Capítulo IV

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Capítulo IV

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Capítulo IV

Damned

Natasha deseaba redimirse. Las cosas que hizo bajo las órdenes de la Red Room la perseguían por las noches y la alejaban del mundo. Ponían un muro entre ella y las personas "buenas". Los asesinatos, los interrogatorios, la tortura física y psicológica, los maltratos, las personas que dejó atrás, abandonados a su suerte... todo eso era un cúmulo de culpa y pesar en su mente. Pero, lo que más la acongojaba, lo que la decidió finalmente a salir de ese círculo y buscar la redención no fueron sus actos, no por sí mismos, al menos. En más de una ocasión debió asesinar a alguien en una misión de SHIELD, y los interrogatorios no dejaron de ser su especialidad. Es decir, su vida no había cambiado demasiado. Pasó de servir a un amo para servir a otro, haciendo exactamente lo mismo. Pero, había una diferencia entre ambos. Una enorme... al menos para ella: la diferencia residía en que ya no tenía miedo.

No miedo a ser descubierta, mucho menos miedo a la muerte. A lo que ella temía, lo que la acosaba por las noches era la certeza de lo buena que era siendo la mala. Era aterradoramente buena como asesina: letal, infalible. La que siempre daba en el blanco. La que nunca miraba atrás. El hecho de ser tan buena en lo que hacía era lo que la asustaba. Tenía miedo de un día no tener un norte, de no perseguir un ideal, de olvidarse de lo realmente importante o de dejarse llevar por los instintos que habían despertado en ella y de los que no se había librado completamente. El día en el que el mundo conociera a la Natasha Romanoff que habían forjado a sangre y fuego en la Red Room, el mundo le temería. Y ése precisamente era su mayor temor. Sin embargo, hasta ese momento, no había tenido razones para creer que la Viuda Negra volvería a aparecer.

Hasta ese momento.

Las palabras de Steve, días atrás, la habían dejado pensando. "¿Tu anemia no apareció en los exámenes mensuales?". No, no había aparecido. Y debió aparecer. Esa clase de enfermedades no aparecen de un momento a otro, se desarrollan con el tiempo, pero, lo suyo había sido casi como por arte de magia. Simplemente un día aparecieron los síntomas y ya no se fueron. No había cambiado nada en su alimentación, ni en sus esquemas de sueño y ella no tenía la menstruación desde los quince, cuando le extirparon el útero y los ovarios; por lo que no podría explicarse como producto de una hemorragia o de una deficiencia vitamínica. Era algo más y ella podía sentirlo en los huesos.

Sus maestros le habían enseñado que el instinto es la brújula suprema con la que deben moverse las personas como ella. La información y el estudio, la práctica y la formación se vuelven nada frente a los instintos de alguien entrenado para confiar en ellos. Y su instinto le decía que algo no estaba bien. Así que, se decidió a hacer lo que mejor sabía hacer: espiar. No le fue difícil colarse a las instalaciones de los laboratorios en los que se estudiaban los exámenes de todos los agentes de SHIELD y los Vengadores. La confidencialidad era una de las mayores preocupaciones de las autoridades cuando de agencias como ellos se trataba, y es que ese tipo de información, en las manos equivocadas, podía ser muy peligrosa. Pero, para ella, era pan comido.

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