Capítulo XV

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Capítulo XV

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Capítulo XV

─ ¡Concejala Hawley! ¿Qué...? ─ exclamó la espantada recepcionista al ver a la única concejala del Consejo de Seguridad entrar corriendo al edificio, seguida de cerca por su chofer. La mujer traía el rostro descompuesto, lo que no era de extrañar luego de lo que todos habían visto y oído en las noticias. Edna corrió hacia la recepción y se sostuvo del mesón, intentando recuperar el aliento.

─ Necesito encontrar al sargento Barnes, ¡ahora! ─ exclamó, cada vez más pálida, presa de un miedo profundo y visceral que la tenía al borde de un colapso. De sólo pensar lo que ese hombre pudiera estarle haciendo a su preciosa hija...

─ Él... él está...─ respondió la recepcionista, confundida y descolocada por el pánico en el rostro de la mujer y por la repentina presencia de los guardias del complejo que la rodearon, apuntándola con sus armas de servicio─ Yo voy a...

─ ¡Sólo llámelo! ─ gritó, ignorando la presencia de los guardias como si no existieran─ ¡Necesito encontrarlo ya!

─ Me encontró, concejala─ interrumpió la voz gruesa del sargento, llamando la atención de todos los presentes. Ahí estaba él, equipado y armado, seguido de los gemelos Maximoff también con sus trajes de batalla y un Clint Barton que, por la expresión de su rostro, parecía dispuesto a matarla en cualquier momento.

A Edna no le importó. No le importaba nada ya: ni haber perdido su poder, ni su prestigio, ni siquiera le importaba perder la vida. En lo único en lo que podía pensar era en su pobre hija indefensa en manos de un asesino maníaco con sed de venganza. Steve había matado a Tony, uno de sus mejores amigos con una saña espantosa y le había sonreído después. Le sonrió. ¿Cómo no vio antes lo que ahora parecía tan evidente? ¿Cómo no se dio cuenta de que él no estaba en sus cabales? ¿Cómo fue tan estúpida? Su estupidez podía costarle la vida a su hija y eso jamás, jamás se lo perdonaría. Se acercó a ellos y cayó de rodillas frente al castaño, aferrándose a la tela de su guerrera mientras lo miraba con la desesperación impresa en el rostro.

─ Sargento, por favor, tiene que ayudarme... ¡tienen que ayudarme! ─ suplicó, observando a los agentes que la miraban sin inmutarse por su evidente desesperación.

─ ¿En serio? ─ preguntó Bucky, alzando una ceja, sin conmoverse por sus lágrimas─ ¿Tengo qué? ¿Tenemos qué? ─ enfatizó, apuntando a sus compañeros a su espalda.

El rostro de la mujer estaba surcado de lágrimas que habían arrastrado su maquillaje hacia abajo, manchando su piel y dándole un aspecto patético. Pero, no le importaba. Si tenía que suplicar por ayuda, lo haría; si tenía que besar los pies de ese hombre, bajar al infierno, pagar con su vida, lo haría. Haría lo que fuera con tal de salvar a Crystal.

─ Yo sé... sé que cometí un error terrible, sé que es todo mi culpa─ reconoció, entre sollozos─ pero, por favor. Es mi hija... y-yo... ella está en casa, en mi casa con el capitán Rogers, ¡si él ve las noticias, la matará! ─ explicó y Bucky frunció el ceño, comprendiendo la situación.

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