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No se puede pasar tanto rato encerrado en el baño sin despertar ciertas sospechas. Permanece allí más de media hora y la gente empezará a mirar la puerta preguntándose qué te ocurre.

Estuve ahí metido como mínimo treinta minutos, sentado en la ducha, con la mampara cerrada, llorando con la cara hundida en una toalla de mano que decía: «¡Que nieve!».

Sí, que nevara. Que nevara y nevara, y que la nieve me enterrara. ¡Qué cosas tan graciosas tiene la vida!

Me daba pánico salir de allí, pero, cuando lo hice, descubrí que la cocina estaba vacía. Aunque habían animado el ambiente. Había una vela navideña encendida junto a la cocina, sonaban las canciones de Bing Crosby a todo volumen, y había una jarra de café humeante y una torta casera en la mesada. La señora Kim emergió del lavadero, situado junto a la cocina.

—Le he pedido a Taehyung que fuera a casa de los vecinos a pedirles un enterito de nieve para Yang mi —dijo—. El suyo le ha quedado pequeño, ha crecido mucho, y los vecinos tienen una hija de su mismo talle. Taehyung volverá pronto.

Me miró con compresión, como diciendo: «Sé que necesitabas tiempo para ti. Ya me encargo yo».

—Gracias —dije, y me senté a la mesa.

—Y he hablado con tus abuelos — añadió—. Tu madre me ha dado su número. Estaban preocupados, pero los he tranquilizado. No te preocupes, Hoseok. Sé que estas fiestas pueden ser difíciles, pero intentaremos que sean especiales para ti.

Estaba claro que mi madre le había revelado mi verdadero nombre. La señora Kim lo pronunció con cautela, como si quisiera transmitirme que había tomado buena nota de él. Que su respeto era sincero.

—Siempre he pasado unas fiestas geniales —contesté—. Jamás he pasado una mala Navidad.

La señora Kim se levantó y me sirvió café, me puso la taza delante, junto con un envase tamaño familiar de leche y un azucarero enorme.

—Sé que debe ser una experiencia muy dura para ti —me aseguró—, pero yo creo en los milagros. A lo mejor te parece cursi, pero creo en ellos. Y que hayas llegado a casa es un pequeño milagro para nosotros.

Levanté la vista para mirarla mientras me ponía leche en el café y estuve a punto de desbordar la taza. En el baño había un cartelito que decía: «¡Se dan abrazos gratis!». No era nada malo —estaba claro que la señora Kim era una persona agradable—, pero corría el peligro de caer en el abismo de la cursilería.

—¿Gracias? —dije.

—Lo que quiero decir es que... hoy Taehyung parece más feliz que lo que ha estado en... Bueno... Tal vez no debería contarte esto pero... Bueno, a lo mejor él ya te lo ha contado. Se lo cuenta a todo el mundo, y parece que ustedes dos han congeniado, así que...

—¿Contarme qué?

—Lo de Jimin —contestó con los ojos muy abiertos—. ¿No te lo ha contado?

—¿Quién es Jimin?

EL EXPRESO DE HOSEOK • VhopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora