En el camino, otra vez

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El silencio en el interior del auto era sepulcral. Nadie sabía que decir o qué hacer con la incomodidad que se había generado en cuanto Gabriel y Mía entraron al auto, sin embargo, todos estaban ensimismados en sus propios pensamientos. Aurora no quitaba la vista del camino y avanzaba a una velocidad prudente, no sabía exactamente a dónde iba, pero no dejaba de pisar el pedal. El auto era más pesado de lo que ella jamás había manipulado, pero en las calles desiertas no había mucho de qué preocuparse. Liliana se sentía agotada, pero debía de estar constantemente atenta a lo que sucedía.

"¿Saben si la ruta por la que vamos es la correcta?"

"Creo que sí"

"¿Crees? ¿Es en serio?" Mía era una experta en rutas y sabía que no estaban ni tantito cerca del camino por el que debían ir.

"Pásate para atrás, dame el volante" Aurora no le hizo caso. Ella siguió acelerando.

"¿Estás sorda?"

"Te escuché perfectamente" pero no hizo nada más. Se sentía un poco cansada de recibir órdenes todo el día, manejar le gustaba, le ayudaba a despejar la mente cuando todo salía mal.

"¿Y luego?"

"Al menos pide las pinches cosas por favor. Ustedes decidieron venir con nosotras, esta es nuestra misión"

"Vas en nuestro maldito automóvil y soy militar, así que has lo que te ordeno"

"Eras militar. Y si no nos traíamos esto de todos modos alguien más se lo iba a llevar" Aurora apretaba el acelerador más a fondo.

"Ya cálmense, no necesitamos este tipo de discusiones en estos momentos ¿sí?" Victoria intervino. De nuevo la situación se tornó incómoda y todo el mundo se volvió hacia su respectiva ventana con sus propios pensamientos sin notar que un automóvil venía siguiéndolos en la lejanía.

Fue Liliana quien lo hizo después de unos minutos más de camino.

"Aurora, creo que es momento de que entregues el auto a Mía"

"¿Tú también?"

"Alguien nos viene siguiendo"

Inmediatamente Aurora se enfrenó y se pasó al asiento trasero. Mía se apresuró a tomar el volante al ver que el carro que las seguía aceleraba hacia su dirección. Ella apagó las luces del auto y aceleró, esperando que el velo de la noche pudiera protegerles de la vista de los persecutores.

"¿Es que acaso no vamos a estar tranquilos nunca?"

"Ya deberías saberlo, nunca se está cien por ciento tranquilos en una situación de supervivencia"

Todos iban agarrados hasta con las uñas de los pies cuando Mía se metió por calles y salió a la autopista que los llevaba por el camino correcto, pero seguía sin perder a los malhechores y ya estaban cerca de alcanzarlos, pues los disparos rebotaban en las ventanillas blindadas del carro.

"Nos vienen pisando los talones, Mía, van a alcanzarnos" La cara de preocupación de Liliana, quién no dejaba de aferrarse al asiento del copiloto, hizo que Mía acelerara hasta el fondo y tomara una ruta de escape casi impensable; delante de ellos, para su buena fortuna, y gracias a que la zona en la que estaban solía ser industrial y había ensambladoras de autos, estaba una grúa estacionada con el remolque inclinado.

La escena que figuraba en la mente de todos era de película, pero lo que siguió a continuación no lo fue para nada.

El auto era demasiado pesado y la aceleración que llevaba apenas alcanzó para brincar el muro de contención, pero no había suelo próximo al que caer, pues la autopista era elevada. Salieron volando, sujetos de todas partes, y preparándose para la caída.

Antes del AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora