Ella era la chica alegre, extrovertida, chistosa y juguetona.
Hasta que sucedió el incidente...
Pero en todo cuento tiene su príncipe ¿No?
Él le devuelve los hermosos colores de la vida, por que, en todo caso:
-En la tristeza, hay alegría...-susurr...
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—¡No, vaya qué eres tonto! —grita Abby.
—Mira pequeña, no entiendo nada de este juego, en mi puta vida había jugado... Como se llame esto.
—Se llama Carcassonne y es un juego Alemán —sonríe inocente.
—Lo que sea, no quiero seguir jugando esto, moriré sí sigo así —afirmé juguetón.
—Bueno y ¿que haremos? —pregunta juntando las piezas del juego para seguidamente guardarlas en el cajón de uno de los estantes.
—No sé, dime tú.
—Es de noche y ¿sabes? —negué—. ¡Tengo hambre!
Reí.
—Vaya... pensé que dirías otra cosa —le sonreí picarón.
—¡Vaya qué eres más tonto de lo que creí! —repitió para caminar hacia mí.
—Era broma pequeña —ajá.
—Lo sé.
—¡Y tanto drama!
—¡Es qué tu no eres divertido! —ajá.
—¡Tu eres la que se pone toda histérica y bipolar!
—¡Mentira! —grita cruzando los brazos.
—Mejor ve hacer lo que ibas a hacer.
—¡Párese un trabalenguas!
—Dios —susurré estresado—. Mira...
—¡Te miro! —me volteó a ver, sinceramente, creo que ella está loca.
Madre Santa, si me escuchará decirle esto, no estaría aquí.
—¿Quieres salir? —cambié el tema.
—Mmm no sé, creo que es mejor estar en casa —tocó su barbilla pero segundos después me miró—. ¿Eres mi amigo?
¿Estás loca?, quise decir pero solamente lo pensé.
—Soy más que solo tú amigo —dije sincero.
Ella seguío mirándome para solo decir una palabra que casi hace que mi corazón dejara de palpitar.
—Te quiero Ashton.
Una pequeña pero sincera sonrisa salió de su perfecto rostro, hice lo mismo, claro que lo hice. Me levanté y llegué a sus pequeños brazos que me recibieron en una reconfortante abrazo, que daría cualquier cosa en mi vida por obtenerlos siempre.
—Yo también lo hago pequeña, yo también.
*****
—¡Qué no! —grité al ver Abby balancearse en un juego de hamacas en el parque... para niños.
