Warzone Queen || Bucky Barnes (Warzone Legacy 4)

Capítulo 5: "Intranquila la cabeza en la que reposa la corona"

Era un nuevo día y Liv estaba determinada a organizar sus deberes lo más rápido posible para poder regresar a la Tierra. O al menos eso continuaba repitiéndose en la cabeza una y otra vez mientras tomaba el paseo más tranquilo de la historia por la pradera de Folkvangr. Era cierto, la muchacha no se caracterizaba por ser muy buena cuando se trataba de encrucijadas morales, pero era más fácil ignorar a la pequeña voz en su cabeza que le incitaba a dejar de holgazanear cuando esa voz había desaparecido con el chasquido. 

Ah, extrañaba culpar a su madre por su propia irresponsabilidad. 

El pasto se colaba por sus dedos descalzos en lo que disfrutaba de una perfecta tarde en el reino. Una tarde como cualquier otra, eso era, pero hermosa al fin. La lista de cosas que hacer pesaba en la parte de atrás de su memoria, pero se rehusaba a llevarla a cabo. No aún, al menos. Una vez que regresara, la situación podía ir hacia uno de dos posibles escenarios: o lograban regresar a todos y se veían forzados a retomar sus vidas ignorando el hecho de que se estaban ahogando en estrés postraumático y cicatrices mentales, o nadie regresaba y las esperanzas destruídas terminaban por arruinar aún más sus vidas. La chica tenía un punto. Por otro lado, tampoco era como si pudiera no hacer nada e ignorar el problema hasta que se fuera. Era lo que había estado haciendo por los últimos cinco años y no había estado funcionando. 

Suspiró con pesadez y fijó la vista en el cielo sobre ella, la luz que iluminaba todo el reino emulando la calidez del sol. Luz que provenía de su presencia. Liv no tenía idea de qué quería hacer, pero estaba bastante segura de lo que no quería hacer, y eso era seguir viviendo con la responsabilidad de ser la reina de Folkvangr. El «lleva a tu hija al trabajo» se había extendido más de lo que hubiera querido, lo suficiente para confirmarle que bien podría tachar «monarca» de la lista de posibles salidas laborales, y si había una oportunidad de regresar a su madre y devolverle el trono, tenía que intentarlo. 

Giró sobre sus talones y emprendió camino de vuelta al palacio, donde garabateó con rapidez una carta de urgencia a Frey instándolo a venir cuanto antes. No le dijo por qué, calculó que tendría más chances de conseguir su cometido si lo engañaba para venir y le quitaba las opciones en una conversación cara a cara. Ató el recado en la pata de uno de los cuervos del palacio y lo envió a Alfheim, esperando que no tardara en llegar. 

Ahora solo le tocaba esperar. 

Pasó la siguiente hora recorriendo el castillo y organizando los pequeños hilos sueltos que había estado aplazando por los últimos meses. No sabía cuánto tiempo se iría a ausentar, pero esperaba que fuera la última vez que pisara ese piso de mármol con una corona en la cabeza. Apenas imaginarse el hastío que le provocaría la bienvenida de toda una nueva oleada de guerreros que cayeran en su nuevo intento de salvar al mundo -y fallaran- le daban ganas de esconderse debajo de las sábanas y no salir más. No había opción, su madre debía volver al trono, porque sabía bien que ella no lo haría. 

Se sentó frente al espejo del tocador en su habitación y observó su reflejo por unos segundos. No parecía haber envejecido ni un día en los últimos cinco años -aunque para ella no hubieran sido más de dos y medio, tal vez tres si lo estiraba-, pero había crecido en otros sentidos. Peinó su cabello enmarañado y trenzó un par de mechones a los costados para quitárselos de la cara.

—¿Liv? —se escuchó la voz apagada de su padre del otro lado de la puerta, acompañado de un par de golpeteos— El banquete está por comenzar. Sabes que nadie empezará hasta que bajes. 

Liv mentiría si dijera que aquello no era recurrente. Pero, ¿qué pretendían de ella? Si quisieran que fuera puntual deberían de haber incluido relojes o al menos algún tipo de acción que denotara el paso del tiempo.