Hora de irnos

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Liliana volteó a ver a donde se dirigía la mirada.

Al ver tal cantidad de gente corriendo hacia ellas, Lili le gritó a Victoria, quien se quedó paralizada por un momento.

"Victoria, tenemos que irnos ¡Ya!"

Aurora veía todo desde lejos, cuando escuchó que el grupo de gente se dirigía hacia ellas, de pronto se acordó de aquellos hombres que las habían perseguido y se hizo un ovillo en el suelo. Lili, al no ver acción por parte de sus compañeras, le quitó las llaves de la mano a Victoria y arrastró a ambas a uno de los autos blindados.

Sólo había un par de llaves, pero no sabía cuál de todos los autos abría. Así que eligió uno al azar espero que la suerte estuviera de su lado. Metió la llave en la cerradura y giró. Lili agradeció, pero maldecía que los autos no fueran inteligentes y tuvieran alarma para identificarlos entre sí.

Los miembros del Cártel las vieron entrar a los autos y comenzaron a gritar groserías y a disparar, uno de ellos no dejaba de correr hacia ellas.

"Liliana, nos van a agarrar"

"Deja de llorar ¿quieres? Necesito que manejes esta cosa"

Victoria entró también al auto dando tumbos. Quería tener el control de la situación pero estaba demasiado impactada, de pronto, todo lo que creía fantasía estaba volviéndose real. Aquello imposible estaba golpeándole la cara y estaba a punto de enfrentarse a la muerte frente a frente y no se sintió preparada para eso.

Aurora se sentó en el asiento del piloto y Liliana estaba a su lado. Victoria se sentó en la parte trasera, justo en el medio de ambas. Aurora intentó encender el auto cuando los hombres comenzaron a asaltarlas y a disparar al auto; aquel que no había dejado de correr se paró justo enfrente del auto, con una metralleta apuntando a la cabeza de Aurora, esta, por el rushde adrenalina o quizá por inercia, pisó el acelerador, llevándose consigo al hombre, haciéndolo volar tres metros en el aire.

Su cuerpo quedó inerte después del golpe.

"Tú sigue, no te preocupes por él"

Lo siguiente fue la reja del lugar, estaba hecho que no se detendrían a abrirla y, de otra forma, esta iba a ser reparada por alguien más. Su participación ahí ya había terminado. Gabriel se encontraba en luchando aún con las personas que quedaban, para ese momento Mía ya se había unido a él para luchar a su lado.Las balas no dejaban de ir y venir, las barreras de protección ya estaban agujereadas como queso gruyere y las municiones estaban acabándose; justo en ese momento salió el armamento pesado, un misil fue disparado en dirección a donde venían los invasores.

Todo quedó despedazado, edificios y personas, incluyendo miembros del refugio. Gabriel se quedó anonadado. Se había enfrentado a cosas bastante fuertes antes, pero la situación lo estaba sobrepasando. Recorrió con la mirada cada uno de los cuerpos despedazados, personas mayores, compañeros suyos, hombres, mujeres... de pronto se posaron en un hombre regordete a quién reconoció como miembro del Consejo y recordó a sus pequeños hijos. Sintió que el estómago se le revolvía.

"Gabriel ¿Te sientes bien?"

"No" El tomó un minuto para sentarse en el suelo, a pesar de los disparos, y muchas imágenes comenzaron a pasar por su cabeza al punto de marearlo. De pronto, entre todo ese revoltijo, vio a la lejanía un auto que se aproximaba a la entrada.

"¿En serio? ¿Están llevándose un auto?"

Mía volteó a ver hacia donde se dirigía la mirada de su primo y vio que uno de los autos blindados del ejército había sido tomado por las chicas. Se suponía que debían escapar, pero el vehículo no estaba en el trato. Su asombro creció cuando vio que una tercera persona iba dentro con ellas, su tía.

"Tu madre va con ellas"

Él había estado muy seguro de su decisión de quedarse a defender el lugar, pero sentado ahí, con las balas rosando constantemente su cabeza y con los muertos que había dejado el primer misil lanzado por su equipo, su opinión cambió.

"¿Vienes conmigo? Es hora de irnos"

"Pero..."

"Puedes quedarte si quieres, pero no quiero estar aquí, me cansé de defender este lugar hasta la muerte" Mía miró hacia todos lados, viendo por última vez su hogar y tomó a su primo de la mano, juntos se colocaron frente al auto que venía a una velocidad considerable.

El auto se enfrenó de repente.

"¿Qué estás haciendo, hijo? Al menos déjanos tomar ventaja con esto"

"Vamos a ir con ustedes"



Dentro del refugio, recorriendo todos y cada uno de los cuerpos caídos se encontraba un hombre, alto, delgado pero fornido, de cabello azabache con ligeras vetas de canas, aunque era evidente que la calvicie sería prematura. Su nariz pequeña olfateo como si de un sabueso se tratase. El lugar olía a muerte, sangre, pronta putrefacción, intestinos y deseos de venganza. Era obvio que para su equipo la batalla estaba perdida, los habían enfrentado en lugar de darles lo que habían pedido, y lo habían hecho a lo grande, con misiles que acabaron con todo, pero era preferible destruirlo hasta la muerte que entregarlo a quienes lo reclamaban sólo porque sí.

El hombre pateo uno de los cadáveres y siguió caminando, con su escopeta en brazos.

Su mirada era profunda, de ojos negros y ligeramente rasgados, casi felina. Estos se abrieron de par en par al ver a su joven enviado muerto, asesinado de una manera cobarde, por la espalda. En realidad, no sabía si fue un accidente o una ejecución, pero no estaba contento. Bernabé había sido de mucha utilidad incluso desde antes del Caos, era una pena que terminara de esa manera.

Se aproximó a él y cerró sus ojos.

Siguió caminando, estaba buscando algo, o a alguien. Recorrió todos los lugares posibles, hasta que llegó a la estación de policía. No había nadie, todo estaba completamente vació, así que se aventuró en el interior. Abrió todas las puertas hasta que dio con dos, una cerrada con llave, la otra estaba abierta, se introdujo y bajó por las escaleras. Llegó a las celdas, pero estaban vacías. Sacó un radio de su pantalón.

"No están aquí, se las llevaron"

Antes del AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora