Capitulo 14

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Solo puedo mirarlo. La última vez que estuvimos juntos, me dejó por otra mujer. Hace dos años que no sé nada de él  y trato de imaginar algún motivo para que esté parado en mi puerta… y no se me ocurre nada.

-          ¿Qué haces aquí, Paul?

-          Yo… ¿Cómo estás, Emma? – balbucea y no le respondo - ¿Puedo pasar?

-          ¿Qué si puedes…? No, Paul. No puedes pasar… - suspiro – No entiendo que haces aquí después de dos años como si te hubieras despedido está mañana para ir a trabajar. ¿¡Y traes un jodido ramo de flores!? ¿¡En que estás pensando!? ¿¡No quieres que te prepare la cena y te de un masaje en los pies!? – Estoy gritando como una desquiciada.

-          Lo siento… - agacha la cabeza – solo quería hablar contigo y no pensé… Perdón, en serio… - se voltea para irse.

Sus manos cuelgan hacia los costados. Sus hombros están caídos y las flores casi rozan el suelo. Cuando miro su espalda alejarse, me doy cuenta que me extralimitado. Descargué en él toda mi furia contenida y no estoy segura que lo merezca. Después de todo, no es que haya golpeado a mi puerta con la máscara de Jason de Viernes 13 y la moto sierra en la mano. Es Paul, el hombre con el que compartí mi vida por cinco años… y solo quiere hablar.

-          Espera, Paul… - lo detengo antes de que llegue a la escalera – Perdóname… es que he tenido un día horrible. Pasa, por favor… - me mira y sonríe levemente. Se acerca a mí y me entrega las flores – Igualmente no voy a cocinarte, sabes que lo odio… - le sonrío también.

Pasa por mi lado y entra en la sala. Me tomo mi tiempo para observarlo y no ha cambiado mucho desde la última vez que lo vi. Siempre fue un hombre atractivo, demasiado para mi tranquilidad. Pelo castaño claro muy corto, ojos celestes, barba de dos días perfectamente cuidada… Un hermoso cuerpo marcado que levantaba suspiros allí donde íbamos.

Lo conocí cuando comencé a trabajar en el Animal Medical Center, en una pasantía mientras estudiaba. Yo tenía 18 años y él con solo 23, ya era el jefe. Comenzamos a salir a las pocas semanas y nos enamoramos. Ambos amábamos nuestro trabajo y teníamos vidas tan parecidas, que parecía natural estar juntos… casi como si no existiera otra posibilidad. El sueño de la vida perfecta nos duró cinco años… hasta que una rubia con grandes senos y una seudo -carrera de cantante pop se cruzó entre nosotros. Paul dejó todo, incluido su trabajo para irse con ella a Beverly Hills.

Lloré y sufrí tanto por él, que pensé que iba a morir de tristeza. Y cuando comencé a pensar que podía recuperarme, cinco meses después de su partida, me llegó la noticia de que iba a casarse. Y ya nunca lo superé. No volví a salir con alguien o interesarme en cualquier tipo de relación amorosa. Solo me encerré en mi misma, mi trabajo y mis amigas. Hasta que llegó Norman… pero ese es otro tema doloroso diferente.

-          ¿Me esperas por allí mientras me cambio? – le pregunto y él asiente, quitándose el saco del traje que tan bien le queda.

Voy por el pasillo a mi cuarto pensando por qué ha venido aquí sin avisar un lunes a las 9 pm. Y sinceramente no se me ocurre nada. Estaba segura que se había olvidado completamente de mí, hasta de mi existencia. Creí que ya no recordaba todas las veces que me había dicho que me amaba, que era la mujer de su vida… que estaríamos juntos por siempre. 

Tomo un pantalón de gimnasia y una camiseta de The Doors que uso para dormir. Solo me cambio porque mi bata de baño puede ser reveladora cuando olvido que la llevo puesta y me muevo rápidamente. Lo último que quiero es que se me escape una teta o algo más mientras hablo con Paul. Vuelvo a ponerme mis pantuflas de Patricio (si, las que me regaló mi amigo Norm) y me recojo el pelo en un rodete desarmado.

Cuando vuelvo a la sala, Paul se ha sentado en el sillón. Lleva una camisa blanca, corbata azul zafiro y el pantalón de traje negro. Se ve muy, muy bien. No veo las flores y noto que tuvo el detalle de ponerlas en agua en la mesa de la cocina. Él siempre tan prolijo…

Le ofrezco una copa de vino desde la cocina y acepta. Cuando me acerco al sillón y dejo las bebidas sobre la mesa, se voltea hacia mí con esa espectacular sonrisa de dientes perfectos que en otro momento de mi vida me derretía por dentro. Noto que estaba mirando a Betty en mi ausencia, que duerme plácidamente en su almohadón.

-          ¿Una nueva mascota? – pregunta entusiasmado.

-          Sip, se llama Betty… la traje del refugio hace varios meses. Estaba realmente lastimada, desnutrida, tenía una bronconeumonía…  Es ciega, y la tiña se llevo gran parte de su pelo…

-          Siempre amaste a los animales más feos de todos…

-          Lo sé, y nunca lo entendiste… - murmuro.

-          No es que no lo entienda, es que parece que siempre necesitas que tu mascota sea desvalida… me da la sensación que quieres que dependan de ti en todos los sentidos y a veces, esa dependencia no es buena para ti… Te limita. ¿Recuerdas ese perro enorme…?

-          Rob… el mastín que tenía problemas de cadera y le faltaba una pata…

-          Sip, el mismo… ¿Qué pasó con él?

-          Murió dos meses después de que te fuiste… Una torsión gástrica. La operación no salió bien…

-          Lo siento…

-          No, no lo sientes… nunca quisiste a Rob…

-          ¡Porque me odiaba! Apenas si podía acercarme a él sin que me gruña y…

-          Paul, hemos discutido mucho por Rob en el pasado… imagino que no estás aquí para seguir con ese tema, ¿Verdad? - arqueo una ceja hacia él.

-          No, tienes razón… Vine a verte para hablar contigo. He vuelto a New York… 

Por Esos Ojos... (Those Eyes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora