Capítulo X

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Capítulo X

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Capítulo X

Edna Hawley colgó el teléfono y se pasó las manos por el rostro, soltando un largo y pesado suspiro, intentando de ese modo liberar el estrés que se había instalado en sus hombros desde hace unos días. Su plan perfecto había fallado. Romanoff estaba desaparecida, lo que había encendido las alarmas y le había impedido mover su siguiente pieza. Fury había puesto a sus Cazadores a trabajar, con lo que ató sus manos y Rogers no sólo no se había acercado ni medio centímetro a su hija, sino que además, el hombre parecía haber enloquecido. La idea era que, luego de la muerte de Romanoff, ella se mostraría compasiva y cercana con el capitán y así podría presentarle al hombre a su preciosa hija, la que, lógicamente, lo haría caer en sus redes rápidamente.

Pero, todo su plan se había ido al carajo. Crystal estaba enfurecida, exigiendo explicaciones que ella no podía darle... después de todo, no tenía idea de quién había activado el protocolo de Rogers. No se suponía que fuera así. Se suponía que sería fácil, una vez que sacara a esa zorra rusa del camino todo sería más sencillo, se suponía que todo saldría bien. Había planeado todo al dedillo y, aun así, alguien, quien quiera que fuera, parecía determinado a meterse en su camino y hacerle las cosas difíciles. Bufó, frustrada y volvió a marcar el teléfono cuando las puertas de su oficina se abrieron mostrando la figura sonriente de Tony Stark.

─ Concejal Hawley─ saludó el playboy, sentándose frente a su escritorio con toda la desfachatez de quien se siente dueño del espacio.

La mujer se obligó a poner una sonrisa en los labios y extendió una mano hacia él que el ingeniero estrechó cálidamente, sin perder aquella enorme sonrisa de ganador que ella odiaba profundamente. Era una lástima que él no fuera también uno de los mejorados... de ser así, con sólo presionar un interruptor, podría deshacerse también del molesto ingeniero, pero, como parecía ser la costumbre, la suerte no estaba de su lado.

─ Es un placer verlo, señor Stark. ¿A qué debo su visita? ─ preguntó, manteniendo aquella máscara de serena complacencia que había perfeccionado a lo largo de su vida.

─ Pues, verá, vengo a preguntarle algo, concejal─ respondió el castaño, cruzando las piernas mientras mantenía sus ojos prendidos de los suyos─ ¿Podría decirme por qué activó los protocolos de dos de mis compañeros?

La concejala abrió mucho los ojos mientras un escalofrío recorría su espalda. Tosió una risa nerviosa y se reclinó en el asiento, sin apartarle la mirada.

─ ¿De qué está hablando, Stark? ¿Se da cuenta de la gravedad de sus acusaciones?

─ Me doy cuenta, claramente. Por eso vine directamente a hablar con usted y no acudí al Consejo de inmediato. Quiero saber el por qué, antes de que la arresten y la pongan lejos de mi alcance...─ la sonrisa había desaparecido de sus labios y la había sustituido una mirada fría y cargada de oscuridad que no le había visto nunca antes─ Una de mis mejores amigas probablemente esté muerta por ahí, como un animal y el otro está volviéndose loco poco a poco y es por su culpa. Así que... dígame, concejala. ¿Qué la llevó a meterse con mi gente?

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