Tiro al blanco

8 3 2
                                    

El lugar estaba sólo.

No había gente en la Iglesia rezando, todos estaban fuera, haciendo sus cosas del día a día. El anuncio se daría a la media noche, eso les daba tiempo a todos de prepararse para revelar la verdad.

Gabriel dispuso varios artículos entre el enrejado de la barda y otros en lugares distintos y de difícil acceso. Las chicas veían todos sus movimientos y Liliana intentaba memorizar donde los colocaba, pues la oscuridad de la noche les dificultaba todo.

Él se colocó de frente a uno de los objetivos y les pidió que imitaran su posición, Lili lo hizo casi a la perfección, pero Aurora estaba perdida, se sentía abrumada y más con un brazo inservible. Esa noche no llevaba el cabestrillo que siempre sujetaba su yeso, pero eso no la hacía más ágil.

Gabriel se colocó detrás de Aurora y le ayudaba a acomodarse de la mejor manera para disparar. Ella podía sentir su pecho en la espalda y su respiración en el oído, incluso percibía un ligero olor a jabón proveniente de su piel. Sus manos eran firmes mientras sujetaban las suyas sin llegar a lastimarla, aplicando sólo la fuerza necesaria para disparar sin que el retroceso la jodiera más.

Liliana observaba todo de reojo y no pudo evitar sentir una punzada extraña en el pecho. De pronto no quería estar ahí, sin embargo, siguió. Intentando concentrarse.

"Listo. Disparen"

La bala de Aurora rebotó en la pared, la de Liliana dio justo en el centro de una botella de vidrio, reventándola al momento. Gabriel no parecía impresionado.

"Otra vez" El volvió a acomodarse detrás de Aurora. El disparo dio en otra de las botellas, pero el de Liliana erró. La frustración la recorrió en el cuerpo y disparó una tercera vez sin que Gabriel se lo ordenara, dando de lleno en un plato esquinado y que apenas era perceptible en la penumbra.

Terminó el eco del disparo. Gabriel caminó detrás de ellas con las manos en la espalda y, sin previo aviso, gritó y les ordenó correr. Pegaron un salto increíble y siguieron las indicaciones, pero Liliana se sintió molesta.

"Creí que esto era una práctica de tiro"

"¿Y crees que todos tus objetivos van a estar siempre quietos? No estamos en la feria municipal jugando al Tiro al Blanco para ganar un osito de peluche de veinte pesos, esto es la guerra, Liliana, la guerra"

Era la primera vez que Gabriel se dirigía a ella por su nombre.

Aurora apenas si podía sostener su arma con la mano izquierda, le costaba mucho manejarla, pero estaba haciendo el intento por manipularla y evitar que el capitán volviera a gritar. Liliana era mucho más hábil, y aún corriendo alcanzo a disparar a dos objetivos en el enrejado. Aurora empezó a desganarse y se tiró en el suelo.

"Ya, yo no puedo"

Gabriel y Liliana voltearon a mirarla; era obvio que el yeso lo dificultaba todo y el retroceso era increíblemente mayor a lo que uno ve en las películas de Hollywood, por lo que ella no pudo continuar.

"¿Qué te parece un arma más pequeña? Necesitas aprender a manejar bien un arma de fuego, sobre todo cuando estén solas allá afuera"

"Sólo denme el bate y el hacha, me las arreglaré mejor"

Aurora se levantó del suelo, frustrada, fatigada, quería irse de ahí, cuando Gabriel le tendió la mano para ayudarla, ella la aceptó y se sacudió la tierra de los pantalones negros.

"Ten" Gabriel sacó de su cinturón un arma de un calibre más bajo y una composición más pequeña. Ella la tomó mientras le explicaban como quitar y poner el seguro, cómo recargarla y la manera correcta de volver a disparar.

Así que lo intentó y derrumbó así su primer objetivo sin demasiado esfuerzo.

"¡Bien! ¿Ves como sí se puede?"

Pero Liliana se fastidió, no sabía que le estaba pasando.

"Creo que ya podemos parar ¿A qué hora darán el anuncio?

Casi debajo del campo de tiro de la iglesia en dónde se encontraban los chicos estaba Pedro en una de las celdas. Victoria, Mía y otro militar lo habían arrastrado hasta depositarlo en el agujero del cual no podría escapar.

Los policías lo vigilaban y los disparos de vez en cuando le daban sustos que lo hacían enfurecerse. Estaba molesto y tenía miedo porque sabía que su final se aproximaba; él creía poder mantener el secreto sin problemas hasta que el Cártel llegara y pudiera unirse a reclamar lo que él creía que era suyo, pero le ganó la furia y la frustración de siempre estar por debajo de Victoria, de no poder superarla en ningún sentido, de que, incluso con una coartada tajante ella sabía que él no era inocente y, de algún modo u otro, que todos supieran que él había traicionado al grupo le daba satisfacción. "Sí no es mío no es de nadie". Por lo menos moriría con la idea de que este lugar ya no estaría bajo el mando implícito de una mujer, y esa era su pequeña victoria.

En la plancha frente a la Casa de la Comunidad, uno de los miembros del Consejo tomaba el micrófono para dar el anuncio oficial de la invasión que les avecinaba. Era una mujer lo suficientemente joven para hacerse pasar por una estudiante universitaria, pero era casi tan sabia y calculadora como Victoria.

Había pertenecido al Club de Debate mientras estudiaba, y pasó su examen universitario con una calificación perfecta, además había hecho trabajo comunitario dentro y fuera del barrio, e impartía cursos para niños con capacidades diferentes. Era un ejemplo e inspiración para la comunidad de jóvenes y todos la querían. Y sin duda era la favorita de Victoria dentro del Consejo.

Después de decidir el destino de Pedro y cuándo las cosas se hubieron calmado un poco, Victoria la llamó.

"Alison ¿podemos hablar?"

"Claro que sí. ¿Qué necesitas?"

"Está más que claro que yo voy a irme con las chicas a las que he tomado bajo mi manto de protección. Así que espero que tú ocupes mi posición en el Consejo. Ya sabes, todos somos iguales, pero unos tienen más liderazgo que otros..." ella le guiñó un ojo.

"¿Quieres que sea la mente maestra detrás de todas las decisiones? Pero ¿Qué no estábamos en un sistema democrático?"

"Mi niña, claro que lo estamos. Pero siempre falta que alguien impulse las cosas y guie a todos por el camino correcto"

Alison sonrió y le guiñó el ojo.

"Compañeros, gracias a todos por reunirse una vez más. Es mi deber informarles qué, tuvimos un infiltrado en nuestra comunidad que ha revelado la existencia de nuestro refugio y de todas las personas que aquí vivimos"

Todos exclamaron un grito ahogado, de pánico. Era tanta la información a procesar en tan poco tiempo, que ya estaban cansados. No sabían qué hacer.

"El traidor fue un miembro del Consejo, Pedro González Mora, quién será castigado con la Pena Máxima"

En ese momento la esposa de Pedro salió gritando de entre la multitud.

"¡MI ESPOSO NO ES NINGÚN TRAIDOR! ¡NO PUEDEN HACERLE NADA!"

Dos militares fueron hacia donde estaba ella y la obligaron a calmarse.

"¡NO ME TOQUEN! ¡NO! ¡ALTO, NO PUEDEN HACER ESTO!"

Los hombres la llevaron a rastras, lejos de la zona de reunión, mientras las personas miraban confundidas y nerviosas, esperando ansiosos la noticia más importante.

"Disculpen las molestias. Lo más importante no es el traidor, sino que consiguió lo que temíamos y ahora debemos pelear. Mañana en la noche todos deberán tomar sus armas y defender lo que es nuestro"

Antes del AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora