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— Bienvenido a mi humilde morada — Dijo Ari en cuanto llegaron.

— Es hermosa — Andrés miraba hacia todos lados, admirando la casa.

— Gracias, yo la decoré, tu habitación será esta — Lo guió por un pasillo, habían tres puertas, suponía que una era de Ari, otra de él y la última era el baño.

Andrés observó su nueva habitación, era bellísima, no estaba tan decorada.

— No la decoré del todo porque creí que te gustaría darle un toque tuyo — Eso lo explicaba.

— Gracias, me encanta — Le era imposible ocultar su sonrisa.

— Estaré en la cocina, por si me necesitas, hay ropa en los cajones y en el armario — Dicho eso salió de la habitación dejando solo al menor.

La habitación era preciosa, era de un color verde manzana, lo suficientemente espaciosa, tenía una cama de una plaza, la cual tenía unas sábanas azules, el armario y los cajones al parecer eran madera de roble y habían unas cuantas fotos de él y su familia, fotos que tenía en su antigua casa. ¿Lograría adaptarse a una nueva rutina?

Encima de la mesita de luz al lado de la cama, había una fotografía, en la fotografía estaban él y su hermana, recordaba perfectamente ese día.

Ese fue el último día que vió a sus padres, ellos le tomaron esa foto.

No quería seguir recordando, pues sabía que se pondría a llorar, pero su mente estaba jugando demasiado sucio, su mente le mostraba cada recuerdo que pasó con su hermana, su querida hermana, aún no podía creer que ella esté muerta. ¿Qué tan cercano habrá sido Ari? Él no lo recordaba, estaba divagando en sus recuerdos pero nada aparecía.

Se daría una pequeña dicha e iría a preguntarle.

•••

— Umh... Ari... — Dijo algo suave, se sentó en una de las sillas que había allí.

— ¿Si? — Estaba de espaldas, por lo poco que veía estaba haciendo el almuerzo.

— ¿Qué tan cercano eras para mi hermana? — Preguntó directo.

— Pues... Sólo éramos amigos — Dijo elevando sus hombros.

— ¿Por qué no te recuerdo? —

— Porque sólo hablábamos en dónde nos encontrábamos —

— ¿En dónde se conocieron? — Ok, hay que aceptarlo, era curioso.

— Nos conocimos antes de que tú nacieras, si mal no recuerdo teníamos unos cuatro años, y hace unos meses volvimos a hablar — Una sonrisa un poco nerviosa se mostró en su rostro.

— No tienes que mentirme, sé perfectamente en lo que estaba metida Bella, dime la verdad — Demandó serio, Ari soltó un suspiro.

— Bien, nos conocimos cuando tenía diez años, nos habían pedido que fingiéramos, fue hace bastante tiempo... Pero con esos mafiosos nos encontrábamos la mayoría de las veces —

— Creyeron que no los encontrarían, lograron encontrar a Bella, pero a tí aún no — Dijo preocupado.

— Así es, y no lo lograrán, así que relájate, no nos encontrarán — Le dió una mirada que le dió seguridad.

No podía creer que estaba confiando en alguien que hace poco había conocido.

— ¿Sei sicuro che non ci troveranno? — Aún dudaba, poco, pero lo hacía.

— Completamente, sono ben nascosto, non ti preoccupare, forse ad un certo punto ce ne andremo, ma staremo bene —

Asintió levemente, no podía creer que le tenía confianza a un desconocido, aunque el desconocido lo salvó, de cierta manera.

El mayor se dió la vuelta para seguir cocinando, Andrés lo observaba con una sonrisa ladina.

— Me gusta tu casa, es bastante sencilla, pero hermosa — Dijo observando la casa.

— Gracias, cómo te dije la decoré yo — Una sonrisa orgullosa estaba en el rostro del mayor.

— ¿Antes vivías con alguien? —

— Sí, vivía con una de mis hermanas, pero ella se fue, así que quedó para mí — Levantó y bajó sus hombros. — Y cuando se fue cambié todo, ahora me gusta más — La sonrisa de Ari enamoraría a cualquiera.

Eres mi Debilidad  •Spartor•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora