Capítulo XII

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Capítulo XII

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Capítulo XII

Steve salió del hotel y, mientras caminaba calle abajo, se quitó la gorra y los lentes oscuros que escondían su identidad de miradas indiscretas y los arrojó a la basura. Ya no le importaba que lo reconocieran. Ya no le importaba nada. Se montó en su moto, con el semblante frío como una estatua y aceleró la motocicleta un par de veces antes de dirigirse a toda velocidad en dirección a Industrias Stark. Helen no había hablado, pero, no había sido difícil atar cabos. Mucho menos cuando, al entrar a su laboratorio, notó de inmediato la presencia del ingeniero ahí: toda aquella tecnología, todo lo que habían usado para diseñar y establecer el protocolo gritaba la intervención del castaño. Se sintió muy tonto al darse cuenta tan tarde de aquello. Después de todo, ¿quién más trabajaba con Helen codo a codo? Helen Cho había sido una mujer brillante, lo que hacía de su muerte una pérdida lamentable, en todo caso. Pero, sus brillantes y maravillosas ideas, jamás hubiesen visto la luz sin la tecnología de Stark.

Estacionó frente al edificio y entró sin que nadie se interpusiera en su camino, ni hiciera preguntas. Después de todo, no era poco común que alguno de los Vengadores apareciera por el complejo, especialmente Bruce y Peter. Subió en el elevador y pulsó el piso veinticinco, donde estaban las enormes, elegantes y exclusivas oficinas del ingeniero. No tenía ninguna expresión en su rostro, que parecía cincelado en piedra. No se veía triste, ni enojado. Simplemente, estaba determinado a cumplir con su objetivo. Poco a poco irían cayendo todos los que habían osado hacerles daño... y, en el momento en el que pensó eso, se dio cuenta de que ya no había un "nosotros", que en realidad, nunca hubo un "nosotros". Su relación con Natasha siempre había sido una montaña rusa de emociones que, en el fondo, no eran emociones.

Ella lo intrigó, al principio. Luego, lo sorprendió gratamente cuando vio lo que era capaz de hacer. Poco a poco, se ganó su confianza y, no pudo evitar el dejar caer sus defensas a su alrededor. Ella lograba desarmarlo, lo retaba, lo presionaba, sacaba partes de él que creía desaparecidas bajo capas y capas de pretensiones arrastradas por tantos años que ya no se veía a sí mismo fuera de sus mentiras. Pero, al lado de Natasha sí podía ser el Steve real. Steve el hombre, no Steve el "capitán". Con ella se había desnudado de un modo que superaba a la desnudez física... no sólo era su amante, sino que la única persona en el mundo que lo conocía realmente, que había sabido ver debajo de los velos. Y por eso, llegó un punto en el que creyó amarla, especialmente luego de saber que la perdería.

Pero, como ella le dijo antes de morir, nunca la amó. Él no era capaz de amar, eso lo había sabido desde que era muy joven. El amor se le escapaba entre los dedos como la arena, no era capaz de atraparlo, de contenerlo. Le faltaba el corazón para eso. Los sentimientos de abnegación y sacrificio que supuestamente guiaban su vida y que se asemejaban tanto al amor, no eran más que una de sus fachadas... y Natasha lo sabía. Finalmente, fue eso lo que los unió en realidad: la absoluta y total certeza de que podían ser ellos mismos estando el uno alrededor del otro. Por eso le dolió cuando la vio amenazada... porque Natasha era suya y no quería que nadie la lastimara. Al menos, nadie que no fuera él. Ella era suya y por ende, el único que tenía derecho a decidir así sobre ella era él y nadie más.

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