Epílogo

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Más allá de todo, y en contra de toda lógica, Liv nunca se consideró una persona vanidosa. Sin embargo, allí se encontraba, con la mirada pegada al espejo frente a ella examinando cada centímetro de su figura. El casamiento, la familia feliz y toda la rosca nunca estuvo entre los planes de la muchacha, incluso antes de que su vida diera un giro tan abrupto. Recordó a la chica inocente, de fuerte carácter y ambiciones que pendían de un hilo. Había pasado tanto tiempo desde que la había recordado. Se sentía alguien completamente distinta ahora, como si estuviera invadiendo los pensamientos de otra persona.

Aún así, nunca se lo habría imaginado.

Pasó las manos por la tela blanca de su vestido, sintiendo el revoltijo en el estómago que, por primera vez en años, no era causado por una hemorragia interna. No cabía duda, aquella era la pieza de ropa más hermosa que jamás había usado, y eso era incluyendo los vestidos de su madre que había tomado prestados -y olvidado devolver. Acomodó la tela que caía hasta sus pies y volteó levemente, observando su espalda. Era su parte favorita de toda la prenda. Tan sencilla y, sin embargo, tan hermosa.

Un maullido detrás de ella la sacó de sus cavilaciones y Liv tardó más de lo que le gustaría admitir darse cuenta de por qué el sonido le resultaba tan extraño. Volteó con rapidez, encontrándose frente por frente con una bola de pelos blanca, quien caminó a paso apresurado hasta sus pies y comenzó a ronronear con fuerza. La tomó en brazos y acarició su lomo, acto que pareció bien agradecido por parte de la gata. La había extrañado tanto, sobretodo los últimos meses, pero aún no estaba segura de cuáles eran las reglas de viajes intergalácticos luego de la guerra y no quería averiguarlo tras un par de rejas. A pesar de que para el pequeño animal no habría pasado más de un mes, Luna parecía estar extremadamente emocionada de ver a su dueña de nuevo. Y Liv no podía hacer más que devolver la exaltación.

—Hola, pequeña —rascó detrás de sus orejas, recibiendo más ronroneos de su parte—, te he extrañado demasiado ¿Cómo llegaste hasta aquí? Dudo mucho que hayas aprendido a usar el Bifrost por tu cuenta.

—No le faltó intentar —Liv volteó hacia el lugar donde provenía la voz—. Es una gata muy insistente, debo admitir.

—Freya —el pequeño deje de sorpresa en su voz fue rápidamente suplantado por una media sonrisa.

—Supuse que necesitarías un poco de apoyo extra —avanzó hasta donde ella se encontraba y tomó su cara entre sus manos—. Te ves deslumbrante, Liv. Eres todo lo que visioné para tí y más —no sabía si era la ausencia de seres queridos o los nervios previos a la boda, pero Liv no pudo evitar sentir un nudo en la garganta y las lágrimas picando en sus ojos. Respiró hondo y asintió, temiendo que de decir alguna palabra su maquillaje quedaría arruinado—. Tu padre me pidió que te dijera lo orgulloso que está de ti y que lamenta no poder estar aquí para entregarte en el altar.

Esa fue la gota que derramó el vaso para dar rienda suelta a las lágrimas que ya se habían acumulado en sus ojos. Sin embargo, no eran de tristeza. No. Estaba feliz de que, a pesar de todo, fue capaz de salir adelante. Y se lo debía a todas las personas que habían luchado por ella.

—Está bien —secó las lágrimas con su pulgar, tratando de no correr el maquillaje bajo sus ojos—. Creo que puedo sobrevivir cinco metros sin tropezar en el intento.

—Es tu momento de ser feliz —su madre sonrió—. Sin trucos esta vez. Lo prometo —escuchar aquello de la diosa de la profecía era más reconfortante de lo que quisiera admitir.

—Eso va a ser un buen cambio de escenario, para variar.

—¡Liv! ¡Es hora! —Wanda entró por la puerta de la habitación, parando en seco al divisar a la diosa parada en el medio de la misma— Oh... Su... ¿majestad? —la muchacha hizo un intento fallido de reverencia que causó una pequeña risa por parte de la pelirroja. Su madre simplemente asintió con la cabeza— Me dentendría un segundo a analizar la situación, pero no hay tiempo. Debemos irnos. Ahora.

—Es lindo escuchar esas palabras y que no sean seguidas de un encuentro cercano con la muerte.

El camino hasta el bosque a un costado de la cabaña pareció más largo de lo que creyó inicialmente. En su defensa, la nieve y los tacones altos no eran una buena combinación, pero dudaba que el vestido se viera igual de lindo con sus botas gastadas, por lo que era un sacrificio que estaba dispuesta a hacer. Podía escuchar las voces de las personas detrás de la pequeña cortina que separaba el evento de ella. Eso era todo lo que había entre ambos, una fina cortina blanca. El frío se calaba hasta sus huesos, pero poco le importaba. Tenía suficiente calor en la sangre para mantenerla alerta por el tiempo necesario.

De pronto comenzó a sentir la ansiedad y los nervios intensificados. Eso era todo. Todo por lo que había luchado durante esos cinco años se encontraba del otro lado de la cortina y, a partir de ese instante, nada más podría interponerse entre ellos dos.

Y sí, eso era una amenaza.

Morgan jugaba con los pétalos de flores en la canasta que llevaba entre las manos mientras Wanda intentaba explicarle su rol en los próximos segundos. Con una simple señal hacia el cuarteto de cuerdas en una esquina, la música comenzó a sonar y las voces de los invitados cesaron. Liv respiró hondo. Estaba aterrada. Ni siquiera notó cuando Morgan desapareció por entre la apertura de las cortinas. Wanda posó una mano sobre su brazo y dio un pequeño apretón, antes de voltear en dirección al altar y desaparecer por entre la cortina, también. Ahora solo quedaba ella.

—Iré a tomar asiento ¿Crees que puedas desde aquí? —su madre la observó con cautela. Era bastante más alta que ella, nunca se había detenido a observarlo.

—Sí, sí. Claro —su voz era temblorosa, sosteniendo el ramo de flores con fuerza sobre su pecho. Freya asintió y volteó para irse de allí—. Espera —la diosa volteó, fijando la mirada en ella nuevamente—, ¿crees que puedas caminar conmigo?

—Sería un honor.

Por primera vez en bastante tiempo, no se sentía sola. Respiró hondo una última vez y tomó el brazo de su madre, quien la observaba con una sonrisa plasmada en el rostro. La cortina se abrió por completo y su corazón dio un salto. Todas sus preocupaciones y nerviosismo se esfumaron. Ni siquiera le importaban todas las personas que ahora tenían su mirada fija en ella mientras caminaba a paso lento por la alfombra sobre la nieve. Lo único que le importaba era él. De repente sabía que todo estaría bien.

Freya besó su mejilla y se fue a sentar en el lugar que Thor acababa de liberar para ella. James sonrió, observándola. Liv no creía poder estar tan feliz como lo estaba en ese momento.

Instintivamente subió una de sus manos al cabello del hombre, sintiendo el nuevo corte que no portaba la última vez que se habían visto. Bucky se sonrojó levemente.

—Me gusta el nuevo cabello —¿primera vez que veía a su novio el día de su boda y eso era lo único que se le ocurría decir? En su defensa, nunca fue conocida por su buena oratoria. El hombre soltó una pequeña carcajada.

—Iba a afeitarme, también, pero Sam dijo que me dejarías si lo hacía —la pelirroja viró la mirada hacia atrás de su novio, observando como el interpelado asentía y levantaba un pulgar desde su lugar de padrino de la boda.

—Buena decisión.

—¿Listos para comenzar? —el oficiante llamó la atención de ambos, obligándolos a salir de su ensimismamiento, pero ninguno se atrevió a separar la mirada del otro.

—Listo —asintió James, tomando sus manos entre las de él y dando un pequeño apretón.

—Lista.

—Empecemos. 

Warzone Queen || Bucky Barnes (Warzone Legacy 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora