Hambre

12 3 3
                                    

Caía la tarde para el momento en que el grupo pudo salir de su escondite. Gato merodeaba los alrededores silbando, feliz, esperando paciente el asesinar a su presa. Al rato de que salió y cerró la puerta con llave para irse a dormir, el primero en asomar la cabeza fue Garza, apellido y apodo del más bajo de los hombres calvos que se encontraba en el grupo.

El lugar estaba tranquilo; varias de los hombres y mujeres que vigilaban el lugar ya se habían ido a descansar también, dejando paso a una nueva guardia adormilada que tardaría unos minutos más en despejarse del todo. Generalmente el aeropuerto era un lugar tranquilo, no todos se atrevían a llegar a un lugar invadido por el Cártel y, lo que lo hacían, no siempre salían con vida de ahí; era un de tin Marín de do pongüellegar a un lugar a buscar refugio.

Sin embargo, no salieron inmediatamente, quedándose a descansar, ocultos. No había nada que pudieran hacer pues, si decidían salvar a Gabriel antes de que el sol se ocultara, no habría manera de escapar; ahí no había túneles inferiores para salir y entonces sí que morirían de una manera terrible,

Ellos sabían los horarios del jefe y tenían sólo veinte minutos antes de que el llegara a la oficina y viera que Gabriel no estaba, pues iba a arder Troya.

Garza volvió a asomarse e hizo la señal de que lo siguieran y así lo hicieron, manteniéndose en cuclillas y alerta por si veían a Gato en los alrededores, era a quien más temían.

"Está cerrada con llave" Jimmy, el hombre más alto intentó forzar la puerta, pero no pudo abrirla, fue entonces cuando Mía se acercó y tocó la puerta y le habló a Gabriel.

"¿Gabo? ¿Estás ahí?" buscó entre sus pertenencias algo que la ayudara a abrir el cerrojo, pero no encontró nada. Fue entonces cuando Gabriel habló.

"Estoy amarrado a una silla, no creo... no" sollozó por lo bajo, pero fue perceptible para todos, incrementando la desesperación de Mía. Ella desesperada buscó mil maneras de entrar sin llamar la atención, pero no estaba encontrando nada; un sudor frío le recorría por la espalda. Fue entonces cuando Aurora la apartó y metió un cuchillo extraído de la cocina en la hendidura de la puerta. Ella se había retrasado un poco para extraer algo de su escondite después de escrutarlo con la mirada.

Pero le estaba costando trabajo por el cabestrillo, así que fue Garza quien tomó el mando y de un golpe en el mango logró insertar el objeto en la ranura, pero sin nada de éxito, pues el filo se rompió en el intento.

"¿Qué vamos a hacer?"

"¿Y si rompemos la puerta?

"No podemos romper la puerta, no hay que jugarle al bravo"

"Pero nos queda poco tiempo y Gato..."

La voz de Gato se escuchó a lo lejos. Ellos creían que ya se había ido a dormir, pero al parecer no había sido así y ahora estaba de vuelta, a menos de veinte metros de ellos. Todos se miraron entre sí"

"Puta madre"

"Corran a esconderse de nuevo, yo lo distraigo"

"En realidad somos cinco contra uno ¿no podemos hacer algo=

Gato se dirigía de vuelta a su oficina a buscar su premio. Esa noche se había levantado con hambre, un hambre distinta al deseo de comida, su hambre era de sangre; el necesitaba verla correr y esparcirla por todos lados. Se había convertido en su fetiche y su modo de diversión después de matar a su primera víctima al entrar a las redes del narcotráfico. Su Familia lo había acogido al ver sus capacidades y la sangre fría con la que se manejaba en el medio. Se volvió líder de todos los hombres y mujeres que hoy se encontraban con él en el refugio, lo respetaban y juntos accedieron a ser parte del Cartel, eso les daría más poder y la libertad de poder tomar todo lo que quisieran.

Antes del AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora