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A lo mejor nunca se han caído a un riachuelo helado. Esto es lo que ocurre:

1. Está frío. Tan frío que el Departamento de Medición y Regulación de Temperaturas de tu cerebro realiza sus cálculos y anuncia: «No puedo enfrentarme a esto. Yo me voy». Saca el cartel de «he salido a comer» y le pasa la pelota al...

2. Departamento del Dolor y su Procesamiento, que recibe el galimatías que el Departamento de Medición de Temperaturas no logra procesar. «Este no es nuestro trabajo», dice. Empieza a presionar botones al azar, y eso te provoca una serie de extrañas y desagradables sensaciones, y llama a la...

3. Oficina de Confusión y Pánico, donde siempre hay alguien dispuesto a levantar el teléfono en cuanto suena. Esta oficina siempre está lista para entrar en acción, y es poco decir que a la Oficina de Confusión y Pánico le encanta presionar botones.

Por eso, durante una milésimas de segundos, Taehyung y yo fuimos incapaces de reaccionar a causa de todo aquel embrollo burocrático que se desarrollaba en nuestras cabezas.

Cuando nos recuperamos un poco, empecé a asimilar qué me estaba ocurriendo. La buena noticia era que solo estábamos hundidos hasta el pecho. Bueno, al menos yo. A Taehyung le llegaba algo por encima del ombligo. La mala noticia era que habíamos caído a un agujero en el hielo, y es difícil salir de un lugar así cuando uno está prácticamente paralizado por el frío.

Ambos intentamos salir, pero el hielo se resquebrajaba cada vez que ejercíamos presión sobre él.

Como una reacción automática, nos abrazamos.

–Bueno –dijo Taehyung sin parar de temblar–. Ha... hace... muuu... mucho frío. Esto va mal.

–¡¿No?! ¡¿Me lo dices o me lo cuentas?! –grité. Aunque no tenía el aire suficiente en los pulmones para llegar a gritar, así que me salió una especie de susurro tembloroso.

–Debería... deberíamos... romperlo.

Esa idea también se me había ocurrido, aunque resultaba reconfortante oírlo decir en voz alta.

Ambos empezamos a romper el hielo con los brazos rígidos, avanzando como si fuéramos robots, hasta que llegamos a la capa más gruesa. Allí, el cauce era menos profundo, aunque no mucho más.

–Te levantaré con una mano –dijo Taehyung–. Sube.

Cuando intenté mover la pierna, la extremidad se negó a reaccionar. Tenía las piernas tan entumecidas por la congelación que ya no me respondía. Cuando logré moverlas, Taehyung tenía las manos demasiado congeladas para aguantarme. Tuve que intentarlo un par de veces, pero al final logré apoyar un pie.

Por supuesto, en cuanto me levanté descubrí que el hielo resbala, resbala de verdad y que, por tanto, es muy difícil no caerse, sobre todo cuando tienes las manos cubiertas con bolsas de plástico.

Logré darme vuelta a ayudar a salir a Taehyung, que cayó en plancha sobre la superficie helada.

Estábamos afuera. Y estar afuera era muchísimo peor que estar adentro, aunque pueda parecer extraño.

–No... no... no está... lejos –dijo.

Resultaba difícil entenderlo. Me temblaban hasta los pulmones. Me tomó de una mano y tiró de mí hacia su casa, que estaba justo al final de la cuesta. Si no hubiera tirado de mí hacia su casa, no habría logrado llegar hasta arriba.

Jamás, jamás he sentido más felicidad al ver una casa. Estaba totalmente rodeado por un leve fulgor verde, moteado por pequeños puntitos de color rojo. La puerta trasera estaba abierta, y entramos en el paraíso.

No era porque se trataba de la casa más maravillosa en la que hubiera estado jamás; de hecho, era una vivienda sencilla, con un aroma cálido y delicado, a pavo asado, galletitas recién horneadas y a árbol de Navidad.

Taehyung no dejó de tirar de mí hasta que llegamos a una puerta, tras la cual había un baño con plato de ducha y mampara de cristal.

–Adelante –indicó, y me obligó a entrar–. Dúchate. Ya. Con agua caliente.

EL EXPRESO DE HOSEOK • VhopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora