Capítulo XIV

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Capítulo XIV

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Capítulo XIV

Crystal estaba en una nube. Por fin, por fin, tenía al capitán en su casa, con toda su atención puesta en ella, lejos de miradas extrañas, lejos de las garras de esa zorra rusa que siempre parecía gravitar a su alrededor. Sólo eran ellos, al fin, sólo ellos en aquella enorme casa que podía convertirse en su paraíso si él la aceptaba. Su madre había dejado la casa para dirigirse a los cuarteles de SHIELD para "afinar ciertos asuntos" como le dijo y los había dejado solos, hablando animadamente en la sala. Steve era todo lo que ella hubiera esperado de él: era amable y culto, inteligente y sencillo, divertido y atento y parecía interesarse sinceramente en lo que ella decía. Le preguntó sobre sus estudios, hablaron sobre sitios de Europa que ambos habían visitado y halagó el gusto de su madre cuando vio la colección de obras de maestros famosos que ella había colocado estratégicamente en los puntos más luminosos de la sala para que se lucieran adecuadamente.

La muchacha apenas y podía creerlo. Al fin tenía toda su atención puesta en ella, por fin sentía el peso de su mirada sobre ella, el calor de su voz, su sonrisa perfecta dirigida a ella y sólo a ella. Él parecía coquetearle sin ser insistente, manteniendo siempre una sobria distancia en la que no rompía los límites de la cortesía, pero, tampoco se alejaba demasiado de ella y era emocionante compartir al fin el mismo aire con el hombre al que deseaba desde hacía tanto tiempo... la obsesión que había ensombrecido sus días desde hacía un buen tiempo acababa de llegar a su punto más álgido y la chica estaba desesperada por conseguir algo más que su atención, por sentir el peso de esas manos grandes y preciosas sobre su piel, por sentir su aliento, por probar su boca y su piel y todo lo que tuviera a su alcance.

Pero, Steve no daba indicios de querer acercarse más y eso estaba sacándola de quicio. ¿Acaso no gustaba de ella? ¿Acaso su madre no le había explicado para qué lo llevaba a su casa? ¿No habían armado todo ese plan, pasado por tantas molestias y peligros, con la intención de que él cayera en sus brazos? La verdad era que la mente del capitán estaba muy lejos de aquella muchachita desabrida que claramente moría de ganas de saltarle encima. Ver ese brillo en sus ojos, la forma en que seguía sus labios cuando hablaba o como lo recorría con la mirada sin demasiado pudor no era algo que lo provocara. A él no le gustaban las niñas; prefería por lejos a una mujer, madura y seductora, segura de sí misma y de su valor, una que representara un desafío, no que le aventara la ropa interior a la primera mirada.

Extrañaba a Natasha. Extrañaba la amante que ésta había sido, la mujer experta en amores que era capaz de dejarlo sudado y pidiendo por más, la única que lo había hecho suplicar en su vida. Saber que nunca más la tendría era muy frustrante y su mente aún vagaba por las brumas de aquella venganza que aún no sentía completa. "Dales el infierno", pidió Natasha, pero, ¿realmente podría hacerlo? Helen y Tony estaban fuera del camino y aun así, sentía que algo faltaba, que algo estaba escapando de su vista, algo que cerraría el ciclo. Y sólo una vez que lo cerrara, podría darle rienda suelta a sus verdaderos planes y tomar el control de lo que siempre debió ser suyo. Contaba con el evidente apoyo de la concejala y, una vez lograra su cometido, bien podía sacársela de encima con facilidad. Por ahora, soportaría los arrimos de su estúpida hija y fingiría demencia, como siempre lo había hecho.

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