Cap. 18

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  • Dedicado a Arancha Eseverri Barrau
                                    

En un momento todo se volvió tan extraño, me sentí amenazada, el peligro aullaba en mi nuca, lo sentía, el pulso se me disparó y sentí una mano fría en mi espalda y en mi cuello, me dijo que no me moviera… me descontrolé…y no sé qué paso después.

En medio de la confusión vi a lo lejos las figuras estáticas e imponentes de dos de aquellos hombres, sus ojos seguían clavados en mí a pesar del humo asfixiante y los veía brillar rojos como las llamas que devoraban ahora el local, una oleada de humo hizo toser más a la gente. Avancé a trompicones entre la muchedumbre, los gritos aún se oían cuando deje atrás la zona, pero las llamas resplandecían en el cielo oscuro de la ciudad que se había quedado sin luz, mi corazón aún acelerado empezó a recobrarse e intente alejar de mi mente los sollozos y los gritos llenos de pánico de la gente que intentaba salir del local en llamas.

Había echo que el bar ardiera y quien sabe cuantas personas habría matado en mi desesperación por huir de ellos, aún veía en mi retina los empujones y golpes que se daban, se pisoteaban unos a otros por alcanzar la salida y escapar de aquel infierno mientras tosían, sentía el calor abrasador pero yo era inmune a todo. 

Me desplome en un callejón, las lagrimas ya no me dejaban seguir, el saco de piedras de mi culpabilidad era demasiado pesado.

-No te preocupes, mañana dirán que fue un accidente – dijo una voz desde la penumbra. Cada día mueren miles de personas y las que fueron la cena son los menos.

Entrecerré los ojos para ver mejor más por instinto que por necesidad, entonces la llama de un mechero prendió un cigarrillo y saliendo de la oscuridad expulsando el humo apareció un chico sumamente atractivo, quedé paralizada incluso me costaba respirar.

-¿Quién eres? – pregunté limpiándome los ojos, lo malo es que cuando me quise dar cuenta me había levantado y me sujetaba por la cintura, él sonrió satisfecho y tiró el cigarrillo.

-No te sientas culpable Guizhsele, es instinto de supervivencia, sólo te falta un poco de practica en el control de tus dones.

-¿Cómo demonios lo sabes? – protesté intentando separarme de él pero no podía, me atraía  tanto…

-¿Dónde esta ahora tu querido Naigel? Él nunca esta cuando de verdad le necesitas, y cuantos secretos..

-¿De qué le conoces, como sabes que… - me interrumpí – No, mejor ¿quién eres y de que me conoces a mí? – retrocedí quedando contra la pared.

-Soy Abel – respondió mientras me cogía la barbilla suavemente acercando su rostro al mío me besó fugazmente. 

Le abofeteé y me aparté andando hacia casa.

-Creí que querías respuestas Gizhele.

Me detuve, fue algo que no pude remediar, si sólo me hubiera girado hubiera podido ver su sonrisa perversa.

-Ya decía yo – me alcanzó

-No significa que vaya a creerte.

-Claro… por supuesto, ni que yo te vaya a contar la verdad o lo que quieres oír.

Me metí en la primera cafetería que encontramos abierta y nos sentamos tras pedir.

-Desembucha…

-Que prisas, a mi me gusta disfrutar de tu compañía – sonrió malicioso

-Pero a mí no, así que al grano.

-Con esos modales princesa quizás decida no decirte nada y si te gusta mi presencia….

-Y yo puede que decida dejarte chamuscado… - entrecerré los ojos amenazadora dejándole ver parte de mis afilados colmillos.

-No me impresionas querida.

-Me da igual que te impresione o no, habla.

-Eres muy bonita, sí señor, entiendo que Naigel se esté volviendo loco… eres una chica muy interesante – me miró fijamente – Naigel, Naigel… si él no te satisface siempre puedes acudir a mí.

-Tú no sabes nada, sólo eres un charlatán – me levanté pero él me aprisionó la muñeca y me hizo sentar.

-Todo es por ti querida, tú eres el grial, tú eres el Blade real de nuestra sociedad, tú eres una vampira nata, oh no querida… no fuiste exactamente creada… eres la Buffy o el Ángel verdaderos. Y todos necesitan de ti. Vives en un teatro de marionetas preciosa.

-Estás loco – me solté de un tirón.

-Todos esos sueños…  tu marca, tu poder ¿has probado a salir de día? Te lo recomiendo, tendrás una sorpresa. Eres muchas cosas y nada, tan codiciada... Nos has tenido locos buscando de un lado a otro pequeña. Buscábamos un objeto y resulta que siempre fue una jovencita como en la trama de una peli. Vampiresa, brujita, humana… angelito… Desde luego hay que felicitar a Naigel, fue muy listo.

-Abel…

-Hablando del rey de roma – se giró este mirando a Naigel

-Vamos Gizhele – me miró y yo le miré desconcertada ya no sabía de quién podía fiarme – Me llamaste ¿no?

Asentí y me levanté.

-Vamos, sentaos un poco, estábamos charlando de algo interesante. ¿Verdad Gizhele?

Naigel suspiró y me indicó que tomase asiento, él lo hizo a mi lado.

-Tú chica ha montado una buena ahí fuera…

-¿Qué quieres Abel?

-Oh nada… sólo contarle a Gizhele su pequeña historia ¿Por dónde iba? – sonrió despectivo ignorando el gruñido amenazador de Naigel – Os gusta demasiado enseñar los colmillos chicos… ¡ah sí! Ya me acuerdo, en fin Gizhele… dos grupos te quieren matar, otro estudiarte y otro bueno… convertirte en su Khali particular y que los lleves a la luz de nuevo.

-Naigel – le miré buscando su respuesta.

-Es cierto Gizhele.

-¿Y cuando pensabas decirme algo? ¡¿Con quién demonios estás tú?! ¡Me llevaste ahí ante todos para que supieran quién era! – me levante indignada, dolida. La gente me miró.

-Gizhele cálmate por favor 

-¡No! – arroje los billetes de la cuenta a la mesa y salí de la cafetería, ambos salieron tras de mí a tiempo de saltar sobre dos tipos de negro que iban a por mí.

Yo me deshice con cierta facilidad de otro y me volví hacia ellos.

-¿Estáis bien? – me acerqué a Naigel cogiéndole el brazo aunque ya se había levantado, le había hecho un corte.

-Sí, no es nada.

-Vamos a casa.

Naigel asintió, era hora de hablar y dejar las cosas claras, cerré la puerta del dormitorio y me senté en el borde de la cama mirándole, esperando una explicación, suspiró y tras apoyarse en el ventanal me lo contó todo.

-Así que al principio no sabias quien era yo.

-No.

-Pero te mandaron por mí… ¿me ibas a matar Naigel? ¡Mírame!

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