Capitulo 19

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Hace tres noches fue mi primera salida con Norman. Después de insistirme en que si aceptaba salir con Paul como amigos, no podía rechazarlo a él… No tuve opción. La única excusa que se me ocurrió fue que a Paul no lo deseaba y que con él, en lo único que podía  pensar era en besarlo y llevarlo a mi cama.  Pero me pareció que no era una buena idea decírselo.

Fuimos a un pequeño cine en las afueras de Manhattan. Queríamos evitar a los periodistas y fotógrafos que siempre aparecen buscando alguna foto de Norman. No había casi nadie en la sala y no recuerdo bien el titulo de la película, era una comedia romántica… pero no le preste atención. Solo podía mirar a Norman. Él comía sus palomitas y tomaba Coca-Cola. Y cuando me sorprendía mirándolo (lo que era todo el tiempo), me sonreía y me guiñaba un ojo.

Era increíble para mí tenerlo así, relajado mi lado… olvidando por un par de horas quien es. Allí no era Daryl Dixon ni Murphy MacManus. No era el modelo de Prada, ni el artista o el fotógrafo. Era solo un hombre, mi hombre… Y me hizo sentir la mujer más afortunada del mundo.   

Cuando la película terminó, me trajo a casa en su Triumph Scrambler negra. Nunca fui una fanática de las motos, pero estar con mi cuerpo pegado al suyo y con mis brazos rodeándole la cintura, mientras nos conducía por las calles de Chelsea… es lo más parecido a un sueño hecho realidad que he vivido. Un sueño que nunca tuve, pero que me acompañara más de una noche en mi recuerdo.

En la puerta de mi casa, me besó. Solo un pequeño beso tierno que me llegó al corazón. Lo invité a pasar, pero se negó sonriéndome y tocando la punta de mi nariz con su dedo.  Mientras lo veía alejarse, negando con su cabeza y mirando al piso, sabía que la sonrisa seguía en su rostro.

Hemos hablado mucho desde esa noche y ayer casi sin que se diera cuenta, se le escapó un “Te quiero” al despedirnos. Los dos nos quedamos en silencio y nos apresuramos a terminar la llamada. Una hora más tarde, la sonrisa no abandonaba mi rostro.

Luego llamé a Summer y Kaley para que vinieran a dormir a casa. Necesitaba contarles todo lo que me estaba pasando. Nos quedamos hablando hasta las tantas, comiendo y suspirando por cada gesto de Norman como si tuviéramos 13 años. Creo que Mingus es más maduro que nosotras cuando hacemos nuestras “Fiestas de Piyamas con helado”.

Yo no he podido dormir mucho y me he levantado a pintar. La inspiración volvió, por supuesto. He trabajado por casi dos horas. Una pareja desnuda en carboncillo a la que no se le ven los rostros es mi obra casi terminada. No es sexual, solo erótico. Me gustan los desnudos artísticos, no tan explícitos que resulten ofensivos.

Hace unos minutos, las chicas se fueron. Saben que no es bueno interrumpirme mientras pinto, porque me pongo de mal humor. Sé que salieron porque escuche sonidos en la cocina y la puerta de entrada cerrarse poco tiempo después.

Estoy terminando con las luces y sombras. Ambos están de perfil, una mano del muchacho está en la cintura de la chica y la otra en la cadera, presionándola. Las manos de ella están en el cuello de él, aunque están fuera del cuadro. Se ve uno de sus senos presionado contra el pecho de él… Sí, me gusta el resultado.

La energía en mi atelier cambia de repente y no entiendo por qué. Me quedo muy quieta, intentando entender que es lo que me produjo ese extraño escalofrío. Mi carboncillo esta sobre el lienzo, justo en la mano del muchacho sobre la cadera de su amante.

De repente una mano masculina se posa sobre mi mano en la pintura. La otra en mi cadera, tal como en el cuadro. Mi estomago vibra. Mi piel arde bajo su toque… El deseo estalla en mí como una ola contra las rocas de la playa. Solo puedo suspirar y apoyarme en su pecho caliente. Lo siento tomar un profundo respiro. Susurro débilmente.

-          Norman…     

Por Esos Ojos... (Those Eyes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora