Cap. 16

392 15 0
  • Dedicado a Amaya Evans
                                    

La gente empezó a aproximarse y a hablar con Naigel mientras yo no podía dejar de mirarles, se comportaban todos de forma tan natural… y aquello era tan… trivial, tan puramente burgués y vanidoso que me estaban entrando ganas de gritar. Parecía un club social de alto copete. Un grupo de hombres apartaron a Naigel de mí que pese a que no quería no le quedo más remedio y le dije con la mirada que no se preocupase y fuese a hacer lo que tuviese que hacer, no tenía por que preocuparse ¿no? Allí éramos todos iguales… menos yo. Volví a recorrer la sala con la mirada y cada vez tenía más clara la certeza de que me miraban, cuchicheaban, me llegaban comentarios arbitrarios. “es ella, es increíble, pero como se le ha ocurrido traerla aquí, que locura, es muy bella, que dulce y pura será su sangre, ¿La habrá probado él ya? ¿Quién lo iba a decir?, Naigel lo ha conseguido, esto es un desafío, no acabara bien…”

-No creí que volvería a verla y menos en semejante reunión, Madame Gizhele – sonrió Basili cogiéndome la mano y besándomela – Es usted la luz entre los ángeles del infierno.

-Vaya, ni yo – medio sonreí aliviada cuando me rescato de en medio de un grupo de mujeres que empezaban a rodearme y acosarme a preguntas. Cuando estuvimos lo bastante alejados le di las gracias por el rescate.

-No deberías rodearte de semejante jauría de hienas.

-Eso si es una revelación – arqueé las cejas bebiendo un poco – Un caballero como usted no debería hablar así de unas damas.

-Quizás es por que a eso no se les puede considerar damas. En cambio a ellas… - señalo en la dirección opuesta al extremo de la sala donde nos hallábamos. Allí pude ver a un grupo de mujeres sentadas alrededor de una mesa en mullidos butacones.

Eran realmente hermosas, irradiaban una fuerza y una elegancia incomparables, tenían un aura incandescente, me impresionaron, me hubiese encantado conocerlas, poder hablar con ellas, pero algo en mi interior me advertía que me mantuviese alejada, eran ancianas, y muy poderosas, por no decir que un par de ellas me daban miedo de verdad. Estaba tan absorta mirándolas que no me di cuenta de que nos estaban mirando fijamente serías y que ya no hablaban entre ellas, sus miradas frías me hicieron estremecer, volví a oír mi nombre repetido en el aire, como unas noches antes, eran sus voces en mi cabeza, las reconocí. Aparte la vista y mire a Basili.

-Basili, me permites un segundo querido – dijo una voz dulce de mujer, me gire y vi a una mujer alta y esbelta, de piel canela que lucía un reluciente vestido color dorado con un gran escote en la espalda, tenía una cintura muy estrecha y Basili se inclinó con gran respeto tras besarle la mano y se retiro un poco dejándome a solas con ella.

-No temas Gizhele, conmigo estás a salvo – me dijo su voz en mi cabeza antes de girase hacía mí.

Sus ojos eran del color de la miel, dorados y brillantes, con largas pestañas negras, llevaba el pelo ondulado recogido hacía un lado, era indescriptiblemente bella, parecía que su piel era pura seda, casi parecía brillar como si fuese insustancial.

-Soy Akasha Mirielle, aunque todos me llaman Mirielle – sonrió tendiéndome la mano.

-Akasha… - repetí en un murmullo – ella me puso un dedo en los labios y me indicó que mantuviese silenció y me dio dos besos en la mejilla y me sostuvo la mano.

-Ven, sentémonos aquí un rato querida, al menos hasta que vuelva Naigel. Mejor que te encuentre conmigo que con Basili – sonrió – No es mal tipo pero…

-¿Quienes son ellas? – pregunté mirando al grupo de mujeres que aún me miraban.

-Será mejor que no las mires pequeña. Bueno, me alegra mucho conocerte al fin… Gizhele – sonrió encantadora.

GizheleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora