vivían de noche, pero ellos casi estaban viviendo bajo tierra, a pesar de que el calor abajo era asfixiante.

Los pasillos se hicieron eternos y pesados y Lili no pudo evitar notar que había varios carteles que decían San Francisco, colocados en los pasillos y en las zonas principales. Quizá es el nombre del lugar. Pensó para sus adentros, no quería hacer enojar más a su guía.

"¿Qué es este lugar?

"Shh, no es momento de hacer preguntas"

Liliana se molestó un poco, pero no dejó de seguir al capitán quien no dejaba de avanzar a paso veloz por el lugar hasta que se detuvo en otra escalerilla igual a la anterior. Lili se lamentó lanzando un resoplido, pero pasó desapercibido.

Las escaleras esta vez fueron menos complicadas y llevaron a ambos a un pequeño cubículo que conectaba con una casa de enorme tamaño pero que no tenía lógica en sí. Eran solo un montón de habitaciones conectadas por un pasillo lleno de columnas, construidas alrededor de dos patios, uno más chico que el otro, y todo el tirol de las paredes pintado de un color naranja opacado por las inclemencias del tiempo, acompañado todo por un suelo de cemento gris. Era una construcción deprimente y de pésimo gusto. El sol daba de lleno en los patios, pero no estaba ni cerca de tocar los pasillos por los que se encontraban andando. Una reja coloreada de negro se divisaba y a lo lejos, vacío.

El capitán tocó una puerta de madera vieja que rechinó al abrirse.

"¿Quién?"

"capitán Zapata"

"Asunto"

"Recién llegada"

La voz masculina que se encontraba del otro lado esperó unos instantes antes de dar la orden al capitán de que entrara.

"¿Qué pasa? ¿Por qué no eres tú el que está dando las indicaciones a la recién llegada?"

"Lamento esto, pero, hay algo que esta señorita no me está diciendo y no puedo determinar si puede quedarse o no, por eso he venido ante ustedes"

"Espero que esto sea de suma importancia, capitán, porque estas interrumpiendo asuntos importantes del Consejo y no quiero que nos haga perder nuestro tiempo en estupideces"

Antes del AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora