Sei

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— No te quería hacer enojar lo siento — Le mostró una cálida sonrisa.

— No importa — ¿Tan fácilmente se enojaba el menor? Lo anotaría para el futuro.

— Oye, falta poco para tu cumpleaños — Intentó cambiar de tema, no le gustaba estar en un silencio sepulcral con el menor.

— Si dos meses es poco para tí, pues sí, falta poco — ¿Siempre es así de sarcástico?

— Pues sí, ahora dices que es poco tiempo, pero el día de tu cumpleaños dirás qué pasó demasiado rápido el tiempo, hablando de eso, ¿Qué te gustaría que te regale? Espero que te hayan gustado los desayunos y libros que elegí los años anteriores — Lo miró con una sonrisa, el menor, al parecer, estaba en un leve estado de shock.

— ¿Tú eras... Tú eras el que mandaba esos regalos? — Ésta vez sí lo miró.

— Sí, espero que te hayan gustado, no nos conocíamos, entonces opté por lo más “normal” — Hizo comillas con sus dedos en la última palabra.

— Gracias, gracias, gracias — De la nada sintió como, prácticamente, se lanzó sobre él.

— ¿Por qué me agradeces? — El menor lo estaba abrazando, y él tampoco se quedó atrás.

— Gracias a tí me gustan los libros, gracias a tí había encontrado un motivo para cumplir más años de vida y gracias a tí, estoy a salvo — Por cada palabra que el menos decía, se aferraba más en el abrazo.

— Eso me confirma que hice una buena elección de regalos — Le daba leves caricias al cabello del menor, desde que lo había encontrado tenía ganas de mimarlo, si el menor no fuese tan desconfiado, muy probablemente él haya cumplido con el hecho de hacerle mimos.

Estuvieron un rato largo así, abrazados, sin preocuparse de lo que pasaba arriba.

— Ari... Tú habías comprado cosas, ¿Y si ellos encontraron esas cosas y no se quieren ir creyendo que saldremos de aquí tarde o temprano? — El menor dijo eso tan rápido, que si no estuviese con su atención en él, no le habría entendido.

— Tranquilo, a las cosas recién compradas las escondo en otro lugar, por si pasa algo como esto, en la alacena, la cual seguramente están buscando allí, sólo hay telarañas, eso les hará pensar que nos fuimos en algún momento — Intentó calmarlo, y al parecer, lo logró.

— ¿Cuánto tiempo tardarán en irse? — Al parecer el menor tenía muchas preguntas.

— No lo sé, más tarde iré a revisar — Le dijo acariciando levemente su cabeza y espalda.

De repente sintió una respiración calmada, el menor se había quedado dormido encima de su pecho, eso lo relajaba de sobremanera.

¿Se estaba enamorado de un chico de dieciocho años? Sí, definitivamente, y no había vuelta atrás, lamentablemente.

Dos horas, habían pasado dos horas, Andrés estaba dormido en su pecho aún, los hombres deberían de haberse ido, movió un poco a Andrés, acomodándolo en la cama.

Se levantó despacio, se dirigió a la puerta y la abrió con cuidado, todo era un desastre, habían roto todo lo que habían visto, escuchó unos pasos y se volvió a esconder, ésta vez escuchando.

— No hemos encontrado nada, será mejor avisarle al jefe que no hay nadie, ni nada en este lugar — Eso lo relajó, se iban a ir.

— Está bien, aunque... ¿Están seguros que vieron en todos los lugares? —

— Sí, inclusive rompimos un par de cosas para afirmar —

— Está bien, vámonos — Escuchó la puerta cerrarse, soltó un pequeño suspiro.

Salió por completo, despacio, sacó la cabeza por la puerta de la habitación, y aseguró el lugar, definitivamente se habían ido.

En el pasillo habían cuadros rotos, vidrios, debían de irse.

Volvió a la habitación y fue por Andrés.

Eres mi Debilidad  •Spartor•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora