-¿Cuál es la leyenda?
-Te la contaré en otro momento – murmuró dejando sobre la cama el libro abierto por una página que contenía el dibujo de un símbolo.
Le miré testaruda como era con los labios fruncidos a modo de puchero.
-¿Aún no lo has entendido Giz? – suspiró mirándome y poniendo su mano en mi mejilla – Eres tú Gizhele, todos te quieren a ti. Tú eres el origen de la verdadera eternidad, tú ves la luz, tus padres… - guardó silencio y se levanto dándome la espalda, parecía tan… frustrado.
Me fije en el símbolo que había en la página que dejo abierta Naigel y tras darle varias vueltas me pareció cada vez más conocido, ese símbolo originario derivaba en el símbolo egipcio de la vida.
-Y dominara el fuego y será pura luz… de la caída de la gracia al poder originario… - susurré como sumida en un sueño
-¿Qué has dicho? – increpó Naigel abalanzándose sobre mí y sacudiéndome por los hombros con suavidad.
-¿Qué? Perdona… estaba… No he dicho nada.
-Si lo has echo – suspiró apretándome contra su cuerpo rodeándome con sus brazos. Con él siempre parecía tan indefensa e inocente…
Yo miré la pulsera ancha de cuero que cubría mi muñeca y la retiré, era el mismo símbolo, se la mostré a Naigel.
-Eso no tiene nada que ver conmigo… ¿verdad? – no quería creer lo que me había dicho, no podía ser.
El silencio nos envolvió y yo tragué hasta que me fui quedando dormida entre sus brazos con miles de dudas surcando mi mente, mis padres, el símbolo, el ataque…
La noche siguiente era la del baile, me sentía débil pero acompañé a Naigel tal y como me pidió tras habernos alimentado juntos y creo que vi un pequeño destello de dolor en los ojos de Naigel al ver como aún sufría yo al hacerlo aunque fuese de escoria. Me puse el vestido púrpura que habían acabo de arreglar para la ocasión con encajes de satén transparente y delicados bordados. Me recogí parte del cabello y me di un toque de color en los labios a juego con el vestido, remarque con lápiz negro mis ojos, suspire y me levanté tras ponerme los zapatos de tacón de tiras plateadas y bajé al salón donde me esperaba Naigel con su magnifico traje negro. Me besó suavemente y me tomo del brazo susurrándome al oído lo estupenda que estaba.
-Naigel.
-¿Qué?
-No me dejes sola esta noche por favor.
-No pensaba hacerlo.
Le sonreí nerviosa y suspire aferrándome a su mano, ya esta… definitivamente estaba en sus manos, era suya. Y sabía que si algo sucedía yo…desaparecería, no podría soportarlo. Abrió la puerta del coche y subí en el asiento de atrás, al poco estábamos a las afueras de la ciudad y ascendíamos por una carretera empinada, miré por la ventana y vi brillar las oscuras aguas del mar bajo la luz de la luna, a lo lejos divisé una fortaleza, era un conjunto amurallado, donde parecía dibujarse la silueta de un antiquísimo monasterio y al fondo, coronando el pico de la montaña un imponente palacio de cuento de hadas, con sus altos torreones… estaba rodeado por la bruma que ascendía del agua del mar, detrás del castillo debía de haber un inmenso acantilado. Las antorchas oscilaban a causa de la brisa y daban la sensación de que aquello era como una isla suspendida en el aire, poco a poco nos íbamos acercando y pude ver los árboles que ascendían de los jardines y el aroma de las flores mezcladas con la sal del mar. Atravesamos un gran arco de piedra y ascendimos por la avenida principal que llevaba al castillo, todo el sendero estaba iluminado por teas y no se podía ver el final de los jardines poblados de césped. Junto a la escalinata principal había unos preciosos caballos y a otro lado un recinto preparado para los vehículos, un sirviente nos abrió las puertas y bajamos. Naigel me cogió de la mano y me hizo seguirle mientras yo contemplaba el esplendor de ese palacio, era inmenso y de todas las ventas salía la luz cálida del interior. Era tan increíble que no podía describirlo, subimos las escaleras y entramos en la recepción, todo estaba enmoquetado y los dorados eran los colores que predominaban en la decoración, en el techo habían arañas de cristal, nos hicieron esperar allí hasta que fuimos anunciados.
-¿Preparada? – me miró Naigel acariciándome la mejilla con su esplendida sonrisa, asentí y tras sonreírle entramos en la sala contigua, me falto el aire.
Toda la gente nos miraba, y había mucha, todas vestidas con un gusto exquisito, al fondo de la sala colgaba un tapiz con un blasón y un escudo que no reconocí, la música bajo de pronto el tono y los que bailaban se detuvieron y se giraron en nuestra dirección, algún murmullo recorrió la sala, hasta que alguien aplaudió y todos se unieron. Naigel inclino la cabeza desde la balaustrada y descendimos por la escalera lentamente y yo intente mantenerme recta y bajar con la mayor elegancia posible pese a que me temblaban las piernas, una vez a bajo mientras pasábamos entre la gente nos hacían reverencias, creía que me iba a dar algo pues no sabía como debía comportarme ni que hacer, compuse mi mejor sonrisa cuando nos decían algo y seguí avanzando junto a Naigel que no me soltó para nada. La música volvió a sonar llenando el lugar y las parejas de baile volvieron a llenar la pista con sus gráciles movimientos y la tela de los vestidos de las mujeres. Tragué saliva y deje descansar la mascara contra un lado del vestido, Naigel me tendió una copa y mirando alrededor discretamente la olí con discreción.
-Tranquila, puedes beber – me indicó Naigel.
Entonces lo comprendí, miré a todas aquellas personas, su piel, sus movimientos, sus ojos… ¡eran vampiros! Me quede con la boca abierta. ¡Creí que éramos muy pocos! Cada vez me daba más cuenta de que no tenía ni idea de mi “mundo real”, ¡que estúpida era! ¿Por qué me costaba tanto reconocerlos a la primera como hacia él?
-Son… es… pero – mire a Naigel desconcertada.
-Sí. No te separes de mí.
-No hace falta que me lo digas dos veces.
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Gizhele
VampireLa historia de una vampira cuya sangre codician todos los suyos de la cuál ella desconoce el poder. Para Gizhele ya nada queda, hasta que una noche se cruza con Naiel, un chico de apariencia normal que le llama poderosamente la atención y que parece...