Cap. 6

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  • Dedicado a Lourdes Glez
                                    

__¿Iguales? ¿Explícate?- clavé mis ojos en él sacándome la goma del pelo dejando que cayese libre por mis hombros descubiertos. Tenía el pelo largo, me llegaba por la cintura.

__Tú y yo no somos como los demás. Somos especiales.

Eso era cierto, no éramos como las demás personas; lo fuimos en algún momento, pero eso había cambiado. Ahora no éramos ni una cosa ni otra. Estábamos en un punto intermedio entre ese mundo y el que ahora dábamos como nuestro y aquello hizo que me entristeciera nuevamente, ya estaba cansada de intentar buscarle algún sentido a aquello, de buscar respuestas, de compadecerme o de fingir que no ocurría nada y hacer una vida normal como la que antes tenía. Quizás no había nada que entender, puede que simplemente fuera sobrevivir.

Yo no lo sabía, pues ¿quién era yo para juzgar lo que está bien y lo que está mal? Supongo que aún me aferraba a mi antigua vida o a no volver a ciertos momentos de la misma. De todas formas, ¿estaríamos hablando de lo mismo? Y lo más importante ¿qué sabría él? Desde luego había captado mi absoluta atención.

__¿Por qué lo dices? – Le pregunté inocentemente.

__No sé tú, pero yo estoy algo cansado de esta vida, de la vida nocturna, de estar encerrado en una casa vieja, solo, esperando la noche para salir. El tener que alimentarme de inocentes almas que no nos entienden. 

Baje la mirada y asentí sintiendo un vuelco en mi interior, casi no podía creer lo que me decía. Me alzó la barbilla y le sostuve la mirada durante un buen rato para luego desviarla de nuevo hacía la pista inferior cerrando los labios y dejando escapar un suspiro me dirigí a él. 

__¿Cómo lo sabías?- le pregunté medio recostándome en la barandilla que quedaba junto a la mesa. 

Naigel me miró y guardó silencio durante un rato, parecía estar buscando las palabras adecuadas y tras haber recapacitado entrecerró los ojos para contestar.

__Por tus silencios, tus gestos, tus ojos, lo que no dices y sobretodo porque lo noto. Sé reconocer uno de los nuestros a kilómetros.

__Unos de los nuestros… - murmuré 

Por un instante el tiempo se detuvo para nosotros dos. Me quede callada unos segundos, no sabía que decirle, ni como reaccionar. Él se había dado cuenta desde el primer momento y yo ni siquiera lo había sospechado tan sólo le había notado algo.

__Como vi que no te dabas cuenta decidí no decirte nada por el momento. Te esforzabas tanto por parecer normal que... 

__Ya. Pues está claro que no daba el pego.

__Venga Gizhele, no te molestes- comentó girándome la cara suavemente para obligarme a mirarle a los ojos. 

__Me siento algo ridícula. ¿Cómo no quieres que me moleste? – Protesté.

__Pero si estabas deliciosa.

__¡Oh vamos! Encima ríete – intenté refunfuñar cuando en realidad estaba riéndome.

Sonreí y me deshice de la mano que aún me asía de la mejilla y baje el rostro de manera que tan sólo se viera la luz de las velas brillar sobre mis ojos ahora fijos en él.

Mi secreto estaba descubierto.

El ruido de la gente moviéndose a mí alrededor había desaparecido, era como si el local se hubiera desvanecido dejándonos solos mientras yo seguía mirándole, inmóvil, esperando. La noche se había pasado volando, apenas quedaban unas horas de oscuridad. Nos levantamos dirigiéndonos hacia la salida.

Empezamos a caminar, sin decir ni una palabra, simplemente cogidos el uno del otro. Hacía una noche magnífica. El cielo estrellado, la luna totalmente llena iluminando las oscuras calles de la ciudad, una brisa suave y fresca que me hacía estremecer... en fin, una noche perfecta que empezaba a desvanecerse entre purpuras y dorados. Sin darme cuenta llegamos a mi casa.

Cuando entramos me besó, me estremecí sin poderlo evitar y le correspondí con una pasión que me sorprendió hasta mí. Después, poco a poco, me quitó la ropa con habilidad, temblaba como una hoja. Me cogió de la nuca y me apartó con suavidad de él para poder contemplarme, sus ojos brillaban y su cara... ¡oh Dios! Su expresión era de verdadero éxtasis, eso me encendió aún más, sentía mi cuerpo entregarse a él con cada roce, con una intensidad que creía que no podría aguantar.

Sus manos recorrían cada poro de mi piel, ardía y una especie de corriente eléctrica me sacudió, sus labios rozaron mi cuello y gemí, no puede evitarlo, me dominaba. Quería acariciarle, besarle, pero no me dejó. Me estiró sobre la mesita y sujeto mis muñecas con firmeza durante unos minutos mientras iba descendiendo por mi pecho sin dejar de besarme. Me mordí el labio inferior y me arqueé al notar como rozaba el interior de mis muslos a medida que separaba suavemente pero con decisión mis piernas. Luego rodeó mis endurecidos pezones con su lengua, casi sin tocarlos, pero aún así yo vibraba. Perdí la noción del tiempo, ni siquiera sabía donde estaba, tan sólo sentía cada caricia suya con más intensidad que la anterior. Sabía perfectamente lo que me gustaba, incluso creía que me conocía a la perfección. Acarició mi espalda haciendo que saltará mi resorte oculto, estaba desenfrenada, no podía controlarme y su calidez me hacía sentir tan segura y excitada. Sus dedos reseguían mi piel unas veces con suavidad otras con violencia, hasta que estos rozaron la humedad de mi palpitante sexo. Me mordí el brazo, se dedicaba a mí con total entrega, luego se apartó para volver a acariciarme ahí, me dejaba y volvía haciéndome enloquecer. Me besó y rozo el lóbulo de mi oreja para morderme luego los labios. Se alejó, y descendió acariciando mis pechos y luego enterró su rostro entre mis piernas, creía desaparecer, era tan dulce. Primero me dio mucho corte, quise evitar que lo hiciera pero no pude... mi respiración acelerada me delataba. La sangre se agolpaba cada vez con más violencia y en un arrebato me levanté y le arranqué la camisa. Le besé, le acaricié y lamí todo el cuerpo, me dediqué a él por completo como jamás lo había hecho y él se entregó a mí al igual que yo lo había hecho. Le mordí el cuello con suavidad, vigilando para no hacerle daño y luego le besé con suavidad algunas veces, como él. Le acaricie el pecho, los hombros y la nuca a la vez que besaba sus pezones jugueteando con la lengua, alternando descuidadas caricias por sus ya desnudas piernas, todo en un tono suave y lento. Observé cada una de sus expresiones, eso me enardeció, verle disfrutar era como sí ya lo estuviéramos haciendo. Insistí donde a él le gustaba más pero no demasiado, iba y venía haciéndole sufrir. Al igual que me ocurría a mí él también se apasionaba, pedía más pero yo lo retrasaba. Finalmente acaricié su endurecido sexo y le besé, luego me aparte. Introduje uno de sus dedos en mi boca y dejé que me alzara sentándome en el borde de la cama. Besó mi cuello y casi sin darme cuenta lo sentí introducirse lentamente en mí; gemí y cerré mis uñas sobre sus hombros mientras seguía moviéndose hasta que el placer fue tan intenso que me agarré a las sabanas y las estiré todo lo que pude, sin dejar de acariciarle. Habíamos ido a la habitación no sé cuando ni como, pero ahí estábamos hasta que los dos explotamos de placer y juro que creí gritar. Suspiré y me quedé abrazada a él, no podía dejar de mirarle ni de acariciarle el pelo, su cara ya había recobrado la serenidad habitual, estaba tan... increíble. Me adormilé, él susurró algo en mi oído pero ya casi no oía nada, mis labios se movieron solos, no sé que le dije pero sé que me dormía. Tenía que hacerlo, tenía demasiada hambre como para seguir despierta. Sólo esperaba que al llegar la noche no descubriera que todo había sido un sueño.

GizheleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora