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Los dos se sentaron en el sofá viejo mientras se miraban fijamente. ─ Bien. ─ ella fue la primera en hablar. ─ Analicemos todo esto, ¿si? ─ propuso a lo cual Fred asintió.
─ De acuerdo. ─ suspiró. ─ Nosotros viviremos, huiremos y nos mantendremos juntos hasta el día de nuestra siguiente muerte.
─ Lo haces sonar fácil.
─ Solo estoy tratando de hacer los planes. ─ se encogió de hombros. ─ Esto es muy loco. ─ sonrió. ─ ¿Que haremos?
─ Primero, buscar algo para irnos. ─ alistó mentalmente Leah mientras contaba con sus dedos. ─ Segundo, buscarnos un lugar para quedarnos cuando nos vayamos.
Fred asentía a todo lo que ella decía, le parecía demasiado loco como él podría aceptar todo viniendo de ella. Si Leah quería irse del país y comenzar una vida nueva, él la seguiría, si ella quería robar un banco, él la ayudaría y lo haría con ella.
Pero menos morir nuevamente, eso sí que no lo haría.
─ Podríamos pedirle ayuda a tu amigo, ¿Cuál era su nombre? ─ la interrumpió Fred. ─ Como sea, él. ─ dijo rodando lo ojos, odiaba cuando no podía recordar algunas cosas. ─ Él puede ayudarnos, tal vez con algún trabajo. ─ se encogió de hombros.
─ Puede... pero no recuerdo muy bien como llegar a su casa. ─ bufó la pelinegra. ─ ¿Tienes tu varita? ─ preguntó Leah y el pelirrojo asintió. ─ ¿Podríamos transformar algo en un bolso grande? Oh, no olvídalo, no podemos. ─ se lamentó.
─ Podríamos hacer uno con unas mantas. ─ sugirió Fred. ─ Solamente llevaremos nuestra ropa y algo de mantas para abrigarnos. ¿Iremos al mundo muggle?
─ Eso creo, nos exponeriamos mucho si estamos entre los magos. ─ contestó la chica. ─ ¿Que piensas hacer con tu familia? No olvides que nos vieron, George debe sentirse muy mal.
─ Si, lo sé, pero no creo que le haga mucha gracia que su familiar difunto esté vivo. ─ se encogió de hombros. ─ Quiero decir, si mí hermano hubiera muerto y días después aparece en la casa como si nada, seguramente mí cabeza explotaría.
─ Supongo que estás en lo cierto. ─ concordó Leah mordiéndose el interior de la mejilla.
