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Taehyung y yo pasamos un largo rato en silencio mientras nos llenábamos el garguero, disfrutando de lo lindo, una vez que la señora Kim se fue. Aunque tenía la sensación de que, en realidad, no se había ido, o en todo caso yo no había oído que lo hiciera. Me parece que Taehyung tenía la misma sensación, porque no paraba de darse vuelta para mirar.

—Esta sopa está realmente rica —dije, porque me parecía un buen comentario para que ella lo oyera si estaba espiándonos—. Nunca había probado nada igual. Es por estas bolitas...

—Seguramente no eres judío, por eso te parece tan rica —respondió él, se levantó y cerró la puerta en forma de acordeón de la cocina—. Son bolitas de matza.

—¿Eres judío?

Taehyung levantó un dedo, para indicarme que debía esperar. Sacudió un poco la puerta, y se oyeron un par de pisadas rápidas que hicieron crujir el suelo, como si alguien subiera las escaleras a hurtadillas.

—Lo siento —dijo—. Me pareció que teníamos compañía. A lo mejor eran los ratones. Sí, mi madre es judía, así que, técnicamente yo también lo soy. Pero tiene un rollo raro con la Navidad. Creo que lo hace para no desentonar. Aunque se le va un poco la mano.

La cocina estaba decorada al más puro estilo navideño, no faltaba detalle. Los trapos de cocina, el cobertor de la tostadora, los imanes de la heladera, las cortinas, el mantel, el centro de la mesa... Cuanto más miraba, más navideño parecía todo.

—¿Te has fijado en la ramita de muérdago luminosa de la entrada? —me preguntó Taehyung—. Si seguimos así, nuestra casa no saldrá nunca en la tapa de Judíos Sureños.

—Entonces ¿Por qué... ?

Se encogió de hombros.

—Porque es lo que hace todo el mundo —contestó al tiempo que se servía otra rodaja de pavo asado, la enrollaba y se la metía en la boca—. En especial por aquí. No estamos en lo que se denominaría una floreciente comunidad judía exactamente. En las clases de hebreo de mi colegio éramos solo un chico y yo.

—¿Tu novio?

Su rostro se transformó. Le afloraron unas arrugas fugaces en la frente y frunció los labios en un gesto que percibí como sonrisa contenida.

—Solo porque seamos dos en todo el pueblo no significa que tengamos que estar juntos –puntualizó—. Las cosas no funcionan así: «Mira, ¡Dos judíos!, ¡Que bailen juntos!». No, no es mi novio.

—Lo siento —me disculpé enseguida.

Era la segunda vez que mencionaba a su novio para intentar presumir de mis dotes de observador y, una vez más, él había desviado la conversación hacia otro tema. Hasta ahí habíamos llegado. No seguiría insistiendo.

Resultaba evidente que él no quería hablar de él. Lo que me extrañó un poco, porque parecía el típico chico que habría estado contando cosas sobre su novio durante al menos siete horas. No sé... Me transmitía esa sensación.

—No pasa nada. —Fue a buscar más pavo con cara de haber olvidado ya lo tonto que podía ser a veces—. Yo suelo pensar que a la gente le gusta tenernos por aquí. Como si fuéramos un complemento para el vecindario.
«Tenemos un parque, un sistema eficiente de reciclaje y dos familias judías.» En esa onda, ¿me explico?

—Pero ¿no es un poco raro? —pregunté al tiempo que tomaba el salero con forma de muñeco de nieve—. ¿Y toda esta decoración navideña?

—Puede ser que sí. Pero es una fiesta importante ¿sabes? En general parece todo tan falso que no pasa nada. La verdad es que mi madre le gusta celebrar todo. Nuestros parientes de otros lugares piensan que es raro que tengamos el arbolito, pero los árboles son lindos. Un árbol no es precisamente religioso.

—Es verdad —dije— ¿Qué opina tu padre?

—Ni tengo idea. No vive aquí.

Taehyung no se incomodó al comentarlo. Aunque volvió a tamborilear con los dedos sobre la mesa para ignorar el tema y se levantó.

—Voy a preparar todo para que te quedes a dormir. En seguida vuelvo.









Escribo este capítulo sin la intención de ofender a nadie. ♡

EL EXPRESO DE HOSEOK • VhopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora