Prólogo

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Esta nueva aventura va dedicada a Fandelegolas por que a ella se le antojaba leer algo así y a mí se me antojaba escribirlo desde hacía un tiempo. Espero que te guste, linda Eli. Y, a Alex_OXX18, quien me ayudó a ordenar las ideas sueltas de mi cabecita loca. 

A mis #S.S.R.A, como siempre. 

❝𝐏𝐮𝐞𝐝𝐞𝐬 𝐭𝐫𝐚𝐢𝐜𝐢𝐨𝐧𝐚𝐫𝐦𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐯𝐞𝐳

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❝𝐏𝐮𝐞𝐝𝐞𝐬 𝐭𝐫𝐚𝐢𝐜𝐢𝐨𝐧𝐚𝐫𝐦𝐞 𝐮𝐧𝐚 𝐯𝐞𝐳. 𝐔𝐧𝐚 𝐮𝐧𝐢𝐜𝐚 𝐯𝐞𝐳❞

➤ 𝐈𝐬𝐚𝐚𝐜 𝐇𝐚𝐲𝐞𝐬

➤ 𝐈𝐬𝐚𝐚𝐜 𝐇𝐚𝐲𝐞𝐬

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Prólogo

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Prólogo

Blood and Fire

El hombre abrió la puerta de una patada. La adrenalina corría por sus venas, empujándolo hacia adelante. Había temor, claro que sí, era un ser humano y la esencia del humano es el miedo. El miedo nos empuja hacia adelante, el miedo nos mantiene alerta, el miedo nos mantiene vivos. Sin embargo, había algo más debajo de aquel miedo y aquel empuje. Había alegría. Había emoción. Estaba feliz de, por primera vez en su existencia ser capaz de pelear. Pasó su infancia y su adolescencia siendo golpeado por los demás, vilipendiado, humillado, dependiendo del hombre a su lado. Ahora, sin embargo, era él quien avanzaba al frente, era a él a quien miraban con respeto, era a él al que temían. Y esa sensación no tenía precio. Alzó el arma, bien cubierto por su escudo y disparó. Una, dos, tres veces. Dos soldados cayeron a sus pies y un tercero intentó correr, arrastrando una pierna.

Por supuesto, no era él el único que disparaba. Bucky a su lado, presionaba el gatillo de su MG42 como si se le fuera la vida en ello. Dum-Dum y los demás también disparaban. Por supuesto que tenían que hacerlo. Estaban en guerra y en la guerra todo se vale. Hasta matar a un hombre. Cuatro, cinco, seis tiros y el soldado que huía cayó pesadamente al suelo. Escupió un coágulo de sangre y se quedó muy quieto, mirando al techo sin verlo. Siete, ocho, nueve y su cargador se vació. Siguió peleando junto a sus compañeros, hasta que tomaron control del sitio. Dejó en manos de sus camaradas el trato con sus prisioneros y él ingresó nuevamente a la sala de mando donde habían penetrado al principio con la excusa de buscar documentos incriminatorios, mapas, algo que les sirviera.

Entró al sitio, escuchando a lo lejos las órdenes y las voces de sus hombres. Estaba oscuro, pero, las luces de los incendios del exterior le daban suficiente claridad. Caminó despacio entre los cuerpos, reconociendo a los que habían caído por su mano. Tenía su rostro grabado en sus pupilas y los examinó de uno en uno, con una calma que lo pasmó. ¿Dónde estaba la culpa que debería sentir? La voz del sacerdote de su infancia martilleó en sus oídos. "No matarás", decía desde el púlpito con expresión furiosa, apuntando al cielo con un dedo acusador. "No matarás, dice la Sagrada Escritura, porque no eres Dios para decidir el destino de un hombre". Steve caminó hacia el último soldado, el que había intentado huir.

Era un chico apenas, seguramente menor que él. Llevaba una alianza de bodas en la mano izquierda y tenía los ojos del mismo tono azul que los suyos. Recordaba haber cruzado mirada con él un segundo antes de que le diera el tiro de gracia. Había pánico en esos ojos, dolor, tristeza... lo que pudiera esperarse en alguien que estaba a punto de morir; pero, también una acusación. Sus ojos le gritaron su culpa, le gritaron en silencio a su asesino. Steve ladeó el rostro ligeramente, mirando aquellos ojos vacíos. Se supone que en ese momento debería sentirse culpable, ¿no? Se supone que debería sentir algo. Y, sin embargo, no sentía nada. Se inclinó a su lado y rozó con sus dedos la placa de identificación que llevaba al cuello.

⸺ Supongo que sí puedo ser Dios...⸺ murmuró, arrancándola.

⸺ ¿Steve? ¿Steve?⸺ la voz de Bucky se mezcló con la de María, trayéndolo de regreso a la realidad. El capitán parpadeó un par de veces y posó entonces su mirada en la mujer castaña que se encontraba sentada a su lado.

⸺ Lo siento, María, no sé donde tengo la cabeza, ¿decías?⸺ la mujer lo miró con una ceja alzada, pero no dijo más. Le alargó la tableta con la información y retomó su explicación desde donde la dejó.

Después de aquella larga conferencia, Natasha se sentía molida. Cada músculo de su cuerpo le pedía descanso, le rogaba porque los tirara sobre la cama y aquello no era normal. Sin embargo, no se preocupó demasiado. Lo adjudicó a su misión más reciente, la que le había tomado mucho más tiempo de lo que ella hubiera esperado. Salió de la sala de reuniones y se dirigió a paso pesado a su habitación. Por lo general hubiera bajado al garage y cogido su moto para volver a casa, pero, en ese momento, no estaba de humor para conducir tan lejos. Cuando un mareo la hizo sostenerse de la pared más cercana, se dijo que, en realidad, no estaba bien para conducir. No en absoluto.

Aquel cansancio llevaba días atenazándole el alma y estaba comenzando a preocuparla. El suero que corría por su sistema la ayudaba a mantenerse siempre sana, siempre alerta, siempre llena de energía. Las heridas sanaban más rápido, sus sentidos estaban más alertas, pero, ahora... ahora estaba poseída por una especie de cansancio perpetuo, una modorra que apenas y la dejaba levantarse de la cama. Entró en el cuarto asignado para ella en la torre y se fue desvistiendo sin muchas ganas mientras se dirigía al baño. En cuanto encendió la luz y se vio al espejo, su corazón se saltó un latido. En su vientre, en sus brazos y en sus muslos, habían aparecido una serie de hematomas de diversas formas y tamaños... hematomas que no habían estado ahí antes. Se acercó al espejo, tocando las marcas con suavidad, conteniendo un quejido al notar lo dolorosa que era la presión.

¿De dónde diablos habían salido? Su misión había terminado días atrás, ¿por qué aparecerían ahora? Frunció el ceño, observando las marcas de su vientre antes de alzar la mirada, encontrándose con su expresión desconcertada en el espejo. Seguramente levantó la cabeza demasiado rápido puesto que, de pronto, un fuerte mareo la hizo aferrarse de los bordes del lavabo. Intentó con todas sus fuerzas no devolver el contenido de su estómago, pero, no pudo contenerlo. Vomitó dentro del lavabo, dejando ir su desayuno y seguramente hasta la cena del día anterior. En cuanto terminó, abrió la llave del agua para enjuagar su boca, pero, cuando vio las manchas de sangre salpicando la superficie de mármol blanco de la cubierta, comenzó realmente a preocuparse.

¿Qué demonios estaba pasando con ella?  

Midnight SunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora