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¿Está muy lejos? –pregunté.

–A un kilómetro de aquí más o menos –dijo, señalando la nada mas absoluta: montículos blancos de nieve que podrían haber sido casas, árboles o muñecos de Godzilla de tamaño natural.

–¿Un kilómetro?

–Bueno, un kilómetro si tomamos el atajo. Por el camino largo es algo más de un kilómetro y medio. No es mucho. Yo podría haberlo hecho de un tirón, pero he visto que esto estaba abierto y he parado para descansar un poco y tomar algo caliente.

–¿Estás seguro de que a tu familia no le importará?

–Mi madre me azotaría amanguerazo limpio si no ofreciera ayuda a alguien en nochebuena.

Park kyung limpiaba la barra con una fregona y estuvo a punto de empalarse a sí mismo en el proceso. Empezó a limpiar el suelo alrededor de los pies de Hana uno. En el exterior, Jin había logrado entrar en la cabina.

Estaba totalmente sumido en su drama personal. Me había quedado solo.

–Bueno –dije–, te acompañaré.

No creo que nadie se percatara de que nos levantábamos y nos íbamos, salvo el señor de aluminio. Estaba dando la espalda a las animadoras, ignorándolas por completo, y se despidió de nosotros moviendo la cabeza mientras nos dirigíamos había la puerta.

–Necesitas una gorra –me indicó Taehyung cuando salimos al gélido vestíbulo.

–No tengo. Iba de viaje a GangWon-do.

–Yo tampoco tengo gorra. Pero tengo esto...

Levantó las bolsas de plástico y me hizo una demostración colocándose la en la cabeza. Se la envolvió y remitió una punta por dentro hasta que le quedó como una especie de curioso turbante puntiagudo en la coronilla. Llevar una bolsa en la cabeza es algo que Hana, Hana y Hana se habrían negado a hacer... Sentí ganas de aclarar que a mí tampoco iba a gustarme. Me la coloqué como pude.

–Deberías ponerte otras en las manos –me dijo y me pasó un par de bolsas más –. No sé qué hacer con tus piernas. Seguro que las tienes frías.

Sí, las tenía frías pero, por algún motivo, no quería que él creyera que era incapaz de soportarlo.

–No –mentí–. Llevo medias gruesas. Y estas botas... también son abrigadas. Pero sí me pondré bolsas en las manos.

Enarcó una ceja.

–¿Estás seguro?

–Del todo. –No tenía idea de porque estaba diciendo aquello. Creí que ser sincero habría supuesto admitir mi debilidad.

Taehyung tuvo que empujar con fuerza la puerta para abrirla del todo, para combatir contra el fuerte viento y la nieve que se había acumulado en la entrada. No sabía que la nieve podía caer formando una cortina, como la lluvia. Aquella nieve se pegaba y pesaba, y los copos eran como monedas de veinticinco centavos.

En cuestión de segundos, quedé calado hasta los huesos. Dudaba de la auténtica profundidad de la nieve a cada paso, y Taehyung se dio vuelta para comprobar qué tal me iba.

–¿Vas bien? –me preguntó.

Sólo podía hacer dos cosas: dar media vuelta en ese preciso instante o seguir hasta el final.
Mire rápidamente hacia atrás y vi a las tres Dongjus haciendo una pirámide humana en el centro de la Waffle House.

–Sí –dije–. Sigamos.

EL EXPRESO DE HOSEOK • VhopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora